Escucha y/o descarga el Podcast:
Hacer la versión de un tema clásico es un reto para el cantante que se atreva. Volver a contar el reencuentro de una pareja que ha mantenido una relación tormentosa de amor, interrumpida, cortada, reanudada e inmadura como todas las historias de amor, necesita de algo más que la intención o la voluntad.
Requiere de experiencia vital, de implicarse con el texto y con la música; de imaginar como lo haría un actor para trasmitir la emoción inherente. Y, además de ello, adaptarlo al propio estilo para no perder personalidad ni identidad. Por eso un cóver, una versión, exige más que un simple trasvase mecánico de un recipiente a otro: requiere necesariamente la reescritura del tema, que es sólo una parte de sí mismo, de su espacio vital, para darle una nueva forma. Esto es lo que hacen los buenos intérpretes.
Sólo así será la versión del aquí y ahora que quedará registrada para siempre. Desde entonces con esa canción se hará manifiesta la presencia física del músico, del cantante, a través de su cuerpo, de su voz, del instrumento que encarnó literalmente. De la época que representó. La pasión que derrochó creó su particular mundo imaginario y simbólico y finalmente éste permanecerá o no únicamente si la apropiación fue consumada.
En un título como “I’m a Fool to Want You” todo ello es manifiesto y es casi como si detrás de todo hubiera el aliento de un narrador con voluntad de pensar sobre las decisiones y los impulsos antes de que todo quede sembrado de decepción, vida agónica, sombras del recuerdo de lo que fue y no fue, o casi fue, sin ser.
Pieza semejante representa a esas canciones que deslizan el oído hacia su narración y alcanzan, sin preámbulos, el único estado desde el que pueden ser dichas las cosas verdaderamente importantes: sin falsa retórica, sin ensamblaje cursi en la construcción del sentimiento, sin clarines de aviso. El protagonista del tema habita tal estado porque ni espera algo ni tiene ya nada que perder…
BILLIE HOLIDAY
En su canto hubo el esfuerzo y los rastros del que sobrevive, del experimentado lleno de cicatrices que no se ufana de ellas ni las ostenta, pero que sabe son suyas y le pertenecen. Por lo tanto cuando la escuchas crees en la esencia de lo que glosa, en su legitimidad y tienes el convencimiento de que las palabras son recovecos de la propia vivencia trastocados en canción.
La existencia no tiene remedio, parece decir, pero la afirmación no es una sentencia trágica o resignada. En su oficio significó también el rescate de una llave verbal que abriría los instantes vividos de cualquiera que la oyera en el futuro. Esta melodía llega desde entonces como un evocador sentimiento presente, eterno, que procede a redescubrir el riesgo de amar sin red protectora. Emite su misterio y lo desmenusa.
FRANK SINATRA
En el alba de una nueva era
Old Bull dividió a la gente/
en los que son hijos de puta/
y los que no.
Frank, ¿cuál era tu bando?/
Rat Pack?
The Mob?
¿Servir de celestina a los poderosos?
¿Maltratar por aquí?
¿Hacer maldades por allá?
Entonces llegó Ava, ¿verdad?
Como llegó el tiempo en que tus discos/
se quedaran en el estante/
lo melifluo ya no se llevaba
como tampoco el antiguo beat
como tu relación con el más bello
animal del mundo.
Debías de cambiar/
ser más temperamental/
olvidarte de circunloquios/
mostrar el ardor, como Billie
El amargor y sus cadencias/
los tempos del corazón roto
El fracaso siempre posee un punto
de exageración/
pero a tu fraseo y romance
se les acababa la paciencia/
Tenías que modificar tu lenguaje/
tu balada/
para sostener la tensión/
para ser artista.
Necesitaste tiempo
pero ocurrió la canción/
tu pena propuso la sinceridad/
como una cierta compañía.
Lo conveniente perdió
la batalla
frente a lo emocionante.
A nadie le gusta imaginar
la pérdida/
y tú lo hacías
Pensaste en los besos
que no le darías/
en los que con otros ella compartía/
en el cuerpo que hasta el Diablo conocía.
Pero el adiós no era opción
por más que te esforzaras/
porque sólo quedarían escombros de ti/
crueles y despiadados.
Por eso le imploraste amor y abrazos
Sabías que estaba mal
pero eran días de ir a la deriva
con pesadumbre y sin milagros.
Sabías que Old Bull tuvo razón contigo/
y que tenías que volver a ella/
una y otra vez, como un tonto,
sin remedio.
DINAH WASHINGTON
Optar fue el verbo
cantar o no
refugio o calle
afanar o venderse
La vida le dio una nube
con la cual pulir los escalones
bajos y sucios y el anhelo de la voz
Se topó de frente con la brutalidad
de putas y oropel
esas que adornan a sus hombres
en las mesas de aquel bar
Cansadas y sin el atractivo
que la noche ha borrado
ofrecen el dinero obtenido
que se cuenta billete a billete
mientras se miran orgullosas
y requeridas
ellos apuestan lo ganado
en lides agrias
ellas son enviadas sin tiento
a camas vacías
entre mentiras y preguntas
Dinah optó entre imitar
o la mirada
dialogó con los ojos de muchas
y al llegar el momento cantó
con finura por aquellas derrotadas
BOB DYLAN
Al escucharla se descubre un ejemplo contumaz del modo en que un folk singer, evolucionado en rockero, puede otorgar tamaña intensidad a una pieza de crooner.
Marcada por el examen, el lento cavilar, la duda y el arrogamiento, aquél la fragua con una afirmación despiadada: «I’m a Fool to Want You». Es la evidencia del yo desencantado, una frase dolorosa.
El intérprete añoso y experimentado se confiesa algo sombrío a sí mismo e incluso la luz que lo rodea en el momento de decirlo parece hosca. Dentro del marco de la pieza no hace falta hablar más. Después de la última discusión lo único que resta es intercambiar acusaciones, piensa. Y luego de eso ¿qué?, ¿el perdón?, ¿el olvido?
Quien canta pasea su mirada a lo largo de un cuello descubierto. La piel se ve suave. Detrás, una cortina de cabello castaño y sedoso. La música inunda las palabras al verterse a través de la malla de una voz rota. Esto es lo que hace ahora, sincerarse en cómo se siente cuando la convicción se vuelve un poco más grande que el deseo. Ya nada parece suficiente.
Sabemos del agotamiento y del momento embotado de quien canta eso, del que ha pasado por un largo altercado. Está paralizado, incapaz de hacer nada, aunque sus pensamientos lo atropellen. La certeza ha aumentado el significado de la revelación. Es una certitud obsesiva, pero la naturaleza de ese significado parece rebasar el entendimiento. Un rostro con una sonrisa encantadora, algo desdeñosa, le devuelve la mirada. Las paredes de la mente retumban para luego dar paso al silencio.
DEE DEE BRIDGEWATER
Preferiría no hacerlo
pensó al oír la propuesta
No. Había escuchado demasiadas vidas
de pobreza, de sufrimiento. No.
No se acercaría al blues
no era lo suyo
era otra cosa
la tradición vocal
de las cantantes que incendiaban
con su voz, con su vida,
con su experiencia,
el corazón de las baladas
las emotivas, las serias, las fulminantes.
La audacia interpretativa
eso era lo suyo
tenía la onza
el canto distinto
el que consentía al oído
cuando la tensión era demasiada
Aprendió del teatro, de todas las músicas
Exploró y descubrió en algún momento
tal balada
Aprendió a vivir con la melodía
luego con la lírica
se lo debía al compositor
Y quiso consolar a La Voz
Usó su estilo suntuoso y pulido
para indagar en la herida abierta
sin que sangrara, con finura
como la gran diva que era
CHET BAKER
Su salvación, sabe /
depende de esos instantes de revelación /
de esos flashes de lucidez fulminante /
de esa improvisada anamnesia
de lo in–on top /
La real investidura del sobresentido /
sin alegorías /
con data precisa del sentimiento /
sólo valor racional
y clarividencia /
En solitaria vigilia /
contra la locura y el fin
que recorren la vida en ese tiempo /
como una jam after hours
frente a la barbarie del desamor