TOKIO
SHIBUYA SCENE
Por SERGIO MONSALVO C.
Hasta hace poco no se sabía mucho acerca de la escena musical japonesa. Más bien, nada. Pero eso ha ido cambiando poco a poco desde el comienzo del siglo.
Cada vez son más los grupos y DJs que se atreven a brincarse lo océanos y que terminan por sorprender al público del resto del mundo con su interpretación original y con frecuencia muy extrema tanto del pop como del rock, techno, drum ‘n’ bass, etcétera, lo mismo que del jazz y el world beat.
Desde hace algunos años, la atención brindada en el resto del mundo a la música japonesa de los últimos tiempos parece haberse convertido en más que una moda para unos cuantos privilegiados.
Con cada vez mayor frecuencia, los músicos de Tokio, por ejemplo, demuestran ser por lo menos iguales a sus colegas occidentales, y cada vez más crece la conciencia de que la música del Japón tiene un potencial enorme que el resto del mundo debe conocer mejor.
Su música solía considerarse, en primer lugar, como una novedad, una golosina exótica que debía juzgarse de acuerdo con criterios muy diferentes que al pop occidental.
Los asiáticos no protestaron contra este trato diferente, Pero como prueba contra tales criterios les sirvió exponer la inocencia cuidadosamente cultivada de la escena Shibuya-kei. Nombre surgido del barrio más cool de la capital japonesa.
La enorme comunidad del pop electrónico en Tokio (de la que forman parte grupos como Pizzicato Five, Fantastic Plastic Machine o Kihimi Karie, entre otros muchos) ya empezó a darse a conocer en el extranjero como la Shibuya Scene.
En resumen, los japoneses tienen algo qué decir en todos los ámbitos. En esta ocasión habrá que destacar el sonido más patente del Tokio contemporáneo.
Lo que más llama la atención de esta aportación netamente nipona es el estilo edulcorado y pulido que encarna al Japón armonioso del karaoke y al ciudadano modelo.
La Shibuya Scene contiene una música contagiosa producida por grupos japoneses como los ya mencionados, a cuya lista habría que agregar a DJ’s como Towa Tei –de Deee-Lite–, SP 1200 Productions, Tokyo’s Coolest Combo o 5Th Garden, entre los más conspicuos.
Este clubpop es cosmopolita de origen. Constituye una simbiosis del pop anglosajón (todo, desde el rock & roll hasta la Disco), la música cinematográfica francesa (de la Nueva Ola) y de la India (Bollywood), la hawaiana, la bossa nova brasileña y el mambo neoyorquino.
Esta corriente responde al llamado “anhelo de la libertad total”, de una música que inspire y que corresponda al sentimiento vital de los ciudadanos del mundo en los que entre tanto se han convertido la mayoría de los habitantes del planeta.
La Shibuya Scene es una música que se inclina hacia el easy listening —donde Burt Bacharach y Martin Denny no se hallan lejos—, pero que al mismo tiempo tiene un carácter muy propio y está repleta de electrónica moderna.
El estilo le pide prestado también sus ritmos al hiphop, el house y al jungle, combinándolos con instrumentos tradicionales así como, en algunos casos, con orquestas completas.
Además, este clubpop es música que hace guiños a diversas épocas. Tiene sentido del humor y subraya lo referencial. Es un pop hipermoderno. Música sin un marco definido donde todo es posible y nada es obligado.
La Shibuya Scene es una manera de sentir. Es cuestión de actitud ante lo desconocido y el buen gusto no estorba a los japoneses al hacer su selección musical. No tienen prejuicios en este sentido.
No se preocupan por la compatibilidad de los artistas y son capaces de crear asociaciones insospechadas. Así se explica que los músicos puedan nombrar como influencias a los Jackson 5 y a Brian Eno, a João Gilberto, De La Soul, Sun Ra, la Yellow Magic Orchestra y al trío de jazz Lambert, Hendricks & Ross. Todo cabe en esta tacita japonesa sabiéndolo acomodar.
Lo típicamente japonés de esta música o mejor dicho, en todo caso, lo típico de la ciudad de Tokio, es que sus hacedores recopilan influencias de todo el mundo, las reinterpretan y las reclasifican. Citan todo lo que les sirva. Su creación nace del propio consumo y se dejan guiar por sus gustos respectivos.
Absorben todo lo que se hace en el resto del mundo, con una paciencia de coleccionista que puede rayar en la obsesión, en algunos casos.
Es inconfundible la avidez con la que los grupos y solistas japoneses afiliados a esta corriente manejan las técnicas de montaje y de referencia musical del hiphop y el house. Su música, reunida de todas partes, está llena de todos los clichés del pop occidental y no ocultan la evidencia de sus citas.
Utilizan todo tipo de música. Lo único que no les ha servido para nada es el rhythm and blues y la música tradicional japonesa, porque no se puede mezclar debido a sus particulares estructuras. Por eso la Shibuya Scene ubica sus raíces en el Occidente. Incluso la Yellow Magic Orchestra, considerada fundadora del pop japonés, elaboró su personalidad a partir de la fusión y de Kraftwerk.
Todos estos músicos comparten el punto de vista de que su concepto básico es la cita. Siempre y cuando se haga bien, porque citar para los japoneses también es un arte.
Según ellos todo lo que utilizan, todos los sonidos, ruidos, melodías, palabras, imágenes visuales, etcétera, ya lo han escuchado. Todo tiene ya una existencia anterior y no hay por qué darse aires de misterio, porque la autenticidad es una ilusión.
Esa es una de las diferencias con respecto al pop occidental. Este último siempre resulta copia de algo, pero nunca lo acepta y todo lo cubre con humo y hueca palabrería de sus representantes. Los artistas occidentales tratan de distinguirse de los demás poniendo su personalidad en primer plano.
En el Japón esto es inconcebible. Son comunitarios y nada individualistas. No conocen el culto a la personalidad ni al músico como representante. Obviamente también tienen fans, pero éstos jamás esperan de ellos un comentario sobre la vida o la política exterior o interior, por ejemplo. Lo que piensen al respecto no les importa y deben reservarlo para su vida privada.
El objetivo del clubpop practicado por la Shibuya Scene es exclusivamente que la gente se sienta bien, sin mayores pretensiones.
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