613. The Beatophonics: Licor Evocativo
Todos sabemos que la felicidad es absolutamente escurridiza pero la alegría lo es menos, y su tenencia (estar o manifestarse con ella) resulta tan exultante como la posesión de pepitas de oro. El valor es casi semejante, dada su escasez. La alegría es una de las emociones básicas del ser humano, aunque no dependa de él, ya que puede presentarse de manera circunstancial tan inopinadamente como desaparecer igual, aunque a veces se le pueda invocar con algún resultado.
La aparición de la alegría –la abstracta– se da a través de la memoria, de imágenes, sonidos, olores o situaciones del presente, a discreción de quien la convoca. Un buen recuerdo, un buen encuentro, ejercitando los sentidos, son claves para lograrlo, aunque se puede correr el riesgo de caer en el abismo de la nostalgia y ese ya sería otro cuento.
En la historia de música contemporánea, se descubrió un gran filón de alegría hacia la mitad de la década de los sesenta del siglo XX, cuando apareció bajo la forma del Mersey beat.
Mersey beat fue el nombre original con el que el sonido de los grupos pop ingleses de los años sesenta se dio a conocer, por primera vez, a nivel internacional. Al trascender las fronteras británicas pasó a ser la British Invation u “Ola Inglesa”. Y desde entonces su esencia no ha dejado de aparecer de tiempo en tiempo bajo etiquetas diversas (actualmente a dicho estilo se le conoce únicamente como Beat).
En su origen, la denominación “Mersey beat” surgió debido al río Mersey que surca aquellos lares, por un largo estuario de 113 kilómetros, y que tiene como uno de sus puertos principales a la ciudad de Liverpool, la cual, junto con Manchester, fue afluente de tal corriente musical.
El Mersey beat integró todas las formas del rock conocido hasta entonces; todo lo que se escuchaba procedente de los Estados Unidos, así como los bailes novedosos y los fugaces hits musicales que se sucedían de manera imparable. Era el sonido de los adolescentes que recién habían descubierto el pop y la música negra allende el Atlántico.
Luego lo pasó por su propio molino y el sonido se hizo más moderno, la electricidad espesó a las guitarras que reprodujeron los hits de moda estadounidenses. Bajo esta alquimia el Mersey beat fungió como crisol. Y los Beatles fueron el mayor estandarte.
“Tengo la impresión de que el mundo fue igual desde mi nacimiento hasta que los Beatles comenzaron a cantar”, escribió, por entonces, el Premio Nobel Gabriel García Márquez.
Efectivamente, ellos trastocaron la conservadora normalidad preponderante (esa generalización de la vida con sus papeles específicos de género, sociales, económicos y políticos a la postre). Aquel comienzo de la década de los sesenta, en que encabezaron la corriente, tuvo su arranque con el lanzamiento de Please Please Me, que puso en tela de juicio todo lo anterior y mostró nuevos caminos y retos para todos y para todo.
Los Beatles –cuyos integrantes eran originarios de una gris ciudad portuaria del occidente inglés: Liverpool– iniciaron sus andanzas como grupo de rock & roll y rockabilly, haciendo versiones de Carl Perkins, Little Richard, Chuck Berry, Buddy Holly, etcétera (sus influencias iniciales, como las de todos los grupos de aquella ciudad), pero al incorporar a su repertorio lo aprendido del soul de Tamla Motown, el twist, el skiffle británico local, las piezas instrumentales y los fugaces hits musicales que se sucedían de manera imparable en las jukeboxes de sus lugares de reunión, encabezaron el sonido del Mersey beat.
El grupo reunió todas aquellas formas y bajo dicha alquimia –y de manera imperceptible– su música transformó el entorno. Aunque ellos rápidamente la abandonaron y la llevaron entonces hacia caminos insospechados, inéditos y definitivos, en donde se mezclarían a futuro todavía más elementos. La evolución los llamaba, mientras otros iniciarían la andanza bajo su rubro y consolidarían el beat en los siguiente años, bajo el nombre de la mencionada British Invation u Ola Inglesa.
La “Ola Inglesa”, en su vertiente del Mersey beat fue un acontecimiento crucial en la historia del pop y el rock, produjo una música ambivalente cuya aportación ha perdurado e influido en diversos géneros por casi seis décadas. Y no sólo la de los Beatles (que la comenzaron y elevaron de nivel), sino también la de valía sustantiva como la de los Dave Clark Five, Searchers, Swingin’ Blue Jeans, los Herman’s Hermits o Gerry and the Pacemakers.
Todos ellos parecen hoy las reliquias de una fiebre de la que los consumidores no se han recuperado desde entonces –el britpop, el neo-garage y el revival lo-fi son sus manifestaciones más recientes–. La razón por la que aquellos grupos sesenteros despiertan la curiosidad es que, en términos generales, su música se trata de la expresión perfecta de la estética pop. Su encanto radicó de manera precisa en lo voluntarioso de su alocado entusiasmo. Un dulce para los oídos hecho de semillas de alegría.
Los ingleses lo lograron en parte al desenterrar música pasada por alto, olvidada o desechada por el público estadounidense, la cual reciclaron otorgándole una forma más resplandeciente y despreocupada. El hecho de que parte de esta música haya sido escrita e interpretada originalmente en la Unión Americana aseguró más la cosa. Paradójicamente, esos rescatistas musicales se convirtieron en un éxito de proporciones fenomenales al “invadir” las costas estadounidenses.
Incluso la versión de dicho Mersey beat más mustia y debilucha expresaba al menos la promesa o el anhelo de que tanto los intérpretes como el público pudiera soltarse, moverse y salir desbocado a correr por las calles, lo cual desde luego ocurriría más adelante con grupos mejor dotados (Rolling Stones, Kinks, Animals, Yardbirds, Zombies, etcétera).
En la actualidad, representando tal sonido están The Beatophonics (quienes arman el soundtrack de esta emisión), grupo danés fundado en el 2010, pulido, cremoso, muy placentero al oído y absolutamente embriagador con su licor evocativo. Hay alternancia en las voces principales, como mandan los cánones del género. Hay armonías vocales infinitas, celestiales, irreprochables. Hay estribillos candentes como para dejarlos marcados en la piel, para siempre.
The Beatophonics son: Flemming Koch (voz y batería), Rasmus Schrøder (voz y bajo) y Søren Koch (voz y guitarra). El trío era miembro de una banda-tributo a los Beatles: Beat the Meetles. El grupo nació en un concierto especial que recreaba la única actuación (el 4 de junio de 1964) del Cuarteto de Liverpool en Dinamarca.
Sin embargo, como su set era muy limitado aquella noche, optaron por ampliar el repertorio tocando las canciones de otros grupos beat, y a partir de ahí surgieron como The Beatophonics. A la par de los Beatles, The Zombies (banda a la que se ha sumado Søren Koch tocando la guitarra), Hollies, Kinks, The Easybeats, Small Faces, Roulettes, Action, The Smoke, y otros grupos de fugaz pasado, todos fueron recuperados por el trío y por su afición al coleccionismo espiritual. Dicho conglomerado fue la inspiración que hizo del beat el eje de su labor.
“Escribir y tocar lo que realmente disfrutamos más, grabarlo de la manera que pensamos que debería sonar en nuestro propio estudio -¡en monoaural!- y lanzarlo en nuestro propio sello es divertido, una alegría enorme, y a la gente, además incluso parece gustarle lo que estamos haciendo”, según sus palabras, y desde entonces ya llevan tres muy solicitados discos en su haber.