609. Beatles: For dummies (VI)
La aparición del disco Abbey Road, en 1969, fue un acontecimiento extraordinario e inesperado, dadas las circunstancias en las que se encontraba el grupo y su entorno, luego de su regreso de la India. La molestia, el desdén y la dejadez eran el pan de aquellos momentos y corroía ya los cimientos del cuarteto mismo. Era evidente que las cosas ya no eran como antaño, el trabajo en mancuerna de Lennon y McCartney había dejado de funcionar como tal. Todo era nebuloso.
Pese a todo, se obró el milagro una vez más y lograron sacarlo a la luz. Hubo canciones de John y hubo canciones de Paul, pero también de George y hasta Ringo aportó lo suyo (“Octupus’s Garden). Las cuales, a pesar de la maraña anímica, demostraron que la grandeza aún los acompañaba y muchas de ellas pasaron al apartado selecto: “Come Together”, “I Want You” (Lennon); “Oh!, Darling”, “She Came in Through the Bathroom Window”, “Golden Slumbers” (McCartney); “Something”, “Here Comes The Sun” (Harrison).
Abbey Road fue un aparato cultural que (aparte de sus maravillas sonoras), ubicó para siempre en la imaginería colectiva a la compañía y a los estudios de grabación en donde los Beatles habían creado sus tesoros. Los investigadores y los visitantes selectos habían podido comprobar los testimonios (y graffiti escritos por ahí) de ingenieros y técnicos que colaboraron en la confección de los álbumes en aquel tótem de la industria. Al igual que la corroboración de la tecnología utilizada en los afamados estudios 2 y 3 de la misma (muy poco desarrollada hasta entonces).
Asimismo, y además de su componente musical, el álbum se convirtió también en un referente gráfico que elevó el nombre de una calle a la categoría de leyenda; a su cruce de caminos (la zebra) en un tabernáculo visitado por miles y miles de turistas y de fans año con año desde entonces; la unción a la calidad de mito del ropaje y el orden de aparición de los miembros del grupo al cruzarlo caminando, incluyendo su simbología y la fabulosa mentira sobre la muerte de Paul. A pesar de todo, el núcleo generador de todo ello ya estaba roto.
Let it Be fue la última estación, pero ellos han continuado, de una u otra forma, en la ruta (aún muertos). El adiós del grupo fue grabado por las cámaras para un documental patético del mismo nombre (El filme de Michael Lindsay-Hogg muestra a los cuatro en pleno proceso creativo y dejó entrever las disputas que los enfrentaban).
El 10 de abril de 1970 se públicó un comunicado tajante de McCartney: abandonaba a los Beatles -«por diferencias personales, musicales y de negocios»- y el grupo dejaba de existir. «No volveremos a tocar juntos», dijo. Su último disco era, pues, Let it Be, pero la situación ya era tensa desde Abbey Road. En 1969 habían dado su último concierto en el techo de su compañía discográfica.
Desde siempre había habido una rivalidad (algunas veces perversa) en la relación entre Paul y John. Pero ello fue parte de lo que los hizo ser brillantes juntos: compitiendo para conseguir logros artísticos mayores. La amistad los mantuvo unidos mucho tiempo, pero la presión de la fama llegó a un punto que los hizo comportarse de manera lamentable.
En las postrimerías de su carrera los Beatles se sentían atrapados. Habían decidido no hacer conciertos en directo porque no se escuchaban los instrumentos, apagados por los gritos de la gente. Se apartaron del foco público y crearon su propio mundo. Cuando se llevaban bien no había problema, pero cuando arreciaron las tensiones aquello se convirtió en una tragedia.
De hecho, el resultado estrictamente musical de las sesiones del Let It Be eran canciones muy buenas, pero no cumplían con los estándares de sonido que ellos mismos se habían propuesto mantener. El disco no estaba desechado todavía, pero las piezas no conseguían sostener un disco que consideraran publicable.
El grupo había estado reuniéndose para regrabar algunas de aquellas canciones, intentando encontrar el balance adecuado, pero seguían sin estar convencidos de que el resultado mereciera la pena. Como consecuencia, el desinterés era creciente. Lennon ni siquiera acudió al estudio cuando volvieron a trabajar en “I Me Mine”, de Harrison.
El grupo estaba desapareciendo y sus miembros parecían más ocupados en sus respectivas grabaciones como solistas. El último intento de rescatar aquel disco perdido fue entregárselo al legendario productor Phil Spector –en detrimento de George Martin– para que lo convirtiera en algo digno de comercializar. Esto fue sin duda iniciativa de Lennon, quien más lo admiraba (de hecho, lo había contratado como productor de alguno de sus primeros singles bajo su nombre). La idea era conseguir algo parecido para el disco estorboso. De todos modos, a ninguno de ellos le importaba mucho.
Cuando Spector presentó el resultado, las canciones estaban recubiertas de capas y capas de orquestación, algo que horrorizó a McCartney, pero Lennon lo aprobó como una manera de rescatar el material.
En cualquier caso, los Beatles ya habían dejado de existir, poco antes de que el penúltimo disco que habían grabado se editara como su último álbum oficial, Let It Be. Poco después se estrenó el documental, que pese a su pésima calidad cinematográfica permitía que el público entendiera el porqué del fin.
(Curiosamente, el disco considerado por ellos mismos como su peor trabajo, es actualmente un clásico, al igual que muchos de sus temas. Incluso se ha convertido en objeto de homenajes, como el que le dedicó el grupo esloveno Laibach, que lo reprodujo íntegramente como parte de su discografía)
Buena parte de la magia de los Beatles había consistido en que, aunque aportaban piezas por separado, las habían trabajado juntos. Los arreglos propuestos por ellos cuatro, y por George Martin, habían elevado casi cada canción por encima de lo que hubieran conseguido por separado. Pero aquella necesidad de creatividad compartida se había extinguido. Ya no tenían ganas de trabajar juntos.
La esencia fundamental del rock, su savia, es la intuición. Y a ella se remitió para cambiar las cosas, para innovarlas. La era Beatle había llegado a su fin y en este sentido hubo varias clases de innovación: algunas consistieron en cambiar de respuesta (o sea: evolución) y, otras, que llevaron a cambiar de pregunta (o sea: una revolución). De ellas echó mano el género para enfrentar el fin de algo y el comienzo de otra cosa.
La historia de los Beatles cuenta con muchos comienzos y hoy –tras cinco décadas de su desaparición— aún no tiene un final.
En la mitología griega existió un tiempo dominado por los Gigantes, criaturas que se caracterizaron por su estatura y fuerza excepcionales. Y así como en aquella época para tal cultura el acontecer cotidiano regía por tales circunstancias la evolución del mundo, en la nuestra la historia del rock está compuesta fundamentalmente por sus mitos y entre éstos, uno de los más grandes ha sido el de los Beatles.
La década exacta en la que existieron como grupo (1960-1970) estuvo regida por ellos. Fueron los gigantes de su momento y la estela de sus actos y su desaparición como grupo, como la de sus semejantes griegos, permanece aún entre nosotros y no se le ven trazas de dejar de hacerlo en el futuro cercano.