569. Murmullo en extravío (Lost in traslation)
Decir adiós es un hecho humano que siempre ha tenido su propio drama. Puede ser traumático, heroico, trágico, épico o romántico, entre otras cosas. El cine lo ha retratado muy bien y poéticamente en muy diversas películas. Casa Blanca es quizá el mejor ejemplo de ello en lo que al siglo XX se refiere. Y la muestra del comienzo de la nueva centuria es sin duda Lost in Traslation.
Lost in Traslation fue la segunda cinta de Sofia Coppola, quien lo escribió y dirigió. La película fue una coproducción japonesa-estadounidense que se realizó en el 2003 y ambientada en Tokio. Estuvo nominada para varios premios y ganó un Óscar al Mejor Guión Original. En ella se invirtieron 4 millones de dólares para al final recaudar cerca de 120.
Una muy sucinta sinopsis señala a Bob (Bill Murray), un actor maduro en pleno declive que se ve obligado a viajar a la capital nipona por trabajo. Tiene que rodar anuncios de un licor y la parafernalia que eso conlleva (entrevistas y publicidad a lo japonés).
En el ínterin se encuentra con Charlotte (Scarlett Johannson) una joven mujer que se hospeda en el mismo hotel con su esposo, un famoso fotógrafo que trabaja durante todo el día, y el cual no le presta mucha atención.
Bob, a su vez, casado de muchos años, sostiene con su esposa fríos, absurdos y distantes diálogos por teléfono. Bob y Charlotte comienzan a compartir sus soledades y desvelos en una ciudad que les es totalmente ajena. Viven momentos, noches y diversión, con fecha de caducidad.
Él debe volver pronto a los Estados Unidos. Sin embargo, la relación se establece sutil en medio de aquella atmósfera difusa, desorientada e irreal. Se sienten unidos por la soledad, el insomnio y por una nebulosa sensación de comprensión a pesar de ser extraños.
Al final él debe volver y en un adiós callejero y populoso comparten un murmullo que mantiene su misterio y extravío hasta nuestros días. Desde entonces, aquellas sugestivas imágenes han generado toda clase de interpretaciones.
El susurro de él al oído de ella se ha convertido en piedra de toque para la especulación más diversa debido a su opacidad. Desde la fáctica despedida como punto final hasta un futuro romántico y sublime que los redima a ambos de su orfandad emocional.
En todo ello cabe lo que se llama la realidad distorsionada, simulada o la ilusión. Depende de cada quien. Aquí, esa realidad no pretende registrar el hecho tal cual fue (dada su ambigüedad), sino hacerlo como el espectador lo imagina. Y ahí, en ese punto, ese susurro dentro del bullicio tokiota es donde cobra su real significado el título del filme.
Hay personas que escuchan decir que la ama. También las hay que seguras que aquel tipo en plena crisis (de edad, de trabajo, de existencia) le asegura al oído que jamás olvidará su sonrisa o su mirada triste, o también quienes oyen las palabras que desearían ellas mismas recibir en una situación semejante. La fuerza de la ilusión sobre la realidad.
Si aquella lejana Casablanca heredó un último diálogo épico, sin fisuras, Lost in Translation, más cercana en el tiempo, por su parte, lega todas las posibilidades de tal siseo.
Y ambas a su vez, igual sensación dolida y hermosa al mismo tiempo del adiós. La primera legó una canción memorable (“As Time Goes By”); la segunda el soundtrack de toda una atmósfera sonora.
Dicha atmósfera tiene un nombre: dream pop. Éste es un subgénero musical indie, derivado del rock alternativo y con diversas ramificaciones (que van desde los Coctau Twins hasta Coldplay, pasando por muchos otros).
Se caracteriza por su estilo suave, de ritmo lento, atmosférico y ensoñador, propiciado por el uso de guitarras con diversos y graduados efectos, casi sin distorsión (del eco al delay), lo cual crea un ambiente de sonidos tan melancólicos y tristes como bellos.
Todo ello en busca de resultados raros y emotivos, de atmósfera espacial nebulosa. Porque eso sí, el subgénero destaca por su apabullante emotividad, por la instigación de la temática melancólica –se convirtió en una elaborada gama de exploración de los traumas generacionales desde la (sobre) información al escrutinio de la identidad.
Dentro del rock, como del romanticismo del cual deriva su espíritu y esencia, la confusión es una virtud apuntalada por todo un sistema de argumentos filosóficos acerca del yo, del mundo y el cambio que lo constituyen. En el más puro canon romántico.
La selección de esta música por parte de Sofia Coppola para su película y la participación de Kevin Shields (mente maestra de My Bloody Valentine, grupo puntal del subgénero, entre otros) en el armado del soundtrack de la misma, contribuyeron a elevar el murmullo a la categoría sublime de la sonoridad.
Y al Adiós a una forma de arte abierto a todas las posibilidades, como todo buen arte (con Bob acariciando el pelo de Charlotte, y ella parada de puntas, con los ojos llorosos abrazada a él, y luego el murmullo y el beso, que dan paso a unos acordes, como latidos del corazón, que evocan el muro de Spector en “Be My Babe”, otra pieza perfecta, como esta película).