652. Popol Vuh (La naturaleza y su vigencia)
Al pensar en las actuales circunstancias medioambientales, me asalta con frecuencia una frase que leí hace tiempo: “La naturaleza es una casa encantada”. En estos momentos, escuchando a Popol Vuh, me acuerdo de esas palabras inscritas en una carta de Emily Dickinson.
Qué tanto arte, qué tanto soundtrack cinematográfico, qué tanta poesía sonora, desplegó este grupo para poder estar a la altura de los paisajes descritos por su música, al mismo tiempo arrebatadora y desolada, qué música hicieron tan digna del rumor cambiante del viento en las copas de los árboles, o del puro silencio en el que no suena más que el temblor de las hojas y, en algún momento, las respiraciones agitadas del ascender esforzado del escucha que durante los largos trechos de las piezas no siente que haya ninguna necesidad de palabras.
Hizo falta un conglomerado de artistas, como los integrantes de este grupo, para dibujar con brochazos sublimes y trazos sutiles de tinta las siluetas de lo que nos rodea al salir de las urbes. Hizo falta un sentido místico de la contemplación (taoísta, budista, hindú o maya) para expresar esos paisajes en unos cuantos tonos sintetizados. Toda ella poesía sonora memorable, que valdría para su panorámica general: los montes a lo lejos, la vegetación exuberante, los colores sobrios de la tierra, los episodios del agua.
Sí, escuchando a Popol Vuh se adquiere la conciencia de que la Naturaleza es una casa encantada, que requiere del arte para ser representada.
Popol Vuh fue parte de esa cultura artística que se llamó krautrock, una de las grandes aportaciones de Alemania al desarrollo del rock (a su historia) y de la electrónica. Fue el término para clasificar los originales inicios del género teutón a finales de los años sesenta. Una música que se estructuró con influencias del rock progresivo, de la psicodelia, el folk, la música étnica, así como su gran acercamiento al avant-garde (rama de la música electroacústica experimental de los años cincuenta) y a toda la academia que ha caracterizado a los músicos alemanes de todos los tiempos.
Dentro de tal movimiento, estuvo la escuela de Düsseldorf, cuyo conglomerado artístico se caracterizó por emplear melodías sintetizadas, rítmicas líneas de bajo y prominentes patrones de batería o cajas de ritmos percusión generadas con sintetizadores, secuenciadores o cajas de ritmo. Entre los grupos más conocidos de esta ramificación, figuran: Kraftwerk (aún activo), Cluster, Can, Neu! y Popol Vuh.
Este último fue fundado por Florian Fricke, un pianista y tecladista nacido en Lindau (cerca del Lago Constanza) en 1944. Desde niño mostró grandes aptitudes para la música al ganar un concurso a los 7 años de edad, interpretando a Bach. Luego continuó su aprendizaje de Piano y Composición a los diez, especializándose en las obras de Mozart y Bach.
Ya con 19 años abandonó los estudios clásicos para dedicarse a la experimentación musical, muy influido por las sonoridades y la cultura de la India y del Tibet, por las cuales sentía admiración. Un par de años después conoció al cineasta Warner Herzog, con el que inició una larga amistad y colaboración en la realización de soundtracks para sus películas. (Las primeras: Lebenszeichen en 1967 y Signs of Life,1968, el debut como director de largometrajes de Herzog, a las que siguieron: Aguirre, The Wrath of God, así como Nosferatu, Fitzcarraldo, Cobra Verde, Heart of Glass y The Enigma of Kaspar Hauser).
Mientras esto sucedía, formó al grupo Popol Vuh en compañía de Holger Trülzsch (percusiones) y Frank Fielder (diseño sonoro, ingeniería electrónica y sintetizadores), en 1969. Con el transcurso del tiempo se unirían varios músicos más, con distintos instrumentos.
El grupo escogió su nombre como homenaje al Popol Vuh, el «Libro de la comunidad», texto antiguo de la tradición del pueblo Quiché de etnia Maya ubicado en el altiplano de Guatemala, que recoge las leyendas sobre la creación del mundo, la tradición espiritual de esta población, así como la creencia, según la cual los sonidos particulares pueden garantizar la armonía y el equilibrio de la mente, entre sus múltiples contenidos, en consonancia con nuestra existencia en la Tierra.
Popol Vuh, el grupo, se adhirió al libro del que procede su nombre en el sentido de que la Tierra es definida como una entidad compleja que comprende el suelo, los océanos, la atmósfera y el conjunto de los seres que la habitan. La Tierra está viva y constituye un sistema cibernético autoajustado por una retroalimentación que se encarga de mantener en el planeta un entorno física y químicamente óptimo para la vida.
Hoy, vemos la vigencia de libro y del concepto estético (del grupo) cuando alteramos hilo a hilo la red de los ecosistemas. ¿Cuál será la respuesta de la Tierra? En el libro es clara y espantosa. En la época en que se fundó Popol Vuh, los movimientos de protesta en Europa ya hablaban de ecología y de mantener el diálogo y el acercamiento con la Naturaleza ante las anormalidades que se presagiaban. Con la obra del grupo se mostró que tal diálogo puede existir, aunque no se articule con palabras, y así cada uno de nuestros actos generará una responsabilidad con respecto a nuestro entorno.
El álbum debut, Affenstunde, lanzado en 1970, puede considerarse como una de las primeras obras del Space rock (vertiente del krautrock), presentando los entonces nuevos sonidos del sintetizador Moog junto con percusiones étnicas (fueron los primeros en hacerlo).
Tal instancia continuó con el segundo disco, In den Gärten Pharaos, antes de que Fricke (como líder y compositor) abandonara en gran medida los instrumentos electrónicos como principal herramienta, en favor de composiciones dirigidas al uso del piano y otros instrumentos acústicos desde Hosianna Mantra de 1972, en adelante.
El disco también marcó el comienzo de la exploración de temas con absoluto misticismo y de un esencial sentimiento espiritual. El grupo evolucionó, dentro de este campo, para incluir una variedad de instrumentos: de viento y cuerdas, tanto eléctricos como acústicos, combinados para transmitir un aura confesional y religiosa que hizo que su música fuera abiertamente espiritual e introspectiva.
El tercer álbum, Hosianna Mantra, considerado su obra maestra, profundizó la exploración de aquellos temas. La búsqueda de la armonía entre la música sacra cristiana y el misticismo de la tradición hindú y el esfuerzo de reconciliación entre Oriente y Occidente realizado por el grupo, representan uno de los primeros grandes experimentos de la World music y sus fusiones.
Habría que destacar en este álbum la inclusión en la alineación de la soprano surcoreana Djong Yun, que cantaría con el grupo hasta finales de los años setenta. Con todos sus trabajos el grupo fue influencia para el rock psicodélico, para los grupos de la “nueva música alemana”, el Space rock y la precaria electrónica, anticipando el ambient que encontraría en Brian Eno y Robert Fripp a sus representantes protagónicos
El estilo de Popol Vuh, difícil de clasificar en una sola etiqueta, a pesar de que todos sus trabajos mantuvieron una coherencia en la sonoridad, y la permanencia de instrumentos que lo caracterizaron. Todo ello bagaje de Florian Fricke; compositor, arreglista, multiinstrumentista e ideólogo (con cuyo fallecimiento, el 29 de diciembre del 2001, la banda se desintegró). Esto fue evidente en todos sus discos, desde In den Garten Pharaos, Hosianna Mantra, Herz aus Glas, Bruder des Schattens, y el largo etcétera que le siguió.
La visión de Fricke fue notoria en la creación de atmósferas, en momentos densas y en otros, livianas y paradisíacas, de trance y espiritualidad, gracias a las muy bien cuidadas secuencias del sitar, la guitarra eléctrica o los sintetizadores, que provocaron un fondo en todas sus creaciones, casi como un muro u horizonte, sin menospreciar los silencios que abrían el espacio y proporcionaban los descansos necesarios.
Fricke, al frente de Popol Vuh, manejó genialmente los movimientos, en cada una de sus composiciones, permitiendo ver la luz de los claroscuros que generaba con las notas. Finalmente, toda su discografía es magistral que, aunque evolutiva, no pierde tal hilo conductor, lo que permite situarla como una sola gran obra, compuesta en varios grandes movimientos.
Popol Vuh influyó en muchas otras bandas europeas con su instrumentación excepcionalmente suave pero elaborada, que se inspiró en la música del Tíbet, África y la América precolombina. Con la música a veces descrita como «etérea», crearon paisajes a través de novedosas paredes sonoras y, por lo mismo, son considerados, como ya dije, precursores de la World music, así como de la New age y el ambient, en diálogo permanente con la Naturaleza.