NEO-SOUL

MUJERES CON ALMA

Por SERGIO MONSALVO C.

Con la reciente invasión británica llegaron cargadas de neo-soul mujeres jóvenes, no negras, impetuosas y con un rico bagaje de influencias, pero sobre todo con la verosimilitud que requiere la interpretación de un género semejante.

En los albores del siglo nació este estilo musical que recoge el soul clásico y lo pone una vez más en la palestra con nuevos tonos y significados.

Sus intérpretes han escuchado todos los discos de James Brown, de las Supremes, de Sam Cooke, Donny Hathaway, Steve Wonder, Marvin Gaye, etcétera, y de todos ellos han aprendido algo, los han vinculado de alguna manera con sus quehaceres como vocalistas, con calificación de autenticidad legítima.

Sus letras reflejan la realidad del hoy y con tal música hacen su traducción al mundo. Es en Inglaterra, entonces, donde surgen las mejores exponentes de dicho sonido: Joss Stone, Amy Winehouse, Duffy, Adele y Alice Russell.

A la escasa edad de 16 años, Joss Stone o Jocelyn Eve Stoker (su nombre verdadero) era ya una revelación, no sólo por el primer nivel de su apariencia (apetecible, lozana, luminosa, hermosura que “en vivo” crecía en dimensión) sino también por su centrada postura artística y un talento que apenas había mostrado la punta del filón.

Parte de su atractivo surgió de que parecía una adolescente común, pero no lo era. Tenía gustos probados, misterios velados y una madurez inusual que se concretaba en una cualidad muy escasa en el medio: credibilidad.

Joss Stone era el producto de la educación familiar recibida en su natal Devon, Inglaterra, donde nació el 11 de abril de 1987. El espíritu de Aretha Franklin a la que sus padres escuchaban cuando nació se introdujo en la personalidad de Joss desde muy temprana edad y le confirmó el oficio al que se iba a dedicar: el canto. Y todo ello a través de una voz fresca, sensual y gruesa, reforzada por el sólido acompañamiento de músicos veteranos del género.

Su voz ha adquirido acentos personales. Esos acentos evolucionan la fuerza vocal y su capacidad de combinar una sobriedad elegante con la máxima intensidad emotiva posible.

Adele (cuyo apellido es Adkins), por su parte, es una londinense propietaria de una personalidad contundente y ha merecido el interés público gracias a su sensual y portentosa voz, rebosante de matíces.

Sus cuerdas vocales son capaces de expresar todo el poderío del soul, se atreven con algunas incursiones jazzísticas y demuestran una gran emoción y aplomo. Sus primeros temas autogestivos los colgó en MySpace, el universo cibernético, y se hizo de multitud de adeptos.

Adele debutó con éxito con su álbum titulado 19, la edad que tenía al grabarlo. En él sus cuerdas vocales son capaces de expresar lo necesario, apoyada en lo acústico con guiños electrónicos e incursiones jazzy que demuestran la emoción y aplomo que le han valido los elogios.

La desnudez de sus arreglos y las baladas melancólicas sobre amores perdidos y corazones rotos, interpretadas con arrojo y autoridad, han hecho que nadie cuestione su enorme madera de artista y su talento innato. Mismos que continuaron con 21, el siguiente álbum.

Sin embargo, el fenómeno mediático  más importante de del estilo neo-soul es sin duda alguna Amy Winehouse, una conflictiva joven inglesa cuyos particulares infiernos y desgracias fueron evocados por ella en sus canciones.

Esa es la vibra que supo conseguir y distinguirse así del pop y del actual  rhythm and blues. Ésos que sólo exigen títeres clonados por los productores para públicos convencionales. Con Amy hubo una verdadera alma expuesta.

Con la inestimable ayuda del productor Mark Ronson, Amy hizo converger la elegancia del soul con la poesía callejera y la actitud punk. Su cuerpo parecido al de una niña de 12 años, bajita y flaca, trasmite fragilidad y la imagen de una mujer rota. Fue ese tipo de artista con un talento único al que persiguieron todo tipo de problemas, que finalmente le provocaron una muerte prematura a los 27 años.

La Winehouse fue una excepcional cantante y compositora, excéntrica, polémica, rebelde y autodestructiva, a la que musicalmente se le puede comparar con Sarah Vaughan por el timbre de voz. En ella se reunen el sonido Motown, Nueva Orleáns y el carisma que distinguió a las chicas malas del grupo vocal Shangri-La’s. Ella recogió toda la herencia  y la hizo suya con unas letras que rebosaron autenticidad, estampas de abandono y melancolía, guiños al sexo y a las drogas sin tapujos.

Por su compromiso con el soul y su pinta muchos han calificado a su vez a Aimee Anne Duffy o sólo Duffy, por su nombre artístico, como la “niña buena” en contraposición con la Winehouse.

Desde su aparición explosiva en el mundo discográfico con Rockferry, álbum en el que se incluía el escuchadísimo tema “Mercy”, era de esperarse un segundo trabajo que la consagrara definitivamente tras sus orígenes en el 2003 cuando ganó el segundo lugar en un concurso de aficionados de  la TV, en su versión galesa.

A los 26 años, esta rubia con voz de gatita ha contado con la colaboración de Albert Hammond para realizar su segundo trabajo, Endlessly, que muestra canciones más movidas y bailables de lo que había hecho anteriormente.

El primer single de este trabajo se titula Well, Well, Well un pegadizo tema que incluye una sección rítmica interpretada por la banda de hip-hop The Roots. El suyo es un neo-soul evocador, sí, pero sin nostalgia. Con la vista puesta en el presente, al igual que han sido sus siguientes producciones en las que ha asumido la responsabilidad de los temas. Su sonido puede calificarse de contemporáneo, pero patente en su amor por el soul de la vieja escuela, aunque con mayor amplitud de la gama estilística.

Alice Russell, a su vez, es una magnífica compositora y cantante que en cada interpretación hace alarde de una garganta privilegiada y arrollador poderío. Ha sido parte de grupos como Bah Samba, la Quantic Soul Orchestra, Kushti, Dublex Inc., The Bamboos y Natural Self, entre otros. Y tras más de una década de foguearse en el circuito de clubes británico y europeo decidió lanzarse como solista en el año 2004.

Musicalmente se le puede comparar con Jill Scott, y sus registros le permiten moverse con soltura lo mismo en el soul que en el jazz, el blues o el gospel. En ella se reúnen la vida mundana sin concesiones, el Motown, Stax, el dance, el acid jazz, la electrónica, el downtempo, el funk, el r&b y el carisma que distingue a las souleras de cepa. Y a pesar de todo ello era la menos conocida de todas.

Sin embargo, sus versiones de “Seven Nations Army” (de los White Stripes) y “Crazy” (de Gnarls Barkley) definitivamente han hecho cambiar su status minoritario. Posee la energía para fluctuar entre la tradición y la modernidad sin menoscabo alguno. Es el soul eterno, cantado por un corazón lleno de alma, con carta de identidad contemporánea y legítimo certificado de autenticidad.

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