¿Y SUPERMAN?
(TAN CAMPANTE)
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Hace un lustro se celebraron los centenarios del nacimiento de tres personas que en distinta forma le dieron vida a Superman, “El Hombre de Acero”. Se trató de Jerry Siegel, Joe Shuster y George Reeves. Todos habían visto la luz primera hacía un siglo. Todos han muerto entre el drama y la tragedia. Les ha sobrevivido su exitosa creación y recreación, la cual se ha nutrido de la savia que cada uno de ellos –y otros más— le han suministrado, dejando la kryptonita para el exclusivo uso de sus enemigos.
A mediados de 1938, un par de autores veinteañeros, Jerry Siegel (escritor estadounidense nacido el 17 de octubre en Ohio) y Joe Shuster (dibujante canadiense procedente de Toronto, donde nació el 10 de julio) resumían sus influencias culturales tan variadas como las del pulp (literatura de ficción publicada en historieta para consumo masivo) y diversas mitologías (grecorromana, hebrea, germánica y hasta cinematográfica) para moldear un personaje que llegó para transformar el mundo del cómic y de la cultura popular.
En el número uno de la revista Action Comics de la Unión Americana apareció Superman por primera vez en aquel año. Era un ser proveniente de un lejanísimo planeta llamado Krypton que poseía poderes inconcebibles: fuerza descomunal, ultra velocidad y la posibilidad de dar saltos enormes, entre ellos. Era un personaje que se convertiría en poco tiempo en un fenómeno exitoso, hasta el punto de erigirse en el germen de un nuevo e ilimitado género: el de los superhéroes.
Su incubamiento y desarrollo como tal les había llevado a sus creadores un lustro de trabajo, rechazos, desilusiones y un sinnúmero de cambios, para finalmente presentar el resultado a la mencionada editorial.
El pago por aquel primer boceto fue de 130 dólares y un contrato con la editorial. Hasta aquí todo parecía el final feliz de un esfuerzo conjunto. Sin embargo, era el comienzo de una tragedia para ambos creadores, quienes no vieron en vida más que dicho pago por su trabajo. Demandaron a la compañía por los derechos de explotación del personaje, pero sólo obtuvieron el despido, un kafkiano proceso jurídico y la condena a la pobreza.
Con el apoyo de sus colegas dibujantes y escritores, lograron que la editorial (que pasaría al stock de la Time Warner Co.) les asignara una modestísima pensión que apenas los mantuvo por encima de la miseria. Murieron en ella, Shuster sin descendencia y Siegel con alguna, que tras siete décadas de lucha en los tribunales consiguió el 50% de tales derechos (que entre tanto se habían ampliado a las reproducciones en la prensa internacional, la radio, la televisión, la cinematografía, el merchandising y lucrativas franquicias, con pingües beneficios). Sin embargo, el poderoso gigante editorial continúa peleando para reducirlo, mientras Superman sigue generando mayores riquezas.
Superman ha vivido vidas paralelas en el papel y en las pantallas de cine y de televisión. Su primer serial cinematográfico, en 15 episodios, fue de 1948 y perteneció a la modesta serie B de la Columbia Pictures. Bud Collyer fue el actor que prestó su voz al formato de dibujos animados que se realizó en aquellos años. Después, curiosamente, murió por «leves, repentinos y desconocidos problemas circulatorios».
Por otro lado, en enero de aquel 2014 (el 5) también se festejó el centenario del nacimiento de George Reeves, el actor igualmente procedente de Iowa que encarnó a Superman por primera vez en la pantalla chica, cuando el aparato de la TV en blanco y negro apenas hacía sus pininos en el mundo.
A partir de 1957 George Reeves le dio vida en una serie televisiva con más de cien episodios, pero al terminar el ciclo el actor (que mantenía una relación sentimental con la mujer de Eddie Mannix, un alto cargo de la Metro Goldwyn Mayer, e intentó hacer otros papeles en la pantalla grande) no pudo soportar su popularidad perdida. En 1959 lo encontraron muerto de un disparo en la cabeza. La causa oficial de la muerte fue suicidio, pero las dudas y las turbiedades del asunto aún no han sido aclaradas.
La tragedia, pues, ha sido una compañía indeseable para aquellos que han encarnado en el cine al héroe de la capa roja y la gran “S” en el pecho. Christopher Reeve, quien lo hizo en la serie de películas más popular del personaje, quedó parapléjico después de un accidente hípico y murió luego de unos años de un ataque al corazón.
En el siglo XXI, Henri Cavill es quien ha levantado la mano para darle vida al alter ego de Clark Kent en la aparatosa refundación de la saga del Hombre de Acero (Man of Steel), pero sin la ductilidad ni el sentido del humor de Christopher Reeve, ni tampoco la atmósfera camp de George Reeves, aunque seguramente con la sombra de ambos en la mente.
Por el lado de la escritura, el perfil y la ambientación para este superhéroe se ha agregado a la lista otro nombre: Brian Michael Bendis. Para quien no sea un conocedor del mundo del cómic, habrá que decirle que éste es el fichaje de la década –por utilizar un término futbolístico— para la compañía DC que maneja los intereses de tamaño icono.
Bendis trabajaba anteriormente para la Marvel, la rival y archienemiga de DC y ahí dio a conocer a sus creaciones: Jessica Jones, Powers, Ultimate Spiderman y estuvo al frente de la serie de los Vengadores (The Avengers).
Bendis es un amante apasionado de la literatura y cine noir (Jim Thompson y Dashiell Hammett son sus autores de cabecera). Y esa preferencia se hace notar en sus personajes y en los que toma bajo su férula. Por lo tanto habrá que esperar un perfil distinto para el Superman de la tercera década del siglo XXI, quizá un poco retorcido, quizá más cargado hacia su lado oscuro (Who knows?)
Mientras eso sucede y para calentar motores Bendis se ha ocupado de la edición del número 1000 de Action Comics, la filial donde nació Superman hace 80 años. Entre los beneficios colaterales que ha tenido la contratación de este autor y diseñador se pueden incluir, desde ya, la atracción de otras firmas semejantes. Superman se está rodeando de creadores que engendrarán el dream team de dicha compañía.
Sin embargo, el Hombre de Acero nunca podrá luchar contra quienes literalmente liquidaron a sus verdaderos hacedores. La compañía ha puesto aquella historia, los derechos y sus expedientes bajo el peso de una enorme pieza de kryptonita, al parecer para siempre.