717. The Rolling Stones (Mejores discos – I)
“Todos descubrieron en algún momento su identidad musical. Y su punto de partida común fue el blues”. Debió ser así. Quien lo dijo tiene que saberlo. John Mayall conoció a todos los que cayeron presos del blues a comienzos de los sesenta en Londres.
Gente como Eric Clapton, Peter Green y Mick Taylor asistieron a la estricta escuela del blues que Mayall dirigía, los Bluesbreakers. Otros tomaron clases con el cosmopolita de ascendencia griega y gurú de la escena musical Alexis Korner, como integrantes de su grupo Blues Incorporated. Entre todos ellos figuraron también unos muchachos de los suburbios que al poco tiempo se transformarían en los Rolling Stones.
Los álbumes que Mick Jagger traía bajo el brazo cuando en octubre de 1960 volvió a ver en el andén de Dartford a su compañero de infancia Keith Richards, más o menos de la misma edad, según cuenta la leyenda eran importaciones de Chess Records, de Chuck Berry, Muddy Waters y Little Walter, nombres que delimitan con exactitud el sitio musical en el que el dúo compuesto por Jagger y Richards inició su trabajo conjunto.
Mientras a Mick le encantaba el blues auténtico de Chicago, Keith sentía una atracción especial por Chuck Berry. No obstante, el “delta” de Dartford no se ubica, a fin de cuentas, en el Mississippi sino a orillas del Támesis, donde a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta también se escuchaba muchísimo más: canciones insertas en la tradición de la era del vaudeville y del dancehall, ocasionalmente con un ligero toque de comedia; grandes cantidades de jazz tradicional producidos por corifeos como Chris Barber y AckerBilk; un poco de skiffle de Lonnie Donegan e intentos aislados, aún torpes, de adaptar el rock and roll original de los Estados Unidos para el Reino Unido.
Sin embargo, este último estilo musical en realidad aún se consideraba anticuado y sus protagonistas más importantes, como Chuck Berry, Elvis y Jerry Lee Lewis habían desaparecido del escaparate de los éxitos comerciales.
El pop de 1960 era una “trivialidad”, según comentó Alexis Korner alguna vez. No significaba nada para la generación joven de posguerra y tenía más relación con la nostalgia del mundo íntegro que vivían sus padres tras haber sufrido la guerra que con los jóvenes mismos.
El blues melancólico de Muddy Waters; el impulso elegante con el que Chuck Berry musicalizaba sus agudas letras adolescentes; y el beat selvático y anárquico de Bo Diddley ya eran otra cosa. En ellos se percibía la verdadera vida, aunque los jóvenes de los tristes suburbios ingleses apenas intuían qué era ésta. No obstante, percibían la autenticidad en esa música. Y la emoción que encerraba.
Aparece Brian Jones. Los discípulos del blues Jagger y Richards lo descubrieron en abril de 1962 sobre el escenario del club Marquee, donde el rubio de 20 años originario de Cheltenham se presentaba como intérprete de la slide guitar y con el seudónimo de Elmo Lewis al lado de Alexis Korner. Se hicieron amigos y Mick y Keith admiraban desmedidamente al rebelde Jones, quien se declaró dispuesto a fundar junto con ellos su propio grupo purista de blues.
El departamento que los tres empezaron a compartir al poco tiempo en Edith Grove se convirtió en un convento del blues donde se vivió el dogma verdadero. Durante meses estudiaron los licks, las armonías y los riffs de sus ídolos estadounidenses. Y el 12 de julio de 1962 los entusiastas del género debutaron en vivo en el Marquee, por primera vez bajo el nombre de los Rolling Stones.
Además de Jagger, Jones, Richards y el pianista Ian Stewart los acompañaron en el escenario el bajista Dick Taylor (posteriormente de los Pretty Things) y el baterista emergente Mick Avory (posteriormente de los Kinks). El repertorio abarcó standards como “Kansas City”, “Hoochie Coochie Man” y “Bright Lights Big City”, pero también piezas menos conocidas como el rock “Down the Road Apiece” del tesoro creado por Chuck Berry.
El núcleo del conjunto ya existía, y al poco tiempo Bill Wyman reemplazaría a Taylor. En enero de 1963 Charlie Watts se les incorporó como baterista permanente. En el ínterin el sexteto se había hecho de un grupo fiel de seguidores gracias sobre todo a sus presentaciones fulminantes los domingos por la tarde en el Club Crawdaddy del Station Hotel en Richmond.
Y un buen día el emprendedor Andrew Oldham reconoció el potencial, contrató al grupo de rústicos y les consiguió la oportunidad de grabar. A partir de ese momento la historia del “grupo más grande de rock and roll del mundo” comenzaría a rodar.
Una impresionante lista de compositores de varios géneros (blues, soul y rock and roll) como el tándem Holland-Dozier-Holland, Slim Harpo, Willie Dixon, Buddy Holly, Chuck Berry o Rufus Thomas, entre otros, proporcionaron la esencia primordial para que se realizara la grabación del primer disco de los Rolling Stones, un álbum que aún impacta por su ríspida energía y su alma definitivamente negroide.
A seis décadas de haber sido concebido, The Rolling Stones (o England’s Newest Hit Makers The Rolling Stones, como se le conoció en la Unión Americana y que luego se convertiría en el título oficial) se mantiene asombrosamente fresco a través de su docena de tracks, cuyo único título original del grupo fue la balada acústica “Tell Me”, firmado por primera vez por la mancuerna de Jagger y Richards.
“Tell Me”, la única composición original, se trata de una breve pieza, tranquila y melodiosa, que dio a los Stones su primer éxito no sólo en Inglaterra sino también en los Estados Unidos. De hecho, su estilo muy a la Mersey beat, rompe con toda la tendencia grasosa del disco, si bien no desentona e incluso le da un toque de elegancia al álbum. Cabe decir que la versión que aparece en The Rolling Stones es más larga que la que se usó en la radio y en posteriores ediciones recopilatorias.
La elección de los temas ajenos no pudo ser mejor y resulta –vista hoy en día– una verdadera declaración de principios a favor de la música hecha por los negros norteamericanos, tan apreciada en la Gran Bretaña de principios de los sesenta como ignorada en la Norteamérica blanca de la misma época.
Así, canciones que actualmente son memorables pero que en aquellos días eran oscuras y desconocidas —como “Route 66”, “Carol”, “Not Fade Away”, “I’m a King Bee”, “Walking the Dog” y ese blues rotundo y esplendoroso que es “I Just Want to Make Love to You”— sonaron y siguen sonando absolutamente rocanroleras en manos del entonces joven quinteto londinense.