686. Franz Kafka: Autor de lo cotidiano (II)
El escalón subsecuente en el devenir kafkiano se da desde 1914, cuando el aspecto jurídico constituye la estructura del mundo modelo de Kafka. Los momentos culminantes de este periodo creativo se dan en la novela En la colonia penitenciaria (escrita en 1914 y publicada hasta 1925), dramatizada en varias ocasiones lo mismo que llevada al cine.
En la primera, el autor dibuja, con base en la jurisdicción y una última ejecución según el «viejo» sistema, el deslizamiento de un concepto sumamente cruel y medieval de la vida y de Dios, en el cual el sufrimiento y la muerte tienen sentido, no obstante, y donde la vida termina, por lo tanto, con la salvación, hacia una nueva actitud «humana», la cual no reconoce un sentido superior y por lo tanto se expresa en el monótono proceso laboral de las masas y en el placer desalmado de los privilegiados y ya no sabe asimilar la muerte.
En El Proceso, Kafka endurece la frase esencial del viejo comandante de la colonia penitenciaria: «La culpa siempre está más allá de la duda». Josef K. (en el manuscrito original figuraba inicialmente, en lugar de este nombre, «yo» a secas), un funcionario bancario, es arrestado sin conocer al tribunal ni la acusación, pero también sin ser detenido; es decir, es arrestado debido a los errores cometidos en forma consciente o inconsciente por el simple hecho de existir, errores en su propia existencia, frente a los otros hombres y frente a un sentido más elevado (desconocido para él).
Puesto que no quiere aceptarlo, se rebela contra las declaraciones de culpabilidad y procura defenderse por todos los medios, lo cual lo introduce
más profundamente en la culpa existencial. Precisamente por ello no encuentra el verdadero sentido de la vida humana; ya no satisface las exigencias de su trabajo, pierde la posibilidad (quizá á salvadora) del amor, es ejecutado al final y muere «como un perro».
En la siguiente etapa productiva su imaginación se vuelve más libre, sin perder la validez de los modelos o la consecuencia en la realización literaria. En 1916-1917 produce los cuentos publicados dos años después dentro de la colección Un médico de provincia, entre ellos el cuento que da el título.
En éste se retrata el fracaso del médico que no logra reconocer la verdadera «herida» del hombre. Asimismo, el cuento «Informe para una academia», en el que la teoría de la evolución de Darwin se resume en forma sumamente irónica mediante la transición de un solo simio a «hombre». Éste pierde cada vez más su libertad y se ve atado en creciente medida a los aspectos superficiales, proceso en el cual lo castigan duramente los supuestos avances de la civilización. En los cuentos el humor encuentra su sitio, sin menguar por ello la falta de solución a la situación humana.
La impresión del encuentro con Milena da nuevo impulso a su productividad tras un periodo perdido por deficiencias físicas. Trabaja en una forma concisa hasta entonces no lograda y realiza el modelo de la parábola. No obstante, el intento de Kafka por alcanzar la gran forma conduce al intento de escribir una novela más significativa y enigmática: El Castillo (de 1921-1922 y publicada hasta 1926), aunque fracasa en el sentido de que no pasa del fragmento.
En éste el protagonista K. ha abandonado a su mujer e hijo, a su medio acostumbrado y profesión, para atravesar el desierto invernal y convertirse en empleado del conde Westwest. Puesto que llega al pueblo muy tarde, ya no puede desplazarse hasta el castillo. No llegará nunca a él. Todo en la narración reviste un simbolismo: la situación más elevada del castillo; el humilde sometimiento de los habitantes del pueblo frente a los funcionarios más insignificantes del castillo; el hermetismo sin salidas del aparato burocrático del conde, cuya jerarquía y función nadie conoce, ni siquiera los propios empleados.
K. da principio a una lucha sin posibilidades: por el reconocimiento de su empleo; por una conversación con un superior; por la admisión al castillo y el acceso a sus instituciones, lo cual le permitiría reconocer su situación y, de esta manera, a sí mismo.
Cuando no obtiene éxito alguno en esta lucha directa con los poderes absolutos y universales, sino que sólo parece alejarlo cada vez más de su meta, trata de avanzar hasta los poderosos a través de los distintos integrantes de la comunidad pueblerina. Sin embargo, tampoco halla un verdadero acceso a ésta. Los diversos encuentros con los funcionarios, por otro lado, también resultan negativos, porque K. busca lo importante en el lugar no indicado y no se da cuenta de lo esencial.
Nada en el texto y en la obra total de Kafka permite pensar que el escritor haya concebido un final feliz para su protagonista. El mundo nunca puede ser comprendido por el individuo; éste, finito y limitado, no podrá integrarse al mundo felizmente.
Este fragmento muestra la conducta humana dentro del total de los poderes sobreindividuales. La integración en un todo comprensivo no es permitida al hombre en esta vida. Dichas cuestiones se plantean dentro de la cotidianeidad de un pueblito y serían exactamente iguales en otras capas sociales. Por lo tanto, este gran fragmento narrativo contiene un cosmos que eleva los acontecimientos y situaciones comunes a figuras de suma trascendencia, en el sentido parabólico, simbólico y metafísico, mediante la ligera enajenación.
La última fase creativa de Kafka produce el librito Un artista del hambre (publicado en 1924) y las piezas en prosa escritas en forma paralela y no publicadas. La tentativa de dar expresión a un cosmos total se abandona frente a temas más concisos.
Por otra parte, Kafka logra realizar su intención. La expresión artística alcanza un equilibrio perfecto entre lo significativo y lo conceptual. Existe el dominio de los recursos lingüísticos y estilísticos y una nueva libertad narrativa se pone de manifiesto en el humor reservado que ayuda a superar la tensión y el solipsismo de las obras anteriores.
Autor de una sensibilidad inconmensurable, que se detiene ante la eterna interpretación de circunstancias nimias, Franz Kafka representa la encarnada expresión del destino interno de nuestro tiempo. Es un retrato jubiloso, pues en sus obras nuestro mundo se extingue para alumbrar un oculto significado.
En Kafka, cuyo nombre ya figura entre los mejores narradores de la literatura, se muestra la persistencia en el inverosímil ambiente pequeño burgués de la moderna vida ciudadana, junto con un profundo cambio interior y formal de la angustia misma.
Lo dicho: el rock recurrió a Kafka para comprender la transformación personal de sus individuos en el ejercicio genérico; para matizar la experiencia de la metamorfosis expresiva en las obras; lo hizo para mostrar al sistema, sus burocracias y sus (pre)juicios, que lo señalaron culpable de barbaridad, de divulgar la maldad, de imperialista, de satanismo, de anarquía, de antinacionalista, de perversidades infinitas, y todo lo que se le ocurriera a los torquemadas del momento, de un signo u otro (diestro o siniestro). Kafka lo mostró, el rock lo leyó, llevó y lleva a cabo sus batallas, y en medio de ellas descubrió en el autor la lucidez de su pensamiento ante las arbitrariedades sistemáticas de un mundo absurdo.