VELVET UNDERGROUND & NICO

YANG INICIAL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Durante los años sesenta, en la Unión Americana, la inteligencia oficial —intelectuales, analistas, científicos sociales, etcétera— no leía al Marqués de Sade o a Bram Stoker, pero la cultura popular se alimentaba en ellos a través del cine de serie B y del soporte editorial llamado Pulp Fiction (formato de encuadernación en  rústica, barato y de consumo ordinario).

El rock con sus fuertes raíces acendradas en lo popular, en la extravagancia marginal como parte de su esencia, se nutrió de esas imágenes subterráneas. Hasta que llegó el momento de emerger, de soltar el freno a lo oculto, de exponer sus criaturas más desarrolladas. La luz pública se escandalizó y horrorizó con ellas cuando aparecieron.

En la superficie la gente común lidiaba entonces con otros seres menos terribles, mejor alimentados y adoradores de la luminosidad del sol, del ying de la vida. Era el mundo de los hippies, de la ilusión deslumbrante, utópica. Un mundo en el que chicas sin sostén soñaban con una vida en comuna entregadas al amor libre; un mundo anhelante de armonía con la naturaleza, de los paraísos artificiales que se congraciaran con el universo y traspasaran las puertas de la mente.

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Tal situación no pudo prolongarse para siempre. Los demonios del ocaso, con sus historias de perversiones autodestructivas, sexuales, mundanas, nebulosas, espesas, de cruda existencial y adictiva, estaba a punto de irrumpir en la superficie con su espejo negro.

Un espejo aterciopelado, con narraciones fascinantes y cantos helados, con música estridente y demoledora. Perfecta para escuchar las pesadillas de la realidad (el yang), el soundtrack de la sublimación materialista.

El azar, con la mano del destino al estilo de los dioses griegos (la famosa Deus ex machina), arrojó en una calle neoyorquina cualquiera el leit motiv más peligroso para la creación de la leyenda: un libro.

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El joven músico John Cale encontró en el arroyo ese libro de bolsillo. Lo hojeó con destreza de lector consuetudinario para revisar su contenido, un auténtico volumen de pornografía escrito por Michael Leigh. Se maravilló con él y con su título sugerente: Velvet Underground.

El grupo musical al que pertenecía Cale (junto a Lou Reed, Sterling Morrison y Moe Tucker) cambió su nombre por el de aquel título. Era noviembre de 1965. En los meses siguientes se ganaron la aversión casi generalizada, gracias a su filosofía de la “belleza de la fealdad”.

Ésta se expresaba principalmente a través de los textos de Reed, que rendían tributo a los lados sombríos de la vida metropolitana; de un sonido esquizofrénico que sin advertencia alguna pasaba de un rock de garage inocente y engañoso a un remolino apocalíptico de sonido.

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Así los captó Andy Warhol, el artista y cabeza del movimiento Pop, quien se llevó al grupo a su estudio conocido como The Factory y lo puso a tocar durante las presentaciones de su serie de películas Cinematique Uptight.

Para alguien con el instinto periodístico de Reed, conocer a los personajes excéntricos de la Factory de Warhol fue un auténtico regalo. Con su glamour, androginia o simple estado de descomposición personal, habrían de poblar sus canciones.

The Factory se erigiría en un sitio mítico (para pintores, cineastas, fotógrafos, travestis, bailarines, actores, groupies). El Velvet Underground se instaló ahí a comienzos de 1966 y Warhol se convirtió en su mánager y planeó una gira con su show multimedia. Para este fin amplió al grupo incorporándole a la misteriosa Nico, bella modelo, cantante y actriz europea. A Warhol le gustaba su manera de cantar. En su opinión, el acento extranjero (alemán) le otorgaba a los textos una pizca más de decadencia.

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El grupo tocaba dando la espalda al público y se esforzaba por manipular el feedback que emanaba de los amplificadores. En las paredes parpadeaban imágenes cinematográficas, Nico entonaba los temas desprovista de todo sentimiento, los bailarines se retorcían entre crucifijos de madera y el destello de látigos para acompañar las fantasías sadomasoquistas de las piezas de Reed. El espectáculo gozó de éxito y desencadenó el escándalo.

El grupo se convirtió en algo inaudito, y ahí es donde el shock sociocultural adquirió todo su sentido. Su debut discográfico también tuvo esa cualidad. El álbum The Velvet Underground & Nico abrió con un aire de paranoia la cajita musical de Pandora.

La pieza con la que abre el álbum, “Sunday Morning”, es una hermosa flor carnívora que atrapa de inmediato con su sonido de mañana íntima y dulzona, cantada por un Lou Reed en plan angelical y Nico en los coros.

Canción en apariencia inofensiva, con su línea de bajo parodiada de “Monday Monday” (de The Mamas & The Papas), que habla en realidad de un tipo que lento anda hacia su casa muy temprano, afectado por una ensoñación opiácea, mientras las buenas personas van rumbo a la iglesia.

Tal tema encamina luego al escucha, bajo una sucia luz amarillenta, por rumbos, huidas y desgarramientos diversos. Ilustrados por guitarras que serruchan los nervios con su frenesí ácido y el alto volumen de John Cale en la viola; que rasgan la decoración con un sonido tan cortante como un grito inhumano en el que adquieren forma motivos hipnóticos (“I’m Waiting For the Man”, “Venus in Furs”, “All Tomorow Parties”, “Run, Run, Run” y, sobre todo, “Heroin”).

El álbum que lento usa su atractivo como una boa constrictor (“”Femme Fatale”, “I’ll Be Your Mirror”) ha ido preparando su culminación, para terminar con un himno a la destrucción (”European Son”) cuyas palabras son sustituidas finalmente por el ruido de vidrios rotos.

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En la portada de este primer L.P. (maridaje del arte pop con el rock y que se convirtió en pieza invaluable del coleccionismo) originalmente solo se veía el nombre de Andy Warhol y la imagen de un plátano pintado por él mismo, bajo cuya “cáscara” se ocultaba un fruto fálico de color rosa carne: algo bastante atrevido para 1967.

Si bien Warhol aparece como el productor oficial del disco, éste tenía menos idea que la agrupación misma con respecto a la tecnología de grabación. Tom Wilson, uno de los pocos ingenieros de sonido negros de la industria del rock, estuvo fue quien se encargó del tablero de mezcla.

Pese a la muy primitiva calidad de grabación —o quizá precisamente por ella—, The Velvet Underground & Nico es un álbum impresionante. Con sus temas de muerte, sexo retorcido, adicciones y violencia, despertaron la inquietud, pero el verdadero motivo de escándalo fue «Heroin», en la cual Reed no celebra la droga, pero queda en claro que la declaración del protagonista drogas, pero queda claro que la declaraciadero motivo de esck, estuvo a cargo del tablero de mezcla mientras—“Tomé la importante decisión/de nulificar mi vida”— tenía para él un significado heroico desde el punto de vista existencial.

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Cabe recordar que se trataba de la época en que el hachís y el ácido se elogiaban como drogas “curativas” y se entregaban florecitas a los policías en San Francisco. Los del Velvet respondían con “I’m Waiting for the Man”, que describe la experiencia diaria de esperar al vendedor de heroína en Harlem.

Aquel ruido de vidrios rotos con el que terminaba el L.P., representó también una perspectiva abierta sobre el porvenir que habría luego de él.

Realmente hizo falta el apoyo de todos los dioses y demonios para que con el Velvet Underground pudieran emerger aquellos personajes bizarros en cuanto a negrura, voluptuosidad, cinismo, dulzura, perversidad, provocación e inquietud. Una mezcla perfecta de asco existencial y deseo.

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http://www.1060am.net/audios/podcast/babelxxi/babelweb102.mp3]Sterling Morrison) sólo permaneció unida por tres años (con el agregado fugaz  de Nico en la primera época), su halo se ha extendido como uno de los grupos de rock más influyentes de todos los tiempos y proyectado su larga sombra sobre él y muchos de sus diversos estilos.

El glam rock, el protopunk, el art rock y el rock experimental y avant-garde, el Krautrock alemán, el punk, el pospunk, el rock gótico y la dark wave, el noise, el indie, el sadcore, el alt rock y el neo garage, pues, son algunos de los que se han acogido a él a través de las décadas sin disminuir un ápice su ascendiente guía.

La combinación del temperamento vanguardista de John Cale con el duro verbo callejero de Lou Reed, sobre temas tabú, se erigió en una corrosiva alternativa al optimismo «flower power» enarbolado por muchos contemporáneos suyos. El lenguaje rockero se complementó, así, con su lado oscuro.

The Velvet Underground & Nico es pues, una obra maestra por todo lo mencionado. Es un hito en la historia del rock, el cual se adelantó por años luz a su época. Una obra que se basa en un material excelente: la lírica poética y urbana de Reed, las guitarras rítmicas y escandalosas de Morrison y del propio Lou, la viola atonal de Cale (y su desarrollada visión sonora), la batería minimalista de Tucker y el canto gélido de Nico, se encargan de producir una atmósfera única que ensanchó en una escala revolucionaria los límites del conocimiento humano en el rock, reflejando su nihilismo y su melancolía.

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