691. Desconectados (El grano y la paja)

Por Sergio Monsalvo C.

La historia de la moda «unplugged» (desconectado) hubiera podido tener comienzos románticos. Por ejemplo, con un grupo paupérrimo que no poseyera más que unas cuantas guitarras acústicas viejas y rayadas, y tan sólo con eso saltaran a la fama mundial y al mucho dinero.  Pero la vida rara vez es romántica y el negocio de la música casi nunca lo es.

La invasión de los conciertos acústicos, durante la década de los noventa se anunció con la calcomanía comercial de «unplugged» que se inició como una idea de producción «vanguardista».

La historia de esta moda musical comenzó con un productor de MTV llamado Alex Coletti. El concepto era sencillo y originalmente no de él, quien se limitó a desarrollarlo en la producción. Dos videoastas llamados Bob Small y Jim Burns un día llegaron a presentarle la idea. La llamaban así, «unplugged«, y a grandes rasgos se trataba de encerrar a unos cantautores neoyorkinos en un cuarto, ponerlos a improvisar y filmar los resultados.

Esto fue en 1989 y a Alex Coletti, el productor de MTV de entonces 28 años de edad, le gustó el loco asunto, rechazado ya por todo el mundo del showbusiness. Sólo que lo llevó a un decisivo paso más lejos. No hubiera tenido mucho interés poner a unos cantautores a improvisar con guitarras acústicas, porque de todas maneras a eso se dedican las 24 horas del día. Pero, ¿qué tal si se desenchufaba («plug» = «enchufe») a los otros, a las estrellas del pop consentidas por el playback, a los grupos de rock empapados en recursos técnicos, a los reyes de los decibeles del heavy metal?  Eso, pensó Coletti, ya sería otra cosa muy diferente…

«Al principio ni nosotros mismos creíamos en el proyecto –recordaría a la postre Coletti de aquellos laboriosos primeros intentos en enero de 1990–.  Después de mucho discutir, los responsables de MTV habían contratado a Syd Straw y al grupo Squeeze para el primer programa Unplugged.

Fue el caos total. Difford y Tillbrook, integrantes de Squeeze, llegaron al estudio con las guitarras eléctricas colgadas del hombro. El productor se acercó a ellos y les tartamudeó algo como: “Bueno, muchachos, este, saben…se supone que el programa…este, debe ser acústico.”  Entonces vio cómo se les prendían los foquitos sobre sus cabezas: “¡Ah, con razón!”  “¡Por eso el programa se llama así!»

Lo que tanto trabajo les costó entender a Difford y Tillbrook, después formó parte del vocabulario básico de todos los adolescentes entre el sur estadounidense y la capital japonesa, Tokio. Unplugged en brevísimo tiempo se convirtió en el programa de mayor éxito de MTV.

La reacción increíble a la oferta de comida fresca en medio de la insípida música enlatada sorprendió al mismo Coletti: se tenía la esperanza de que hubiera unos cuantos auténticos fanáticos de la música que se interesaran en algo así. ¡Y de repente los ratings por las nubes! La gente, se supuso al respecto, quería ver a músicos de verdad haciendo música.

Cuando hay un mercado, los productos no se hacen esperar. Tras el comienzo, el mundo de la música se dividió entre los que ya lo habían hecho y los que aún querían hacerlo. Lo que antes significaba un álbum en vivo para los grupos de rock, en ese entonces lo fue la presentación acústica de una hora delante de ciento cincuenta invitados al estudio.

Tras el éxito del experimento ya medía metros la lista de los graduados (por ejemplo, Stevie Ray Vaughan, Aerosmith, The Cure, Paul McCartney, R.E.M., Sting, Eric clapton, etc.); y aún más la lista de los que todavía lo pretendían. Coletti ya no tenía que salir a buscar a los grupos. Ahora hacían cola fuera de su oficina.

Con «Ahora» me refiero al tiempo iniciado el 24 de febrero de 1993. Ese día Eric Clapton se llevó ocho premios Grammy por el álbum grabado durante una presentación en Unplugged de MTV. Con cinco millones de ejemplares vendidos, marcó el punto alto en la carrera postrera de Clapton.

El hecho de que el disco Unplugged de Clapton mostrara lo mejor hecho por él en mucho tiempo llamó la atención sobre el aspecto subrayado por los productores desde el principio. En Unplugged (el programa) se separaba el grano de la paja. Desenchufado, sólo sobrevivió el que de verdad dominaba su oficio.  No era posible ocultar nada en absoluto.

Lenny Kravitz, por ejemplo, inesperadamente no tuvo nada que ocultar, produciendo en enero de este año una impresión decorosa. También K.D Lang, que demostró lo bien que podía cantar. O los raperos de Arrested Development, cuyo hip hop hasta les salió mejor sin electricidad que con el apoyo de la tornamesa. Por no hablar de Bruce Springsteen, que hasta con la Telecaster desenchufada se presentó con la misma ronca autenticidad.

Durante esos años, habrá que enfatizarlo una y otra vez, sólo hubo dos grupos que efectivamente no fueron capaces de tocar desenchufados: con el piar de Slaughter y Winger en marzo de 1991, hasta los lentes de las cámaras se sonrojaron de vergüenza. Madonna y Paula Abdul fueron más listas:  prudentes, prefirieron rechazar la invitación a participar en el programa.

El que sí podía tuvo la oportunidad de ganarse realmente el éxito rápido.  Eric Clapton tardó exactamente tres horas en grabar su disco de ventas millonarias.  Sería mentira afirmar que después de Clapton los que fueron o querían ir a Unplugged no estaban escuchando ya el ruido de las cajas registradoras en su imaginación.

Ese ruido también le sonó a Mariah Carey, que en abril de 1992 sacó un EP con algunos cortes de su presentación en el programa.  Cinco de los seis títulos, en los que sólo se acompañó con el piano, llegaron al Top 20. O Paul McCartney: cuya actuación resultó en el álbum más rápido que grabó jamás.  En Unplugged – the Official Bootleg, el músico se apegó a su promesa de no corregir nada en el estudio.

Así se demostró una vez más que ni siquiera el mejor principio aguanta ser llevado hasta las últimas consecuencias. Sacudido por el éxito de la idea de MTV y la primera ola de CDs desenchufados, muchos directores de compañías disqueras alcanzadas por la recesión creyeron haber descubierto la piedra filosofal.

La consecuencia fue una inundación de discos acústicos. El término Unplugged ya no sirvió como signo de calidad.  Hasta cantantes pop de último momento incluyeron un bonus track acústico en sus CDs. Luego, de que la primera antología «unplugged» saliera al mercado, en las tiendas de discos le empezaron a pegar calcomanías que rezaban «unplugged» a álbumes como Harvest Moon de Neil Young (grabado décadas antes y que desde el principio fue grabado casi totalmente en forma acústica).

Llegó así la hora de poner al enchufe otra vez en su lugar. Aquella moda feneció de saturación, engaño y avaricia. Sin embargo, dejó un puñado de álbumes (de Nirvana, 10 000 Maniacs, Steve Ray Vaughan, Lenny Kravitz, Paul Simon, Rod Stewart, Elvis Costello, además de los mencionados de Clapton y Young) que merece estar en todo canon rockero.

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