Por SERGIO MONSALVO C.

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«Mi música no posee una estructura general, sino que se genera a sí misma a cada momento», han dicho reiteradamente diversos productores y DJ’s a lo largo de su carrera como “hacedores”.

Con ello han querido decir que la idea convencional de la obra como totalidad ya no es válida, puesto que aquélla constituye un proceso; ya no tiene la función de representar algo fuera de sí, sino sólo de referirse a su propia creación.

En esta abstracción artística, la improvisación y la estructuración  proveniente de ella (sea cual sea su género original) han llevado a dichos hacedores, luego de décadas de experimentación, a generar un presente musical a cada instante. Por eso mismo ponen el énfasis en la importancia del resultado auditivo.

Aquí es donde el pasado del avant-garde y el presente de la sonorización han confluido finalmente. A tal punto de conexión se le llama Remix.

El vanguardismo del Da Da, del experimentalismo, del minimalismo, entre otros ismos, es retomado por los sutilizadores sonoros de hoy como Coldcut, Howie B, Tranquility Bass, DJ Spooky, Subliminal Kid, Mantronik, Andrea Parker, D’Note o Nabukazu Takemura, para lograr un proceso que acentúe los cambios en las percepciones.

Al remezclar temas clásicos de diversos géneros los DJs o sutilizadores sonoros, canalizan el resultado de sus exploraciones mediante los sintetizadores y máquinas de sonido hacia el oído de las nuevas generaciones de escuchas ya sensibilizadas por la sonorización contemporánea.

Una de las grandes aportaciones de la globalización ha sido ésta, una forma de conectar a quienes manipulan los sonidos actuales en todo el mundo, ya sea en un disco, en un estudio de grabación (grande o independiente), en un soundtrack, en el diseño sonoro para algún sitio en particular, con aquellos que han estado por años resolviendo los misterios de la música en sus románticos laboratorios.

Tales productores, DJ’s y demás hacedores (me refiero a los creativos, a los artistas del mismo, no a los buhoneros) han sido pioneros de la manipulación sonora y ejemplo concreto de aquel axioma sempiterno: «Sólo es posible ubicarlo todo si se está dispuesto a aceptarlo todo».

El trance en vibración es la suma del encuentro de todos estos artistas en álbumes o tracks, a los que se les puede calificar de maravillas contemporáneas, no únicamente como calificativo sino como adjetivo.

Es una música, que se ha armado y construido, capaz de sacar al escucha de sí mismo y conducirlo a dimensiones estáticas y sensaciones de movimiento hasta ahora ajenas a él.

Es obvio que en medio de todo ello hay una gran influencia ideológica oriental, pero sin misticismos y con el objetivo del goce pagano.

Es como una aventura en el microtiempo, la cual no requiere de profundos enfoques analíticos sino la entrega a un flujo musical que conecta a una nueva expansión en la experiencia auditiva.

La música remix, en sus manifestaciones más avanzadas (lo mismo del experimentalismo que del underground) supone la neutralidad de los valores, como cuestión de principio.

Su intento por usar el material sonoro dentro del contexto de métodos estructurales no occidentales (orientales o de otro punto cardinal, desde la misma esencia humana –su ADN—hasta la recuperación de los sonidos cósmicos) constituye un proceso del intelecto y su sensibilidad en el manejo del tiempo.

Los sutilizadores sonoros de hoy han comprendido la importancia del intento y aportado sus técnicas y estilos para expresar los cambios en la manera de concebir la música. La libertad que se obtiene con ello es un gran paso hacia conceptos que deben desarrollarse como work in progress.

Ese espíritu abrasivo parece encontrarse desde ese punto de vista en cualquier emotivo instante de la interpretación libre, en el manantial de notas que prenden el corazón, como el significativo remix que representa nuestra época fragmentaria.

Igualmente, en el otro extremo de la escala está la revisitación de las herencias musicales a través, y con el regalo, de las nuevas tecnologías y el de diferentes horizontes por descubrir y plasmar.

Es el reto para quienes con el groove, el funk, el dance o el scratchnoise se acercan a él con respeto y curiosidad a la hora de entrar y experimentar en los mundos arcanos.

La cultura de la remezcla ha producido un eclecticismo que es material de disfrute y de disfrute para las generaciones cibernéticas, para quienes la manipulación de los sonidos es parte inherente de su vida cotidiana.

Hoy en día la tecnología juega sus cartas en todos los géneros y la infinidad de mezclas y derivaciones provenientes de ellos.

El productor, travestido en DJ o a la inversa, se ha convertido en un elemento influyente para escuchar nuevas músicas y moldear gustos y modos. Con el paso del tiempo el sector más comprometido con esta ocupación ha logrado incluso volver obsoletas las palabras “músico” y “compositor”. Han asumido esos papeles en formas musicales contemporáneas bajo otros conceptos estéticos.

La evolución digital ha cambiado la manera en que hoy es hecha la música, puesto que la grabación realizada de este modo hace que miles de bites de información puedan ser manipulados en cada nanosegundo de sonido.

Actualmente, los productores vanguardistas alrededor del mundo trabajan bajo el lema de que la música no posee una estructura general sino que se genera a sí misma a cada momento, constituye un proceso.

Tal entelequia artística ha llevado a estos hacedores de la experimentación, a crear un presente musical a cada instante. Por eso mismo ponen el énfasis en la importancia del resultado auditivo.

Estos manipuladores sonoros han comprendido la importancia de aportar sus técnicas y estilos para expresar los cambios en la manera de concebir la música. La libertad que se obtiene de ello es un paso hacia conceptos que se han desarrollado desde el inicio del siglo XXI.

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