505. Don Van Vliet: Bogar con pinceles
El Capitain Beefheart nació el 15 de enero de 1941 como Don Vliet en Glendale, California. Posteriormente agregaría el “van” a su apellido, con la afirmación de haber sido, en una vida anterior, un artista neerlandés amigo de Vincent Van Gogh, con el que pintaba en la campiña pero que nunca consiguió terminar sus lienzos, por distintas y misteriosas causas.
De muy pequeño Don creaba bizarras figurillas de barro, lo cual le valió la invitación de una academia de arte de Los Ángeles a los 11 años de edad. Una vez ahí, el artista portugués Antonio Rodrígues se convirtió en su maestro.
(Éste era un creador marcado por el constructivismo abstracto que se expresó en la escultura con los más variados materiales: yeso, bronce, madera, mármol, piedra, hierro policromado, hierro recuperado, así como en una pintura marcadamente abstracta y con trazos claros de un minimalismo contemporáneo).
No obstante, al anunciar éste que deseaba enviar al joven a Europa para estudiar arte, los padres de Don se opusieron y prefirieron cambiar de domicilio. Se mudaron al pueblito de Lancaster, en pleno desierto de Mojave.
Pretendían sustraer de esta manera a su vástago de la perniciosa influencia del ambiente artístico de Los Ángeles, sin sospechar que motivarían así el encuentro del joven con un personaje cuyo papel resultaría determinante para su futura carrera: Francis Vincent Zappa, hijo de un inmigrante chipriota y el gran tótem de la disidencia rockera.
Zappa evocó frecuentemente su primer encuentro con Beefheart: “Un día, a la salida de la universidad ofreció darme un ride a mi casa. Iba vestido de negro, ya usaba la barbita de chivo al estilo de Dizzy Gillespie y manejaba un Oldsmobile Holiday 88 Coupe modelo 1949, con un hombre lobo esculpido sobre el volante”.
Beefheart tocaba la armónica y el saxofón con varios grupos locales, sobre todo The Blackouts y The Omens. Se reencontró con Zappa en Cucamonga, donde éste componía música para películas de serie B.
De acuerdo con la leyenda sobre el origen de su nombre, al recorrer el desierto tuvieron la idea de formar un grupo, The Soots (cosa que no sucedió), y de hacer una película intitulada Captain Beefheart Meets the Grunt People (jamás realizada).
Lo único que lograron hacer juntos fue el álbum Trout Mask Replica, en donde Zappa fungió como productor, y la colaboración del Capitán en el disco Bongo Fury con The Mothers of Invention.
Luego llegó la era del rock británico y Beefheart fundó la Magic Band. Con él al frente, equipado con una voz ubicada en algún lugar entre Howlin’ Wolf y Max Schmeling y vestido con abrigo largo de piel negra, calzado con botines cordobeses y el pelo largo. El conjunto pasaba, precisamente por el aspecto de su líder, por una agrupación inglesa de rhythm and blues.
Sus primeras grabaciones no correspondieron a las expectativas de los ejecutivos: “Sin potencial comercial”, dijeron.
Las cintas exponían las influencias profundas de Beefheart: el delta blues de Fred McDowell, el blues eléctrico de Jimmy Reed, la armónica de Sonny Boy Williamson, el estilo vocal, esa aspereza cavernosa, de Howlin’ Wolf. Por no hablar del rhythm and blues al estilo de la compañía Stax. Más tarde se le agregaría el jazz vanguardista de Coltrane, Ornette Coleman y Cecil Taylor.
El fracaso comercial de los discos fue la norma, pero a la larga harían historia. Punks y vanguardistas se remitieron a su música y la intensidad marginal de Tom Waits también sería inconcebible sin él.
Músicos de toda época lo citaron como su padre espiritual y le hicieron reverencias. La lista de artistas que corroborarían su genialidad sería casi interminable: de Fred Frith a Pere Ubu…»Fue quien caminó delante de nosotros y mostró el camino», declaró Tom Waits.
Intempestivamente, en 1982 el Captain Beefheart se retiró de manera definitiva de la música. Se dedicó entonces a explorar su apreciable talento como pintor bajo su propio nombre, Don van Vliet, y como capitán de su propio culto. “Como músico hice lo que pude, pero la pintura me divierte mucho más –dijo–. Los colores no hablan y hasta me permiten cometer errores”.
Todos los ingredientes presentes en la música del Capitán Beefheart lo están, asimismo, en su pintura. La distorsión, la exageración, la constante obsesión de fundirse con la naturaleza.
Aunque sus artistas preferidos hayan sido Vincent Van Gogh y Man Ray, hay que acudir más bien al lado de los expresionistas alemanes para encontrar un vínculo pictórico.
Los retratos “primitivos” que realizó de los músicos de la Magic Band para la funda del disco Spotlight Kid lo ubican sobre el camino de los protagonistas de Die Brücke, escuela que surgió a comienzos del siglo XX (como tendencia artística de pintores alemanes expresionistas que buscaban experimentar e innovar contra los academicismos imperantes).
También su cuenta de banco se benefició con el retiro. Un Van Vliet original se comenzó a cotizar entre 10 mil y 40 mil dólares y su obra se expuso (y expone) en galerías y museos de diversas partes del planeta (el de Arte Moderno de San Francisco, uno de ellos). La galería Michael Werner de Nueva York, es la que se encarga de gestionar sus pinturas, hasta el momento.
Finalmente, y tras muchos rumores sobre su salud entrado el siglo XXI, el Captain Beefheart murió, junto a su alter ego: Don van Vliet, el 17 de diciembre del 2010 en Trinidad, California. Estaba a punto de cumplir los 70 años de edad.
El Capitán Beefheart fue un artista de culto para toda la eternidad. Reo por convicción y contrario a los sonidos comerciales, hizo historia musical hasta las últimas consecuencias. Luego cambió la música por la pintura y actualmente como Don van Vliet se honra su creación en las artes plásticas. Definitivamente el papel de outsider pareció hecho a su medida.