730. The Rolling Stones (IV) (Los mejores discos)
Entre fines de 1965 y marzo de 1966 se grabó Aftermath, enteramente en Hollywood, en los estudios de la RCA en California, durante los descansos entre giras. Fue un álbum que revistió una importancia decisiva para los Rolling Stones, ya que Mick Jagger y Keith Richards escribieron todo el material ellos mismos, sin covers. El resultado fue muy bueno, ya que produjo media docena de futuros temas clásicos y sería erigido entre los mejores del grupo y de la historia del rock en general.
¿Por qué? Por varias razones. En primera instancia porque mostró a la dupla Jagger-Richards como prolíficos compositores. Durante las giras habían escrito alrededor de 21 canciones y con ellas llegaron al número 6363 Sunset Boulevard, donde se hallaban los estudios. Pero no sólo se apersonaron como compositores sino también como arreglistas.
Aquel cúmulo de melodías pudo abrirse brecha gracias a la libertad de que gozaron durante su realización. Las sesiones de grabación mantuvieron en intensa labor al grupo que se sintió a gusto y cómodo, ya que tuvieron espacio y tiempo para experimentar con cada tema y pulir los arreglos (todo el material fue grabado íntegramente en estéreo, por primera vez), cosa que no les había sucedido anteriormente.
Como grupo enseñaron la paleta estilística de la que eran ya poseedores en ese momento: Rock (“Stupid Girl”, “Under My Thumb”, “Think”), folk-rock (“Mother’s Little Helper”), rock barroco (“Lady Jane”), blues (“Dontcha Bother Me”), boogie (“Flight 505), country blues (“High And Dry”), pop barroco (“Out of Time”, “I’m Waiting”), rock and roll (“It’s No Easy”), beat (“Take It or Leave It”), soul/doo wop (What To Do”).
Asimismo, entre el repertorio se incluyó “Goin’ Home”, la posible primera sesión de auténtico blues psicodélico en la historia del género con una duración de más de 11 minutos (con improvisaciones vocales muy ingenuas por parte de Jagger). También fue el primer álbum en superar más de los 50 minutos de duración, que era el promedio en los discos LP.
Además, los dos autores también pisaron nuevos terrenos en cuanto a las letras, al explorar la hipocresía de la sociedad británica de posguerra, así como un tema predilecto de Jagger, la cosmogonía femenina, a la que dedicó varias canciones en las que mostraba el abanico de caracteres que había descubierto y conocía de su entorno.
Porque con la lírica de ese muestrario de canciones puso en cuestión las teorías que sostenían que el comportamiento femenino y masculino era el resultado de la educación y la sociedad; que el sexo determina una serie de actitudes que era inútil negar. Eso implicaba el canto de Jagger.
Las mujeres no eran ‘obligadas’ por los hombres a ser de determinada manera, sugieren las letras. La coquetería y la seducción son y han sido siempre universales. Actúan como motor social. No sirve de nada negarlo. La igualdad está muy bien, pero para conseguirla es necesario saber que hombres y mujeres parten de lugares distintos, y que mientras sigan negando esas diferencias, el capitalismo las exacerbará con toda tranquilidad.
Pero también en esos tracks hay una visión histórica, social y psicológica. Con la exaltación de la fotografía de las revistas de moda y de las divas del cine de aquel entonces, la relación cambió de una forma espectacular. Las mujeres comenzaron a querer ser como las actrices de las películas y las modelos, a querer tener ropa bonita y a estar guapas, y el capitalismo aprovechó para desarrollar varias industrias millonarias: la de la belleza y la moda, la de las dietas, los fármacos y la cirugía estética.
Todo eso había aumentado la vulnerabilidad del hombre ante la visión de una mujer bajo aquellas directrices, y había llevado a las mujeres a querer ser cada vez más guapas durante más tiempo, o a intentarlo al menos, maquillándose, operándose, rehaciéndose hasta el infinito, o a portarse como les decían en esas revistas. De esos tratan las canciones, son los reflejos en el ojo de un hombre joven de los años sesenta, que ya conoce a muchas (fans, groupies, socialités, aristócratas y plebeyas), y sabe a quienes hay que acercarse y a quienes no.
De tal suerte, en lo musical Aftermath se convirtió en la gran plataforma de los Stones en esta fase, hasta fines de 1966, que muy bien puede definirse como la primera cima en la carrera del grupo. Se encontraba en plena actividad, fogueado por cientos de conciertos, acostumbrado al trabajo acelerado y preciso y aún no debilitados por el trajín, las drogas, las mujeres y otras distracciones.
En lo individual, Brian Jones, por su parte, resplandeció en su cumbre creativa como multiinstrumentista, mientras Keith Richards se encargó de tocar todas las guitarras. Jones, una y otra vez realizó aportaciones sorprendentes a través del disco. Experimentó con una amplia gama de instrumentos étnicos como el sitar, el dulcimer de los Apalaches, marimbas, arpas y el koto japonés, que contrastaron espléndidamente con las composiciones de folk, pop, country, blues y rock, resultando así una mezcla diversa de estilos musicales, que elevó el nivel musical del grupo.
No obstante, él comenzaba a dar signos de distracción y alejamiento. Pero empecemos por el principio: Brian Lewis Hopkin Jones nació el 28 de febrero de 1942 en Cheltenham, fue el autor del nombre de los Rolling Stones y en los comienzos se consideraba su líder.
Charlie Watts y Bill Wyman se mantenían al margen, Keith Richards era un tipo desgarbado de cabello grasoso y Mick Jagger parecía casi pueril en 1963, a diferencia de Jones: un joven encantador con buenos modales que siempre se vestía a la moda y tenía cierta tendencia a la excentricidad. Se convirtió en el prototipo del dandy rocanrolero, elegante, vanidoso, entregado a los excesos y lleno de pozos profundos.
Bebía como un cosaco, tomaba speed constantemente y se daba aires de diva caprichosa. Los fans lo celebraban como un ejemplo vivo de cómo salir de la triste normalidad. Para los Stones fue la figura central hasta 1964, determinó el rumbo del grupo, fungía como vocero y les daba el auténtico aire bluesero con su armónica y guitarra slide.
No obstante, la influencia de Jones empezó a desvanecerse en cuanto se produjeron las primeras canciones de Jagger/Richards.
Brian Jones ya iba en decadencia cuando se grabó Aftermath, lo cual tenía sus motivos: su consumo bárbaro de drogas, que a mediados de los sesenta lo convirtió en señero de una transformación social que para muchos tuvo un fin mortal. Y su forma de ser era paranoica, complicada y supersensible. Jones no tenía la capacidad de hacer frente al rudo negocio del rock, a las giras permanentes, la vida a partir de una maleta, los lambiscones y los amigos falsos.
Conforme perdía el control y la confianza en sí mismo se drogó cada vez más. Fue el primer Stone que se vistió de terciopelo y seda y que con su camisa de olanes, sombrero y alhajas de fantasía desarrolló una imagen tan glamurosa y andrógina como años después Bolan o Bowie.
Para la película de Volker Schlöndorff Mord und Totschlag (Asesinato), protagonizada por la novia de Jones, Anita Pallenberg, el músico compuso el soundtrack; sus capacidades musicales parecían incólumes, pues. En 1966 era aún imprescindible para los Stones como multiinstrumentista, pero su estado dificultaba cada vez más la colaboración: Jones llegaba muy tarde, completamente intoxicado o no llegaba.
Por otra parte, el lanzamiento del disco volvió a ser distinto en ambos lados del Atlántico. En la Gran Bretaña apareció con 14 tracks, mientras que en la Unión Americana lo hizo con 11 y una portada diferente. Lo que hizo único a este último fue la inclusión de la impresionante canción “Paint it Black”, con su sítara tocada a velocidad endemoniada y unas letras que hablaban de la oscuridad personal. Un clásico instantáneo.