Ok Radiohead
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Por SERGIO MONSALVO C.
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Radiohead es el grupo más representativo del rock en el último cuarto de siglo. ¿Por qué? Porque su temática ha rondado desde la primera hasta la última obra en las inquietudes del hombre contemporáneo: tecnología, existencia, soledad y amor.
Porque ha estado a la cabeza del avant-rock alternativo con cada uno de sus discos. Ha innovado en cuestiones musicales y líricas; ha usado las mejores herramientas tecnológicas a su alcance (tanto sonoras como visuales) y ha modificado la manera de hacer y difundir la música (puro art-rock).
Para todo ello se ha tomado el espacio necesario entre un trabajo y otro, sus propios paréntesis. Y no sólo en lo musical revoluciona cada vez que aparece un nuevo álbum, sino también en la toma de decisiones sobre cómo la gente puede escuchar su material.
No es un conglomerado convencional que se apegue a las reglas del juego del mercado. Es una banda que hace pocas giras, elige sus destinos (incluso a contracorriente de lo aceptado o rechazado por la comunidad internacional, arriesgando imagen y prestigio).
Rechaza presentaciones por motivos ambientales en lugares donde no se respeta a la naturaleza, diseña sus propias portadas, crea sus videos con la más vanguardista hi-tech, e igualmente ha ofrecido a la discreción del escucha el precio de un nuevo álbum por tiempo determinado en la web, contraviniendo los intereses de su compañía disquera. En fin, todo ello lo ha hecho un grupo diferente.
Sus innovaciones tecnológicas y el uso un tanto subversivo de sus ambientaciones han hecho de Radiohead un icono cultural, en el seno mismo de la industria discográfica, el cual con cada disco ha tratado de ofrecer una réplica a los intentos hegemónicos de esta última.
Hoy, cada texto, cada pieza emitida por él (convertida al instante en acontecimiento sonoro global) reclama de inmediato una interpretación, una traducción receptiva, por parte del público y de los medios de comunicación a nivel mundial.
Así ha sucedido con la reciente “I Promise”, pero también con aquél álbum reclamado como su obra maestra: Ok Computer, que ha cumplido 20 años. Las novedosas “I Promise” y “Man of War” son los singles y parte de su celebratorio Oknotok (del 2017) que remasteriza el material de dicha creación en una especie de autotributo.
Sí, autotributo, porque en aquel entonces hubo un conjunto en un castillo, sin murallas de mebrillo y sin torres de turrón. Era de piedra y estaba encantado. Sus vibraciones procedían de la última década del siglo XV. Su nombre St. Catherine’s Court y todavía se encuentra en el sur del territorio inglés. Ahí se decidió grabar el disco: por intuición, por emoción, por ventura. Por eso actualmente lo celebran.
La época era freudiana, por llamarla de alguna manera, Radiohead, el quinteto de Oxford, había surgido de la ola britpop, de la cual ahora renegaba y buscaba ejecutar la simbólica “muerte del padre”. En 1997 ya eran una banda con misión estética, con palabras selectas y discursos definidos. Era tiempo de metamorfosis y de encumbrar lo indie.
Curiosamente, un álbum de un cuarto de siglo anterior fue el leitmotiv e influencia para la agrupación, de forma destacada para Tom Yorke. Éste quería evocar la sonoridad del Bitches Brew de Miles Davis (aparato experimental y de texturas) como objetivo a conseguir. “Tiene un sonido increíblemente denso y genial. El mismo que sentía en mi cabeza”, dijo.
Para colaborar en dicho objetivo también estuvo el ingeniero Nigel Godrich, un traductor nunca mejor escogido para la tarea. El resultado que obtuvo Radiohead condujo al oyente a territorios inexplorados. Una aventura que encendía la imaginación entre sus muchas cualidades.
En ese disco elaborado en un castillo hubo misterio y descubrimiento acústico. La aportación sonora desde el enigma pétreo y sus fantasmas hacia lo avanzado. Una épica llena de riesgos, de bellos matices y detalles que preludiaban cambios.
Escuchar era ver en medio de la deslumbrante elegancia instrumental; de la abstracción lírica y la atmósfera distópica, que entretejen una red para captar (o capturar) al signo de los tiempos. Una obra maestra a perpetuidad.
En los años treinta surgió en los Estados Unidos un organismo público que ha sido una joya por el servicio que brinda. Se trata de la Biblioteca del Congreso de la Unión Americana, una institución que desde entonces reconoce, entre otras cosas, la importancia de la música y de su legado en el desarrollo cultural del país. Lo recolecta todo.
Asimismo, desde el comienzo del siglo XXI, incluyó dentro de sus tareas seleccionar anualmente los 25 álbumes que sean “cultural, histórica o estéticamente más significativos”. Elaboran un canon con ello. Es un trabajo de extrema lucidez para preservar la esencia de la música de todos las épocas.
Hace un par de años lo hicieron con Ok Computer, al que destacaron por “su experimentación e impacto”. Los méritos de tal disco fueron confirmados así, con su asimilación al acervo de una institución cuyo único interés es el de la preservación de la cultura con reconocimiento internacional. Una institución de ambición cosmopolita.
En un apartado diferente, pero dentro de la misma tónica, la pieza “Paranoid Android”, contenida dentro de aquél, fue elegida como la mejor canción de los últimos lustros por diversos medios especializados. Incluyendo a las paradigmáticas revistas Rolling Stone y New Musical Express.
Al escuchar Oknotok (la remasterización de todo el álbum) queda en claro que la suya es otra dimensión, única. Y lo que permanece son las imágenes que propicia y reverberan, como muescas vivenciales que no se cierran, que no están estáticas, que se mueven bajo la piel, a discreción.
Las preguntas generales de la obra siguen vigentes, no son nuevas, como suele suceder con las cuestiones importantes que siempre retornan (la existencia, la soledad, el amor y la tecnología omnipresente), que siempre estarán ahí tanto para los primeros escuchas como para los recién llegados.
Radiohead ha dirigido su “actual” álbum con un ritmo fenomenal, sin forzar nada, dejando que los temas crezcan de nuevo ante nuestros oídos y con sutileza, haciendo que adivinemos su andanza emocional por el impacto en los oídos de quienes las escuchamos con el reciente tratamiento digital.
A mí, en lo particular, me sigue gustando por su melancolía adulta y particular desazón, acorde con el Zeitgeist contemporáneo, apuntalado aún más con los nuevos y perturbadores singles.
Al disco OK, Computer lo disfruto cada vez que lo escucho. Lo he hecho un sinnúmero de ocasiones a lo largo de 20 años y me sigue sorprendiendo y conmoviendo. En su momento (tiempo y espacio) fue imposible hacer algo mejor. Eso lo ha convertido en un álbum clásico, en una promesa de gozo reiterado.
Hoy, cuando la capacidad de concentración es tan pobre y limitada, totalmente fragmentaria, discos como éste (y su espejo digital Oknotok) resultan un desafío y, por igual, el premio recibido por la atención sostenida y alerta tras su escucha completa. Es un placer profundo que no se agota en un instante ni en decenas de años.
Ok, Computer ha expandido su destello durante 20 años y creo que (con el añadido de Oknotok) lo seguirá haciendo en las décadas por venir, como corresponde a las obras ejemplares, que al parecer son la única asignatura en la agenda de un grupo como Radiohead.