Unplugged
Historia sin romance
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La historia de la moda Unplugged (desconectado) hubiera podido tener comienzos románticos. Por ejemplo, con un grupo paupérrimo que no poseyera más que unas cuantas guitarras acústicas viejas y rayadas, y tan sólo con eso saltaran a la fama mundial y al mucho dinero.
Pero la vida rara vez es romántica y el negocio de la música casi nunca lo ha sido. Una muestra: La invasión de los instrumentos acústicos en los años noventa, que en ese momento se anunció con la calcomanía comercial de Unplugged se inició como idea de producción «vanguardista», de élite (para continuar como vulgaridad en las siguientes décadas).
El relato de esta moda musical comenzó con un productor de MTV llamado Alex Coletti. El concepto era sencillo y originalmente no de él, quien se limitó a desarrollarlo en la producción. Dos videoastas llamados Bob Small y Jim Burns un día llegaron a presentarle dicha idea.
La llamaban Unplugged (y así se quedó) y a grandes rasgos se trataba de encerrar a unos cantautores neoyorkinos en un cuarto, ponerlos a improvisar y filmar los resultados. Esto fue en 1989 y a Alex Coletti, el productor de MTV de entonces con 28 años de edad, le gustó el loco asunto, rechazado ya por otras instancias anteriormente.
Sólo que Coletti lo llevó a un decisivo paso más lejos. No hubiera tenido mucho chiste poner a unos cantautores a improvisar con guitarras acústicas, porque de todas maneras a eso se dedican las 24 horas del día. Pero ¿qué tal si se desenchufaba (plug = enchufe) a los otros, a las estrellas del firmamento?
¿Por qué no hacerlo con los músicos y cantantes del pop, consentidos por el playback, o a los grupos de rock empapados en recursos técnicos, o con los reyes de los decibeles del heavy metal? Eso, pensó Coletti, ya sería otra cosa y muy diferente.
«Al principio ni nosotros mismos creíamos en el proyecto -–ha recordado tal productor sobre aquellos laboriosos primeros intentos en enero de 1990. Después de mucho discutir, los responsables de MTV habían contratado a Syd Straw y al grupo Squeeze (que en ese momento gozaban de jalón entre la audiencia) para el primer programa.
“¡El caos era total!”, ha rememorado Coletti. “Dos miembros de Squeeze, Difford y Tillbrook, llegaron al estudio con las guitarras eléctricas colgadas del hombro. Me acerqué a ellos y tartamudeé algo como: ‘Oigan, muchachos, este, saben…se supone que el programa…este, debe ser acústico’.
“¡Vi literalmente cómo se prendían los foquitos sobre sus cabezas! ‘Ah, ¡Con razón! ¡Por eso el programa se llama así!», exclamaron tras unos segundos de reflexión profunda, y eso dio paso a un interminable transcurso de tiempo en el que intentaron afinar las guitarras acústicas, hasta que hartos llamaron a sus roadies para que lo hicieran por ellos”. Hasta aquí los recuerdos del productor.
Lo que tanto trabajo les costó entender a Difford y Tillbrook, en los siguientes años formó parte del vocabulario básico de todos los adolescentes entre Amarillo, Texas y Tokio, en Japón. Unplugged en brevísimo tiempo se convirtió en el programa de mayor éxito de MTV.
La reacción increíble a la oferta de comida fresca (musicalmente hablando) en medio de la insípida música enlatada (producida por la proliferación de videos insulsos de la misma compañía) sorprendió al mismo Coletti. Él y otros ejecutivos tenían la esperanza de que hubiera unos cuantos auténticos fanáticos de la música que se interesaran en algo así.
¡Y de repente los ratings por las nubes! Fue cuando a ellos, a su vez, se les prendieron los foquitos de la reflexión. Llegaron a la conclusión de que el público, o sea la gente, en serio quería ver a músicos, personas de verdad, haciendo música.
Cuando hay un mercado, los productos no deben hacerse esperar. Entretanto, el mundo de la música se dividió entre los que ya lo habían hecho (grabar un programa en tal formato) y los que aún querían hacerlo. El asunto se convirtió en una cuestión de curriculum.
Lo que antes había significado hacer un álbum en vivo para los grupos de rock, con el mejor de sus materiales, con la tecnología más adecuada, en uno de sus instantes cumbres en lo físico y artístico, ahora lo era la presentación acústica de una hora delante de ciento cincuenta invitados al estudio de televisión.
Desde entonces la lista de los graduados comenzó a crecer (nombres como los de Elton John, Aerosmith, The Cure, Paul McCartney, R.E.M., Sting, L.L. Cool J, etcétera, la engrosaron); y ésta se agrandó aún más con los que todavía pretendían hacerlo. Coletti ya no tuvo que salir a buscar a los grupos. Ahora hacían cola fuera de su oficina.
Con «ahora» me refiero al tiempo iniciado el 24 de febrero de 1993. Ese día Eric Clapton se llevó ocho premios Grammy por el álbum grabado durante una presentación en Unplugged de MTV. Con cinco millones de ejemplares vendidos la primera semana de su lanzamiento, marcó un punto álgido en la carrera del guitarrista.
El hecho de que el Unplugged de Eric mostrara lo mejor hecho por él en mucho tiempo llamó la atención sobre el aspecto subrayado por los productores desde el principio. En Unplugged (el programa) se separaba el grano de la paja. Lo auténtico de lo trucado, de lo sobreproducido.
Desenchufado sólo sobrevive el que de veras domina su oficio. En dicha situación no es posible ocultar nada en absoluto. Y eso lo experimentó Roxette, por ejemplo, inesperadamente no tuvo nada que ocultar, produciendo una impresión decorosa.
O los raperos de Arrested Development, cuyo hip hop les salió mejor sin electricidad que con el apoyo de la tornamesa. Por no hablar de Bruce Springsteen, que hasta con la Telecaster enchufada siempre se presenta con la misma ronca autenticidad.
Durante esos años, habrá que enfatizarlo una y otra vez, hubo dos grupos que efectivamente no fueron capaces de tocar desenchufados: con el piar de Slaughter y Winger en marzo de 1991, hasta los lentes de las cámaras se sonrojaron de vergüenza.
Madonna, Paula Abdul y otras semejantes fueron más listas: prudentes, prefirieron rechazar la invitación a participar en el programa, después de haber visto en qué consistía la presentación. Dejaron pasar la oportunidad de ganarse realmente un dinero rápido, pero se ahorraron millones sin pasar por la pena de hacerlo.
Eric Clapton tardó exactamente tres horas en grabar un disco de ventas millonarias. Sería mentira afirmar que después de Clapton los que fueron o querían ir a Unplugged no estaban escuchando el ruido de las cajas registradoras en su imaginación.
A su vez, con su participación Paul McCartney grabó el álbum más rápido que jamás haya hecho. Con la publicación de Unplugged – the Official Bootleg, el ex beatle se apegó a su promesa de no corregir nada de aquella presentación en el estudio. Y sí, se le escuchan los errores, pero en este caso la táctica no tuvo un fin trágico.
Así se demostró que ni siquiera el mejor principio aguanta ser llevado hasta las últimas consecuencias. Sacudido por el éxito de la idea de MTV y la primera ola de discos desenchufados, muchos directores de compañías disqueras alcanzadas por la recesión creyeron haber descubierto la piedra filosofal.
La consecuencia fue una inundación con discos acústicos. El sello Unplugged dejó de servir como signo de calidad. Hasta los más lastimeros intérpretes del pop anglo y latino se sumaron a la ola e hicieron discos impasables o incluían bonus tracks acústicos en sus álbumes.
Tras la primera antología de tal moda en las tiendas de discos le empezaron a pegar calcomanías que decían «unplugged» a álbumes como Harvest Moon de Neil Young (que desde el principio había sido grabado en forma acústica). Es decir, se empezó a modificar y a distorsionar la historia, a quererla ajustar a los intereses de la industria.
Los músicos veteranos se quejaron iracundamente y amenazaron con grandes boicots. De aquella maniobra comercial quedaron, como efecto colateral y a pesar de todo, un puñado de buenas e históricas grabaciones, que la posteridad ha puesto en alto y en el lugar que merecen: los Unplugged de Eric Clapton, Nirvana, 10,000 Maniacs, Alice in Chains, Oasis, Pearl Jam, R.E.M., Stone Temple Pilots, Bob Dylan o Aerosmith.
La avaricia, el engaño y el oportunismo de la industria musical (entre la propia MTV y las grandes compañías discográficas) mostraron su cara de la manera más burda y así burdamente mataron, otra vez, a la gallina de los huevos de oro y otra vertiente. Fue la hora de conectarse de nueva cuenta (aunque la basura ha seguido acumulándose hasta la fecha).
Genial. Una gran producción e información detallada.