628. África: Un continente musical

Por Sergio Monsalvo C.

Lo llaman el Continente Negro. Algunos estudiosos hasta apuestan que de ahí surgió el ser humano; otros muchos a ciencia cierta afirman que ahí nació el lenguaje, el baile, la sensibilidad que caracteriza al homo sapiens y, por si fuera poco, la música.

La música como manifestación de la especie en su interpretación del cosmos; la música como forma de ver la vida, la naturaleza y para relacionarse con ambas. Ese lugar es uno de los cinco continentes del mundo: África. Pero ¿qué es África?

África es un continente que mide más de 30 millones de kilómetros cuadrados, o sea, que equivale a 15 veces la superficie de la República Mexicana, por ejemplo. Una geografía llena de cadenas montañosas, ríos, desiertos, lagos, cataratas, volcanes como el Kilimanjaro y cuencas enormes.

Su clima en general está determinado claramente por la línea ecuatorial y se distingue por su calor constante, lluvias continuas y densa vegetación. La zona desértica, en el Sahara y Kalahari, por el contrario: diferencias de temperatura y casi nula vegetación.

África ha sido mal conocida a lo largo de la historia, y de esa generalización sólo puede exceptuarse la parte septentrional, cuna de las viejas civilizaciones egipcia, cartaginesa y de la Mauritania, que comprendió los territorios de Marruecos, Argelia y Túnez. Todos ellos bajo el común denominador de la religión mahometana, mientras que el resto del continente seguía sometido a sus particulares emperadores negros.

A partir del siglo XVI, sobre todo, los países colonizadores europeos comenzaron las incursiones, atraídos por el infame mercado de esclavos. Cuestión que continuó hasta ya muy entrado el siglo XIX.

Principalmente como víctima de la esclavitud, el hijo de África no sólo ha brindado una contribución artística de singular magnitud en los territorios de lo folkórico y popular, sino que, si echamos un vistazo al panorama de la música universal para comprobarlo, tanto en Oriente como en Occidente encontraremos sus influencias manifiestas.

Y no sólo en la música el hombre africano ha dejado su huella cultural. También en los aspectos literarios ha mostrado su actitud y forma de ver las cosas. Leopold Sédar Sengher, por sólo mencionar un ejemplo, es uno de los más importantes poetas negros de nuestros días. Este escritor senegalés se ha postulado como defensor de la negritud a través de su poesía:

¡Mujer desnuda, mujer negra/ Vestida de tu color que es vida, de tu forma que es belleza!/ Bajo tu sombra crecí, la dulzura de tus manos vendaba mis ojos/ Y resulta que en el corazón del estío y del mediodía te descubro/ tierra prometida, desde lo alto de un alto cuello calcinado/ y tu belleza me fulmina en pleno corazón como el centelleo de un águila…

El hombre negro, históricamente más que ningún otro, ha sufrido la discriminación. El continente africano, por siglos sometido a los lineamientos de los países colonizadores, ha permanecido inmerso en tan canalla actitud. Es quizá hasta el siglo XX que líderes políticos y religiosos lograron argumentar a nivel mundial por causa de la independencia, de la igualdad de derechos.

Muchas veces a costa de la libertad individual y del genocidio. Pero, como escribiera la laureada Premio Nobel de Literatura 1993, Toni Morrison, autora negra: «¿Cuánto se supone que soporta un negro? ¿Cuánto? y ¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?…»

El Tercero y Cuarto Mundos se descubren y se expresan a través de su voz. Ya se sabe que esto no es homogéneo y que todavía se encuentran dentro de ese mundo de pueblos sometidos otros que han adquirido una falsa independencia, algunos que luchan por conquistar su soberanía y otros más que viven bajo la amenaza constante de la agresión colonial o religiosa local.

En el continente americano, por demás ha sido generosa la aportación musical del negro. De modo que no constituye un hecho azaroso que haya ejercido una profunda, dilatada y benéfica influencia en la creación estética de todos los países americanos.

A medida que se penetra en los complicados vericuetos de la historia social, política y cultural del hombre africano, tanto en cualquier país de América como en distintas partes de Europa, surgen las figuras más insólitas. Porque no cabe duda de que el negro se hace presente a cada instante, de manera inesperada, en todos los terrenos de la actividad humana y en todas las épocas.

Los intérpretes de la música popular africana orientados hacia un diversidad estilística, de fines del siglo XX y proyectados hacia —por lo menos— las primeras décadas del XXI, han encontrado tres maneras de producir una forma artística contemporánea viable y en contacto con la población en general.

Esto ocurre por medio de la progresiva africanización, es decir, la dilución de las influencias externas en géneros que surgieron como imitación de los extranjeros; en segundo lugar, mediante el empleo creativo de la retroalimentación recibida de toda América en forma de música de baile; y, finalmente, al continuar la antigua tradición africana de la música de protesta.

Estas tres formas de recuperar la autonomía cultural, tamizadas por las sonoridades contemporáneas y de vanguardia, cobraron mayor importancia y se emplearon de manera más consciente en los años noventa, debido al ánimo de reforzamiento de lo cultural que inundó a las nuevas naciones africanas independientes, así como a la búsqueda de las «raíces» africanas, llevada a cabo por los artistas negros de América, principalmente por los afroamericanos de los Estados Unidos.

El proceso africano de transculturación del «Ciclo Atlántico» (ése que va incansable e ininterrumpidamente de África a América y de vuelta, y que se enriquece en ambos sentidos a través de la historia), además de verse acompañado por la creación de una música standard, también encierra la influencia catalítica ejercida por la cultura importada al engendrar una fértil escena musical en cada región.

Aquí también entra en juego el factor geográfico cuando en un país africano se desarrolla un género de música popular a partir de la asimilación cultural, la cual a la postre se extiende por otras naciones del continente, dando a luz a variantes locales secundarias.

Sin embargo, al crear estos géneros los africanos recuperan a su vez los recursos locales de los que ellos mismos disponen. Esto ha conducido a la explosión de gran número de estilos, los cuales a la postre viajan de nueva cuenta hacia los cuatro puntos cardinales para repercutir en otras formas de musicalizar diversos géneros por el mundo.

One thought on “628. África: Un continente musical

  1. Siempre sera muy triste la forma en que la cultura africana llego al otro lado de continente y invaluable su aportación cultural. África es una mezcla de alegría y sufrimiento y su gente lo transmite a través de sus voces llenas de espiritualidad.

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