DISNEYLANDIA
(PARA LOS OÍDOS)
Por SERGIO MONSALVO C.
Tras la falta de distribuidores para sus cortos silentes de dibujos animados, en la década de los veinte del siglo pasado, Walt Disney se arriesgó a realizar uno sonoro, Steamboat Willie (de 1928). Tal riesgo, apoyado por el uso del Cinephone, un sistema de sincronización de sonido, convirtió tal peliculita en un gran éxito. Desde entonces, todas las filmaciones de Disney han sido tanto sonoras como musicalizadas.
También a partir de ahí, sus imágenes, temas musicales y canciones han dejado huella en las retinas y en los oídos de millones de escuchas. Las imágenes y las piezas emanadas de tal obra se han fijado indisolublemente en la memoria común del planeta.
Y dentro de ésta en los músicos en particular, los cuales han echado mano de aquella materia prima, la cual les ha despertado tanto la imaginacón como la creatividad. Han formulado así sus propias directrices estéticas (sus versiones), en referencia al o los sonidos que pueden acompañar a determinada imagen, personaje o narración animada de Disney.
Si la canción “Turkey in the Straw» (El pavo en la paja) de Steamboat Willie, una famosa canción folclórica de la Unión Americana que se remonta a principios del siglo XIX y que quizá sea la primera melodía usada en un cortometraje animado, sigue siendo popular entre los violinistas callejeros y los vendedores de helados de diversos lares y aparece, asimismo, en un novedoso videojuego para la consola Wii, el tema de Toy Story 3, “We Belong Together” (de Randy Newman), es de escucha obligada en toda clase de reuniones en todo el mundo. ¿Por qué?
Porque Disney fue pionero en la utilización de numerosas innovaciones técnicas en el cine de animación, como el sonido, el color o la cámara multiplano. En un corto plazo de tiempo (entre 1928 y 1940), logró convertir los antes menospreciados dibujos animados en un sofisticado medio de expresión artística y al mismo tiempo en un producto de consumo masivo (línea que ha continuado la Walt Disney Company desde su fallecimiento en 1966).
El éxito de sus películas, tanto técnico como sentimental, tuvo como consecuencia que llegaran a ser consideradas por gran parte del público como la única forma posible de hacer cine de dibujos animados, lo cual les supuso un gran handicap a otras propuestas alternativas que tardaron casi el resto del siglo XX en econtrar rutas distintas y exposición.
La música de Disney no sólo ha mantenido su estatus de clásica sino que sigue incrementando su catálogo con nuevas adiciones salidas de las plumas de talentosos compositores (como desde el comienzo), lo mismo del mundo popular que del académico y generado, de manera colateral, un sinnúmero de cóvers y versiones en distintos géneros a través de los años.
En el campo académico las andanzas de los personajes disneyianos han atraido a gente como Leopold Stokowski, quien condujo a la Philadelphia Orchestra para sonorizarle la atmósfera al pasaje de “El Aprendiz de Brujo” de la película Fantasía, quizá la pieza más memorable del galardonado filme, que tuvo a Mickey Mouse como protagonista del poema de Goethe.
Para resaltar la presencia del aclamado director, los estudios recurrieron a dos nuevas tecnologías para la grabación: la alta fidelidad (la actuación se plasmó mediante multitracks) y el sonido estereofónico, mismo que se usó por primera vez en una cinta cinematográfica. Eso sucedió en 1940.
La música académica desde los primeros cortos sonorizados ha estado presente en la trayectoria fílmica de los estudios Disney. Y estos han difundido más que de ninguna otra manera dicha música entre el público mayoritario. Los temas de Bach, Tchaikovski, Stravinski, Beethoven, etcétera, siempre estarán relacionados entre esa mayoría con alguna caricatura infantil.
En tiempos recientes, la destacada pianista china Yuja Wang (nacida en Beijing en 1987) rendió un tributo muy especial a aquella película, un filme que marcó su vida e inició su vocación por la música. Lo hace en su último disco de nombre homónimo: Fantasía. En él interpreta una de las piezas centrales de la banda sonora del filme de Disney, “El aprendiz de brujo”, con música de Paul Dukas.
Wang ha recordado que vio la cinta cuando apenas tenía ocho años. Cuenta que lo que más la sorprendió entonces fue “la imaginación que había en ella” y que la animó a dedicarse a la música. Ahora, cuando interpreta la obra de Dukas, recupera “el aroma” de aquellos recuerdos infantiles.
La pianista ha destacado del filme “los movimientos y los gestos de los dibujos, que hacen que la música se vuelva viva”. Y se ha referido también al tratamiento que se dio a la música desde un punto de vista abstracto. “Es algo que, de hecho, utilizo en mis recitales a la hora de darles una estructura”, ha confesado.
En los terrenos del jazz –la música más madura y civilizada de la especie humana– la cosecha ha sido extraordinaria. Desde los años treinta del siglo pasado, la escena sincopada convirtió la música de Disney en standard para el género, una veta muy rica, y las interpretaciones no han dejado de fluir con cada camada de nuevos jazzistas.
De entre lo más sobresaliente está lo que dos gigantes de tal escena hicieron con ella. Ambos le dedicaron su tiempo y talento a concebir sus versiones (en la mejor ascepción de la palabra): Louis Armstrong con “When You Wish Upon a Star” (de Pinocho) y Miles Davis con “My Prince Will Come” tema de Blanca Nieves y los siete enanos. Piezas que se significaron, desde que fueron grabadas, en obras maestras de la improvisación, del estilo y de la genialidad.
Desde la década de los cuarenta, la lista de nombres del género que han plasmado su standard en algún disco es tan larga como la misma filmografía disneyiana: Wynton Kelly, Dave Brubeck, Bill Evans, Lena Horne, Grant Green, Chet Baker, Roy Hargrove, etcétera.
Asimismo existen antologías como Everybody Wants to Be a Cat: Disney Jazz, Vol.1, un compilado con versiones cool de las canciones de siempre, a cargo de nuevos rostros de la talla de Esperanza Spalding, Joshua Redman o The Bad Plus, entre otros. Apuntado a la sutileza y al deleite sensorial, este trabajo es imprescindible para todos aquellos que crecieron con Cenicienta o Los Aristogatos para luego descubrir a Miles Davis.
Y hablando de los que crecieron con la obra de Disney están los rockeros. Los músicos del género no han ignorado el hecho de haber pasado sus primeros años viendo La bella durmiente, Blancanieves o La sirenita y homenajean dicho recuerdo cada vez que les dan oportunidad, y así es como surgen discos como In the Key of Disney de Brian Wilson, el cual incluye versiones de Toy Story, El rey león o Mary Poppins, entre otros clásicos del territorio infantil.
Claro está que éste no es el primer álbum tributo a las canciones de Disney imaginado por gente proveniente de la cultura del rock. En 1998, el productor Hal Willner diseñó Stay Awake: Various Interpretations of Music from Vintage Disney Films, un disco con temas de 101 dálmatas, Peter Pan, Pinocho y otros filmes clásicos de tal escudería, con un elenco impresionante: Sun Ra, James Taylor, Ringo Starr, The Replacements, Sinead O’ Connor, Suzanne Vega, Michael Stipe, Bill Frisell, Los Lobos, etcétera. Para ejemplificar, el propio Tom Waits convirtió a los siete enanitos de Blancanieves en una yunta de gnomos perversos con su oscura recreación de «Heigh Ho».
La lista de rockeros (o de gente que viene de dicha cultura al menos, aunque lo suyo sea más el pop amable que el metal rabioso) es larga: Elton John compuso el soundtrack de El Rey León, Phil Collins hizo lo mismo con Tarzán y Tierra de osos, Sting firmó el soundtrack de Las locuras del emperador y así un largo etcétera. La última incorporación a la nómina tributaria de Mickey Mouse es Zooey Deschanel, actriz y cantante que aportó su voz a algunas canciones a la banda sonora de Winnie the Pooh.
Y la propia compañía fílmica con una serie de discos denominada DisneyMania, de la que hasta el momento han salido siete volúmenes, además de los consabidos DisneyremixMania y PrincessDisneymania. Pop para todos los gustos (desde Anastacia hasta Hilary Duff o Jessica Simpson, como muestra); además de los soundtracks remozados de cada una de las películas.
Músicas alternativas como el reggae también han aportado lo suyo en este sentido. El disco Disney Reggae Club, por ejemplo, presenta una buena selección de próceres del género (Steel Pulse, Yellowman, Burning Spear, Sly & Robbie, Cedella y Ziggy Marley, haciendo diversas versiones como «You Got a Friend in Me» de Toy Story (la cual, a su vez, fue compuesta por otro músico de la cultura rock que suele trabajar para Disney: Randy Newman), «Circle of Life» (El rey león) o «Under the Sea» de La sirenita.
Como hemos visto, la música se incorporó a las películas de Walt Disney desde Streamboat Willie. Y desde entonces ha tenido tanta importancia como la hechura de los dibujos mismos. El soundtrack disneyiano ha evolucionado desde las tonadillas populares hasta la creaciones originales de artistas reconocidos de diversos ámbitos, pasando por la contratación misma de un equipo de compositores para tal fin.
Lo que queda claro es que las fábulas siguen funcionando, los animales (aún en dibujos animados) mantienen viva esa vieja relación con los humanos, sobre todo con los niños y se afianzan una y otra vez con sus historias y moralejas tanto en el imaginario colectivo como en el individual. No se puede negar que de ello ha formado parte el trabajo de Disney (con sus luces y oscuridades, como todo producto cultural). Y sus figuras han estado presentes desde hace casi un siglo y es rara la persona que no lleve en su memoria la imagen y la canción (o ambas) de uno de esos momentos (fílmicos e íntimos) de su infancia.
En el corazón de muchos músicos que crecieron con sus películas habitan esos recuerdos y la resonancia de esos sonidos y cuentos ha conectado a una generación con la siguiente. La música, que se recrea en dicho gusto y facilita los enlaces en este sentido, sirve de orientación para que la historia de estos dibujos y sus memorables canciones continúe siendo una común historia para todos.
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