HERMANN HESSE
EL HOMBRE Y EL LOBO
Por SERGIO MONSALVO C.
“Erase una vez un individuo de nombre Harry Haller… Caminaba en dos pies, iba vestido y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario”.
Esta es la historia, dentro de otra historia, que cuenta Hermann Hesse en su inolvidable novela. El lobo estepario se inscribe dentro del empeño, patente a lo largo de toda su obra, por iluminar las zonas oscuras de la condición humana a fin de poner al descubierto su carga trágica y su incierto destino. Ser solitario y estar incomunicado, ser extraño y estar extrañado.
Harry Haller, protagonista de este emblemático volumen, ha acabado convirtiéndose en un arquetipo literario en el que se reconocen quienes padecen los devastadores efectos deshumanizadores de una sociedad nada solidaria y atomizada.
El Lobo Estepario (de 1927) es quizás la novela más innovadora de Hermann Hesse. Mostró la dualidad natural de la existencia humana en toda su magnitud y es un lúcido análisis sobre la locura de una época en la que muere lo viejo sin que haya nacido algo nuevo.
Este artista, poeta y pintor germano nacido en Calw (en la Selva Negra), el 2 de julio de 1877. Tras crecer en el seno de una familia ultrarreligiosa (con padre y abuelo misioneros); vivir la experiencia de la expulsión escolar, la de un mentor exorcista, el desengaño amoroso, intentos de suicidio, un hospital psiquiátrico, la huída, el trabajo como relojero, aprendiz de librero, periodista, viajes a la India y ser catalogado como traidor en la Alemania de la Primera Guerra Mundial, por haberse manifestado pacifista y crítico con a los sangrientos procederes bélicos de su país, se convirtió en escritor.
Se fue a vivir entonces a Suiza, a Berna y finalmente a Montagnola, en 1919. En dicho lugar inició su periodo creativo más rico. Por entonces, se interesó también por el psicoanálisis, en especial por los estudios de Carl Gustav Jung (quien incluía el esoterismo entre sus postulados). Este conocimiento influyó en la escritura de sus trabajos más importantes: Demian, Siddhartha, Bajo la rueda, Narciso y Goldmundo y, sobre todo, en El lobo estepario.
En este última obra, la doble naturaleza del protagonista (el artista Harry Haller) —humana y licantrópica— lo lleva a un laberinto de experiencias oníricas y viajes alucinógenos; a reflexionar sobre la muerte y el suicidio y sobre gran cantidad de preguntas existenciales. La obra simboliza así la escisión entre la individualidad rebelde y los convencionalismos sociales.
“Quisiera vencer dentro de mí al lobo y vivir enteramente como hombre, o, por el contrario, renunciar al hombre y vivir, al menos, como lobo, una vida uniforme, sin desgarramientos”.
Harry Haller tiene, pues, el ser dividido. Y ambas mitades se rechazan entre sí. He aquí el conflicto del mismo. Quien atraviesa a lo largo del texto por varias transformaciones: como ente errante, en eterna búsqueda, transitando del humor surrealista (en un teatro “Sólo para locos”, por clases de baile y otras peripecias), hasta el dramatismo de la pugna interior, tan telúrica como onírica en las evidentes evoluciones del protagonista.
El Lobo Estepario es una obra que nunca ha perdido ni su frescura ni su fuerza. Representa un maremágnum de emociones, reforzado sin duda por su condición de libro autobiográfico. A través de su alter-ego, Harry Haller (con las mismas iniciales que el autor), Hesse construye a un ser huraño y víctima de la sociedad en la que vive.
Este título del autor alemán es asombroso técnicamente por el uso de las herramientas escriturales: a base de un lenguaje detallista, con recursos como la tendencia a la reflexión y a la observación exhaustiva; la riqueza visual de la obra también es otro de sus atractivos (la descripción de la ciudad, los bailes de máscaras o el viaje alucinógeno del lobo estepario, son sólo algunas de las descripciones de las que el autor se sirve para deleitar con su prosa).
Por su parte, el contenido está impregnado de filosofía orientalista, centrada en el ser desde lo cotidiano, en el psicoanálisis a través de la introspección. Con ella se trata de romper el mundo para renacer, de encontrar la divinidad inserta en uno y de manifestar la interioridad del pensamiento.
En tal experiencia literaria hay humanismo con toda su carga de humor y drama, la dualidad y las crisis existenciales que se dan desde la infancia hasta la vejez, así como la necesidad de construirse, de aferrarse a algo, de saberse único y, lo mejor de todo, el reconocimiento con un personaje en tensión constante, uno que se descubre y asume en el diálogo con su particular lobo estepario.
Fue dos años después de su muerte que Hesse (fallecido en Montagnola, su patria adoptiva, en 1962) alcanzó la divulgación global de su obra. Ésta se inició durante la guerra de Vietnam, al convertirse (el autor y sus libros) en un símbolo de identificación para el movimiento juvenil que se rebeló contra esa guerra, tanto en los Estados Unidos como en diversas geografías.
Evocando su pacifismo se quemaron las cartillas militares y los llamados a filas y se logró, en forma del «Flower-Power», con el hippismo (con divisas como «¡Haz el amor, no la guerra!»), que en 1973 junto con la retirada militar de la Unión Americana, también se aboliera el servicio militar obligatorio.
Asimismo, la difusión millonaria de sus textos, trajo consigo la popularización y actualización del pensamiento oriental en sus títulos, tanto en la Unión Americana como en muchos otros países, tendencia que aún se mantiene hasta nuestros días.
(Hermann Hesse es, junto con Thomas Mann y Stefan Zweig, el autor de lengua alemana del siglo 20 más leído hoy en día a nivel internacional. Sus libros han sido traducidos a más de 60 idiomas y, según cálculos, hay distribuidos por todo el planeta unos 170 millones de ejemplares de ellos).
El acicate de Hesse para vivir con autodeterminación (contracultural) y en forma opuesta (contestataria) a la sumisión hacia la autoridad, así como las soluciones ideológicas de corte universal, explican su fuerza de atracción sobre las nuevas generaciones. A la creciente desorientación él contrapuso una imagen global en la que se mezclan tradición y modernidad, ética y estética de un modo por demás futurista.
Su influencia dentro de la cultura contemporánea es amplia y mantiene su estatus icónico. Demian, Siddhartha, El lobo estepario, Bajo la rueda, Narciso y Goldmundo, entre los más destacados, son títulos que han fungido de faro para iluminar adolescencias y juventudes, caminos y objetivos estéticos, así como de estandartes para outsiders y espíritus marginales.
La cultura del rock ha sido un magnífico receptáculo para sus imágenes, palabras, ideas y experiencias. Y ello comenzó efectivamente durante los años sesenta y no ha parado desde entonces. El hippismo, la contracultura, la inducción a la psicodelia, el acercamiento a la filosofía oriental, el prurito de la libertad, el aquí y el ahora (vivir el momento), su espíritu contestatario y posicionamiento pacifista.
Todo ello fue adoptado por la juventud y sucesivas generaciones se han involucrado con sus textos de búsqueda de la identidad y de la experiencia mística.
En las artes escénicas han tenido dos representantes destacados: la Magic Theatre Company, que se fundó en 1967 en Berkeley, California, y la cual fijó luego su residencia en San Francisco. Y la Steppenwolf Theatre Company de Chicago, creada en 1974. Ambas inspiradas en el «Teatro Mágico (Sólo para locos)” de la novela.
El Teatro Mágico es una metafora en tono cabaretil, donde las preocupaciones y nociones que plagan el espíritu del protagonista se desintegran mientras éste participa en lo etéreo, lo lisérgico y con el material de los sueños. Es un lugar donde experimenta sus fantasías. Las puertas insertas en él simbolizan las fracciones de su vida.
El cine ha hecho lo propio con ejemplos como: Zachariah (de 1971) de George Englund. Libre adaptación de la novela Siddharta, trasladada al mundo del western y en clave de comedia. (ahí aparece, por cierto, el líder del grupo Country Joe & The Fish, Country Joe McDonald).
Siddharta (de 1972) de Conrad Rooks. De nuevo la búsqueda del significado de la existencia en la pantalla. Con la maravillosa fotografía del sueco Sven Nykvist. Steppenwolf (de 1974) de Fred Hainess. Max Von Sydow actúa como Harry Haller en esta versión del famoso libro. Lo más interesante del filme es la utilización de una atractiva estética (con pinturas de Mati Klarwein) y fotografiada por Tomislav Pinter.
Por ahí está también Francesco (de 1989), una cinta de Liliana Cavani. En ella la directora italiana adapta a su manera textos de Hesse sobre la vida de San Francisco de Asís, encarnando al famoso santo el actor Mickey Rourke, acompañado en el reparto por Helena Bonham Carter.
En la música, por su parte, existen varios ejemplos de su influencia: Siddharta, como muestra, es una banda eslovena de hard rock, formada en el año 1995, bajo las directrices hessenianas contextualizadas en la atmósfera balcánica. Y Demian, el otro libro trascendente del autor, ha cobrado el mayor protagonismo musical en el disco Abraxas de Santana.
“Contempla el fuego, contempla las nubes, y cuando surjan los presagios y comiencen a sonar en tu alma las voces, abandónate a ellas sin preguntarte antes si le conviene o le parece bien al resto. Con eso no haces más que echarte a perder, tomar la acera burguesa y fosilizarte. Nuestro Dios se llama Abraxas y es Dios y Demonio al mismo tiempo; entraña en sí al mundo luminoso y al oscuro. Abraxas no tiene nada que oponer a ninguno de tus pensamientos ni a ninguno de tus sueños. No lo olvides. Pero te abandonará cuando llegues a ser normal e irreprochable. Te abandonará y buscará otra olla en qué cocer sus pensamientos”.
Hesse esta presente en el nombre del grupo canadiense Steppenwolf, fundado por John Kay y que creó un auténtico himno libertario con la canción “Born to Be Wild” (usada en primera instancia como referente contracultural desde la película Easy Rider y, luego, hasta la saciedad como cliché en el mainstream). Igualmente, está la banda de origen belga DAAU (die Anarchistische Abendunterhaltung) (El Nocturno Entretenimiento Anarquista, en una posible traducción), cuyo repertorio se inspira en el Teatro Mágico.
Asimismo, están los músicos ingleses de Hawkwind, quienes compusieron el tema “Steppenwolf” para citar y brindar un homenaje a Hesse, o el famoso dúo de Simon and Garfunkel que en un fragmento del tema “The Sounds of Silence” evocan paseos, ecos y detalles ambientales de El lobo estepario.
En la actualidad de hoy mismo, quien encarna en lo musical al hombre y al lobo es Tom Waits, un artista que jamás ha dicho de ningún sentimiento que sea pequeño o indigno. Al contrario, sabe, escribe, canta y aulla que ninguno de nosotros vive de otra cosa que no sea de nuestros pobres, hermosos, retorcidos o magníficos sentimientos, por divididos que estén, en la mejor tradición Hesse.
Escucha el podcast: