554. 1971 / II (Obras que cumplen 50 años)

Por Sergio Monsalvo C.

Hay discos que jamás dejan de llamar la atención. ¿Por qué? Porque son clásicos. Pero ¿qué es lo que los convierte en clásicos? Actualmente, cuando la capacidad de atención es tan limitada y fragmentaria: los álbumes clásicos proponen el desafío y la recompensa de una atención que se mantiene alerta a lo largo del tiempo (tanto del que dura la obra, como del transcurrido desde su realización), de un placer que es más profundo precisamente porque no se agota en la fruición instantánea. La modernidad de la vigencia es lo que se dice de un clásico.

TAGO MAGO
CAN

Can fue el grupo de rock de vanguardia más longevo e imaginativo de Alemania, junto con Kraftwerk, y sus miembros (Irmin Schmidt, Holger Czukay, Michael Karoli, Jaki Liebezeit, Damo Suzuki, Malcolm Mooney, entre otros) desempeñaron un papel crucial en el establecimiento del país germano como uno de los principales centros de producción de la música electrónica en los años setenta.

Con antecedentes como músicos de jazz y clásicos —el tecladista Schmidt y el bajista Czukay estudiaron con el compositor Karl Heinz Stockhausen—, la aspiración de Can era producir música verdaderamente moderna basada en los componentes del rock, lo cual iba muy de acuerdo con el espíritu de la época en que se fundó, 1968.

Can: nombre y concepto se erigieron quizá en la piedra angular más importante de prodigiosos diez años para el desarrollo de la música (1968- 1979). Tiempo en que la cultura rockera supo asimilar otras formas sonoras y crear una gran historiografía con sus diversidades.

Can contribuyó al big bang de tal universo de masas sonoras con los recursos de los elementos electrónicos, étnicos (exteriores a su país) y la primigenia idea del trance. En la música que sus miembros preconizaban hubo espacio para muchos géneros.

Lo hubo para las escalas del jazz, la World music, la música concreta y otras vanguardias sonoras; para la experimentación, la búsqueda y uso de una nueva instrumentación y, sobre todo, para el espíritu inquieto del rock. Fueron músicos que siempre le dieron su lugar a la música popular (emanada tanto de los centros culturales más preponderantes, así como de los excéntricos) que tenía influencias de las raíces, del blues, del rhythm and blues y del pop.

Bajo cada obra suya, ubicada hoy en el fértil campo electrónico del cual fueron precursores, es notorio encontrar las huellas de esta actitud estética. Con ella pudieron abrir otros horizontes al laborar con tales materias primas, esenciales y reconocibles.

La inquietud artística de estos músicos los condujo a saltarse las fronteras y a hacer exploraciones casi antropológicas por parcelas tan disímbolas como el tango, la rítmica afrocaribeña, jamaicana, la música africana, árabe o la sínfónica y el hard rock, por mencionar algunas).

Radicado en Colonia, el grupo grabó álbumes para las compañías Liberty y United Artists, entre ellos Tago Mago (1971), para muchos, incluyéndome a mí, su obra maestra.

ELECTRIC WARRIOR
T. REX

“He logrado sintonizar el canal mental que hace que una grabación pueda convertirse en un éxito. Al comenzar la nueva grabación supe que podría escribir un número uno”. Dijo Marc Bolan antes de iniciar las sesiones que conformarían Electric Warrior en 1971. Era la seguridad de quien ha encontrado finalmente la ruta a seguir y se afianza en ello.

La confirmación artística de Marc Bolan (del folk, al mod y el hippismo) transitó desde su evocación desde El Señor de los Anillos y el trato con leyendas, unicornios, magos y sonidos progresivos, muy en la órbita de la ciencia ficción en su etapa como Tyrannosaurus Rex, hasta convertirse en una estrella y mito del rock como T. Rex (nombre acortado), con un álbum señero: Electric Warrior.

Esta obra es considerada como la iniciática del glam rock y una de las más importantes de este subgénero musical, que con el paso del tiempo los medios especializados han anotado regularmente en sus listas de los mejores álbumes musicales de la historia del rock.

Pero su influyente estela no ha sido únicamente en el glam, sino también en el hard rock, el power trio, el proto punk y la New wave, entre otras ramificaciones del género, con su poesía mística electrificada y sus sesgados o explícitos comentarios hacia ambiguas referencias sexuales dentro de las canciones.

En todos los estilos contribuyó a enriquecer su acervo, además de cultivar diferentes modos de abordar la vida. Fue un icono cultural y un creador musical de referencia obligada, no obstante que en su breve lapso artístico su manto estético se restringió a la Gran Bretaña, pero tras su muerte comenzó a filtrar su influencia en otros lares.

LED ZEPPELIN IV
LED ZEPPELIN

El blues le ha brindado al rocanrolero a través de la historia la ruta musical hacia lo primitivo, ese hito que consistentemente ha permeado su romanticismo esencial. De ahí se desprende de manera atingente la mitología que atribuye al blues el origen del rock.

No obstante, el blues no concuerda a la perfección con dicha noción romántica de lo primitivo; por lo tanto, el rock ha hecho al blues de acuerdo con su propia imagen. Uno de tales momentos se dio cuando surgió una nueva propuesta en este sentido: el heavy blues a cargo de Led Zeppelin.

En sus grabaciones queda patente cómo este grupo inglés marcó su huella perenne al utilizar al blues de la misma manera como Picasso y Jackson Pollock usaron las máscaras tribales en su arte: como catalizador para completar la transformación de las ideas románticas sobre lo primitivo en un nuevo arte universal.

El catalizador, como se sabe, es siempre necesario para inducir la reacción, aunque no constituya un auténtico elemento del resultado. Los británicos del dirigible utilizaron el catalizador bluesero para proyectar su nuevo sonido al mundo.

Led Zeppelin adaptó el blues a su propia noción de lo musical. Al control que necesariamente implica la idea del primero, ellos le abrieron las compuertas para que no fuera incompatible con su propuesta de energía eléctrica pura. Luego de Led Zeppelin, las visiones usuales acerca del blues por parte de los no negros, aspiraron a una intensidad apasionada y a una convicción muy distinta de los originales.

En la música de los británicos la mezcla de lujuria, patetismo y humor presentada por el blues original se tornó una misión de intensidad kamikaze. Todo ello queda explicado de manera clara y directa en su álbum Led Zeppelin IV (por reconocimiento general a falta de otro), producido atingentemente por uno de sus principales protagonistas, Jimmy Page (uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos y un artista reivindicativo, minucioso y perfeccionista).

En esta grabación escuchamos a un grupo al que no le interesa la popularidad sino su propia estética (no publicaban singles, ofrecían el trabajo minucioso de un álbum completo, un concepto). En aquel momento el Zeppelin expone de manera rica, pesada e intensa con el blues y el rock (“Black Dog”, “Rock and Roll”, “When the Levee Breaks”), además de presentar varias canciones acústicas con sonidos distintos aún poco recurrentes en ese entonces: el folk británico y celta (“Going to California” y “The Battle of Nevermore”, con influencia lírica directa de J. R. R. Tolkien), la balada rockera (con un tema que entretanto se ha convertido en legendario: «Stairway to Heaven»).

El grupo quería ampliar horizontes a otro tipo de sonidos de cuerda y adentrarse en terrenos más vanguardistas. Quería cambiar el panorama, dar un paso adelante con respecto a lo que se hacía y llegar a desarrollar más cosas no puestas en práctica anteriormente.

Fue la época en que el Led Zeppelin alcanzaba sin problema alguno las cumbres más altas, con una mochila cargada de un metal precioso, cuya pesada levedad (vaya el oxímoron) y maleabilidad sin par lo hizo un grupo único. Un disco clásico imprescindible.

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