703. Julee Cruise: La muerte no le dará fin.

Por Sergio Monsalvo C.

Entre todo el maremágnum sanitario, económico, social, cultural, etcétera, que produjo la pandemia en los años 2020-2022, quedó inmerso como acontecimiento musical desapercibido la muerte de la creadora de una atmósfera icónica. Es decir, el trabajo de una artista que tuvo al sonido como materia prima: Julee Cruise.

Ni el acercamiento ni la memoria pudieron emprender su tarea habitual y constante para un justo obituario en aquel trienio. El confinamiento fue tan riguroso en casi todo el planeta, que obligó a la recepción de noticias sin exposición ni consecuencias, algo inconcebible hasta entonces y que despertó la duda y la añoranza.

El futuro de sus grabaciones, de sus presentaciones, quedó trunco, mientras  vivíamos en la incertidumbre y en la dificultad de imaginar lo inmediato o lo mediato. Hubo que desembarazarse de vaticinios y proyectos. En las páginas de los periódicos o en las redes sociales quedó fuera esa fecha fatídica, así como el anhelo de presentaciones que no se cumplirían, y un extraño espacio en blanco la cubrió.

La perspectiva del tiempo fue un paisaje borroso y lleno de especulaciones y de significados. La exclusión de cada perspectiva resaltó la singularidad de cada experiencia humana en aquel tiempo, que ojalá en el presente y futuro no caiga en el olvido y sí determine su mirada y expanda la capacidad de advertir lo fugaz de la existencia.

Las voces que crean se vuelven polifonía y collage cuando el acontecer diario se combina con otros que hablan sobre los tiempos sombríos, pero al mismo tiempo prestan oído al silencio inaudito al que no debemos acostumbrarnos. De ahí el recuerdo de su acontecer y fallecimiento.

El sonido del dream pop fue el que le proporcionó la cuota de perturbación, ese estado anímico, que le atrajo el sello personal a la obra de Julee Cruise, quien convirtiéndose en instrumento vocal de David Lynch empezó a conocer y a entender el mundo imaginado del director a través de la música.

Cruise, originaria de Ohio, donde nació en 1956, estudió música en la Universidad de Drake y como actriz y cantante trabajó en diversas compañías y obras. Mientras actuaba en una de ellas (Beehive), haciendo el papel de Janis Joplin, conoció al compositor y productor Angelo Bedalmenti quien, a su vez, en ese momento colaboraba en la producción de la película Blue Velvet de Lynch.

Éste último tenía problema para conseguir los derechos de “Song to the Siren” con This Mortal Coil. Buscaba una voz etérea. Entonces Bedamenti le recomendó a Julee y de ahí surgió la historia de tal colaboración, que se extendió a la serie Twin Peaks y a la grabación del primer disco de Cruise: Floating into the Night, de 1989.

Del primer encuentro surgió “Mysteries of Love” que entró en el soundtrack de aquella película. Lynch y Bedalmenti quedaron tan impresionados con el resultado que volvieron a intentarlo con “Floating”, la entrada musical para Twin Peaks. El éxito estético obtenido hizo que le propusieran a Julee grabar un disco completo. Lynch se encargaría de proporcionar las letras y Bedamenti de su musicalización. La producción correría a cargo de ambos.

A los estudios de la Warner, Lynch llevó alrededor de 40 temas posibles. Entre los tres escogieron los que compondrían el álbum. A la cantante la arroparon con un grupo muy ad hoc con Vinnie Bell en la guitarra eléctrica, Eddie Dixon en la segunda guitarra, Kenny Landrum en el sintetizador, Al Regni en el sax tenor y clarinete, y el propio Angelo Bedamenti en el piano y sintetizador.

Con la experiencia que habían ya obtenido al trabajar juntos, el material fluyó y fue lanzado como álbum con el título de Floating into the Night. La dulzura y ligereza de la voz de Julee, así como la orquestación de Bedamenti, quien utilizó el dream pop como estructura musical, le proporcionaron a Lynch las atmósferas inquietantes, de poso narcótico, que buscaba plasmar en esas breves películas imaginarias que constituyeron los tracks del disco.

El álbum es un soundtrack para la enajenación y el anhelo, el cual debe escucharse de noche, cuando las distracciones del mundo sean mínimas; cuando sea posible lograr un estado más puro de la emoción. Es una mezcla de la opresividad y el medio ambiente que lo envuelve.

(El dream pop es un subgénero musical descendiente de la corriente denominada ethereal wave, pero con un estilo más suave, atmosférico y onírico, que ?se caracteriza por las guitarras y sus efectos con eco, en especial el delay y el chorus, o también los sintetizadores con sonidos tersos, casi carentes de distorsiones o ruidos abrasivos y con un ambiente melancólico y triste.)

Con Floating into the Night llegó el tiempo de preparar el espíritu y el corazón para escuchar tal sonido en una de sus manifestaciones más puras: la bruma gótica. En el álbum los teclados inusitados inundan y abrazan a una profunda y susurrada voz, quizá demasiado sensual para expresarse con palabras.

Efectivamente, la pulsación sensual sombría no es una pulsación intensa y apaciguadora. Es una sensación contraria y posiblemente trágica. Lo placentero no es el éxtasis, sino algo como el frenesí. Y la satisfacción de los deseos no proporciona plenitud, sino ansiedad. Una ansiedad que es el siniestro escenario de placeres insospechados envueltos en una magnífica aura musical.

El atractivo de Julee Cruise con este disco es espectral y exige al escucha cierto grado de imaginación, y capacidad para desasirse de la vida común. Con su extraño haz de fantasía inunda los rincones oscuros de la cabeza más saturada.

El efecto causado en Floating into the Night conmueve cada vez que se le escucha. Son un canto y una música que sobresaltan el espacio sin violentarlo. La suavidad del murmullo es tan poderosa que provoca lo visual. Es un susurro que se convierte en imagen. Con sus sensaciones fuertes e invisibilidad, hace olvidar la dimensión al escucha y lo trasplantan de manera ubicua a lugares y realidades evocativas que no le pertenecen.

Voz y música crean un ambiente elocuente con territorios inusitados. Sin embargo, esa sonoridad de todo el álbum no sólo propicia traslados y sueños, sino que también estremece por la percepción de que tras su belleza se esconde algo turbador, inquietante. Es un canto atávico de sirena en un puñado de tracks que atrapan.

La programación electrónica, los instrumentos orgánicos, la suavidad vocal matizan la lírica y conducen a sobrecogimientos intranquilos. Efecto que se prolongó en el segundo álbum de la cantante, The Voice of Love (1993), con materiales de Lynch de otras películas, pero con semejante producción. Todo ello le proporcionó a Julee Cruise su rúbrica distintiva. Un estilo que varió de alguna manera en sus dos siguientes discos, The Art of Being Girl y My Secret Life, cuatro en total durante su carrera, la cual quedó truncada cuando la cantante falleció el 9 de junio del 2022.

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