722. The Rolling Stones (Mejores discos – II)

Por Sergio Monsalvo C.

Al comenzar aquel año Andrew “Loog” Oldham, mánager de los Stones, quiso incorporar a sus protegidos lo más pronto posible a la llamada “Ola Inglesa”, la cual acababa de invadir a los Estados Unidos con los Beatles en la punta, seguidos por un gran número de otros grupos. Por lo tanto, en junio de 1964, Oldham hizo los arreglos necesarios y, de esta manera, la banda llevó a cabo su primera gira por la Unión Americana.

No obstante, nadie los esperaba allende el Atlántico. Público y demás se daban abasto con los alegres Fab Four, los entrañables Herman’s Hermits y la camaradería de los Dave Clark Five. ¿Quién necesitaba a esos apóstoles rudos del blues, que además llevaban el pelo mucho más largo y se presentaban con ropa casual?

Por lo tanto, se les otorgó un recibimiento bastante frío. No obstante, ese primer viaje a los Estados Unidos le brindó al grupo una experiencia de intensidad casi religiosa. El 10 y el 11 de junio pudieron entrar a grabar en los recintos sagrados de los Chess Studios en Chicago, lugar donde habían grabado Muddy Waters, Howlin’ Wolf, Chuck Berry, et al.

La de los sesenta fue una década en la que se dio el renacimiento, resurgimiento o redescubrimiento del blues, o como se quiera designar. Para la música y para su público fue una década de expansión y exploración, un fenómeno de múltiples dimensiones y direcciones. El viaje que, a su vez, había realizado Muddy Waters a Europa en 1958, se convirtió en un eslabón crucial en la cadena de acontecimientos que se produjeron durante aquella época, y que cambiaron la visión del mundo respecto al blues y la visión de los blueseros respecto al mundo.

En gran parte esto podía atribuirse al descubrimiento del lenguaje bluesero por el público del rock. Los patriarcas del blues de Chicago, como Muddy Waters, adquirieron merecido renombre como maestros del género, mientras que una generación de discípulos más jóvenes como los Rolling Stones empezaban a forjarse, bajo su cobijo, una carrera respetable por derecho propio.

Por lo tanto, tras haber estado en su Meca y al volver a casa lo hicieron con un botín insuperable en el equipaje: “Around and Around”, “I Can’t Be Satisfied”, “It’s All Over Now” y “Empty Heart”, temas que los mostraron como una unidad compacta, y como intérpretes seguros de temas originales negros, además de que todas estas grabaciones aún hoy en día conservan su fuerza y frescura.

Por primera vez el sonido Stones adquirió un elemento de autoridad auténtica, por obra de Ron Malo, el ingeniero de Chess, que trabajaba con todos los grandes ídolos de los ingleses, como Muddy Waters y Willie Dixon, por ejemplo.

Además, se reveló la capacidad de los Stones de echar mano de los talentos de otros en beneficio de sus propios fines, un fenómeno que se volvería a ver con frecuencia durante las décadas siguientes.

El sencillo “It’s All Over Now” salió en junio de 1964 y rápidamente se convirtió en el primer éxito número uno del grupo en la Gran Bretaña. Cinco piezas del material de Chess entraron al grandioso EP Five by Five, mientras que el resto en gran parte integró el segundo álbum (No. 2, que se publicó en enero de 1965 en el Reino Unido, con una lista de tracks muy distinta de la que había aparecido tres meses antes en los Estados Unidos bajo el título 12 x 5).

Los estudios de la RCA en Hollywood, por otro lado, se convirtieron en su segundo punto de referencia importante en los Estados Unidos. Ahí el grupo grabó otra gran parte de su material entre septiembre de 1964 y agosto de 1966, con la asistencia del ingeniero de sonido Dave Hassinger y el genio de la producción Jack Nitzsche.

Ciertamente Andrew “Loog” Oldham aparece anotado como productor en todos los álbumes de los Stones (hasta Between the Buttons inclusive). No obstante, el mánager del conjunto reconoció que en aquella primera época no tenía idea de las cuestiones técnicas de la producción disquera. Más bien fungió como espíritu rector de la empresa musical.

En lo que se refiere a la química musical, desde aquellos primeros años el grupo ya funcionaba de manera autónoma. Sobre todo, Richards y Jagger supieron aprenderles rápidamente a los experimentados profesionales Malo y Hassinger. Sin embargo, quien más influyó en los jóvenes Stones fue Phil Spector, quien se hallaba en el pináculo de su fama. Si bien sólo participó en las sesiones de grabación como observador ocasional, animó a los ingleses a alimentar grandes ambiciones.

La arrogancia mostrada por Spector fue imitada sin límites principalmente por Oldham en sus tratos con la industria disquera. Tal actitud fue lo que hizo posible su gran golpe de noviembre de 1964: en lugar de participar en el negocio navideño de la misma forma que todos los demás, con un sencillo animado y bailable, los Stones lanzaron un blues lento que además se distinguía por su producción espartana.

Fue inaudito, pero les dio buen resultado. “Little Red Rooster”, con la llamativa guitarra slide de Brian Jones y el lamento de la armónica de Jagger, llegó al número uno en Inglaterra a una semana de haber aparecido. Fue una conclusión realmente triunfal para la primera época del grupo.

De tal manera, 12 X 5 fue el siguiente álbum de los Rolling Stones aparecido en los Estados Unidos. La importancia de este disco se establece con el paso que da la evolución del grupo: desde la interpretación de la música negra hacia el rock (sin abandonar las raíces), un cambio paulatino pero consistente. así como su significancia.

Ello queda inscrito en los temas del blues que incluyen (“Confessin’ the Blues”), así como del afincado soul (“If You Need Me”, “It’s All Over Now”, “Time Is on My Side”), pero el llamado hacia la selva del rock and roll está más señalado, no únicamente por la versión de “Around and Around” de Chuck Berry, que puntualizan, sino también por temas como “Susie Q”, “Empty Heart” o el instrumental “2021 South Michigan Avenue”.

Las intervenciones de Jagger en la voz y en la armónica aparecen de manera pertinente, lo mismo que la colaboración en la dupla de guitarras de Brian Jones y Keith Richards, que suena muy bien acoplada, al igual que la presencia de la sección rítmica, con el punteo exacto de Bill Wyman en el bajo y el toque de Charlie Watts en la batería (aquí habría que mencionar también la importante contribución de Ian Stewart, el Stone desterrado, en el piano y el órgano).

Había pues una sonoridad tan poderosa como cruda y consistente. Todo ello contribuía a hacer que la resonancia del grupo fuera por demás excitante.

De tal forma se asentaron de manera definitiva entre los punteros de la escena musical del momento. Contaban incluso con piezas propias bastante decorosas como “Congratulations” o “Good Times, Bad Times”. No obstante, aún les faltaba conseguir una cosa antes de poderse medir con sus afamadas contrapartes: un himno que rubricara su particular huella.

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