Southern Rock
Lodos y raíces
Por SERGIO MONSALVO C.
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Hemos vivido en un tiempo en que los diversos medios de comunicación electrónicos (radio, televisión, video, cine y cibernéticos diversos) afectan los mensajes de manera radical y a veces incluso se convierten en los mensajes mismos. Filósofos visionarios de la materia, como Marshall McLuhan, especularon que los sentidos humanos, de los cuales todos los medios constituyen extensiones, configuran la conciencia y las experiencias de cada uno de nosotros.
De esta forma, las canciones —al fin y al cabo importantes medios de comunicación también— se han vuelto fundamentales para la investigación histórica, social y antropológica de las comunidades mundiales.
La del rock es una enorme congregación mundial con mitos, leyendas y terrenos en común. La historia del género son sus mitos y el del río Mississippi es uno de los más grandes. Ahí radica el flujo canónico de su espíritu. De sus vertientes y trayectoria han surgido músicas, relatos e imaginería, todo un universo tan real y fantástico como para mantener viva la atención de su colectividad.
El río Mississippi es un extenso y caudaloso río que atraviesa la parte central de la Unión Americana y corre del norte de Minnesota hasta el Golfo de México, con una longitud de 3,770 km, es uno de los más largos del planeta. Los indios nativos lo llamaban Meschacebé (Padre de las aguas). Desde siempre, el río ha significado un elemento fundamental de la economía y de la cultura del país.
En su transcurso atraviesa diez estados antes de finalizar a corta distancia de Nueva Orleans. Así que por practicidad geográfica se divide en dos partes: la superior, que va desde su nacimiento hasta la confluencia con el río Ohio (y bordea Minnesota, Wisconsin, Iowa, Illinois, Misuri), y la inferior, desde aquél hasta su desembocadura en el Golfo de México. (surca Kentucky, Arkansas, Tennessee, Misisipi y Luisiana). La parte inferior es más compleja por todos sus bayous, lagos, bifurcaciones y afluentes, lo que ha propiciado su intrincada historia.
Tal demarcación ha desarrollado una cultura particular —el criollismo, la práctica vudú, la arquitectura, la gastronomía y sus festividades— debida a las diversas colonizaciones que ahí se han sucedido, desde la originaria indígena, pasando por la española y la francesa en diversas ocasiones.
Por ello, tras su asimilación a la Unión Americana, la ley reconoce tanto el inglés como el francés (más bien un dialecto conocido popularmente como cajun) como las lenguas habladas de la región, aunque también están el criollo surgido de los esclavos negros, el español y el canario.
Producto de dicha mezcla ha sido la música creada en tal región, humedecida en cada una de esas culturas y nutrida de vida por los aires lodosos que la caracterizan. Es la llamada swamp music en sus diversas vertientes (del blues al pop, para asistir finalmente al surgimiento del rock sureño, un subgénero procedente de aquella zona).
La música creada en tal territorio surgió a la luz pública gracias a las trasmisiones radiales que se produjeron al comienzo de 1950. En ellas participaban exponentes del cajun y música del criollismo negro local (zydeco): combinación del estilo bluesero de Nueva Orleáns (ciudad de gran importancia musical) con el country and western (hillbilly) y las tradicionales influencias de origen francés del folk regional.
El sonido mezclaba ondulantes líneas de bajo con el piano “honky tonk” y secciones de aliento y coros en las baladas al estilo del rhythm and blues. Entre los primeros exponentes destacaron Cookie and the Cupcakes con un tema llamado “Mathilda”, considerado como el abanderado extraoficial del subgénero.
Otras piezas importantes de dicho sonido son, por ejemplo: “Cotton Fields” y “Midnight Special” de Leadbelly, “Big Blue Diamonds” de Clint West o “Wasted Days and Wasted Nights” de Freddy Fender.
El estilo del swamp pop ha sido popularizado por diversos artistas que han hecho versiones del mismo en sus discos: “Just Because” de Lloyd Price, “Send Me Some Lovin’” con Little Richard, “Sea of Love” con los Honeydrippers. Incluso los Beatles se vieron inspirados por dicho sonido en su tema “Oh! Darling”.
De manera paralela se desarrolló el swamp blues, cuyos intérpretes más reconocidos procedían de la zona de Baton Rouge, la capital de Louisiana. El estilo de este blues evolucionó oscuro y denso, de forma silvestre, por aquellos pantanales calientes de clima húmedo-subtropical. El ritmo de tal blues se caracteriza por su cadencia lenta, en la que se manifiestan las influencias del cajun y zydeco con una melodía desenfadada
Fue gracias a Jay Miller y de Ernie Young —productores oriundos de sus condados— que dicho sonido se dio a conocer a través de la radio.
El máximo exponente del estilo fue Slim Harpo, con piezas como “I’m a King Bee” o “Rainin’ in My Heart”. Otros intérpretes destacados son Lonnie Brooks, Katie Webster y Roscoe Chernier, entre muchos más.
Una de las metas fundamentales de las canciones era decir algo acerca de la naturaleza humana en general, pues tales obras revelan una cosmogonía tan cerrada como vasta, en donde las dimensiones históricas, metafísicas y existenciales del hombre se apoderan del oído y de la reflexión.
Asimismo, a partir de los años sesenta del siglo XX surgió otra corriente a la que con el tiempo se denominó Southern rock o rock sureño. Un fenómeno musical que retomaba tales aires y que curiosamente tuvo como instigadores a un grupo procedente de Canadá (The Band) y a uno californiano (Creedence Clearwater Revival) cuyas esencias e imaginería emanaban de las raíces sureñas.
El camino quedó abierto y por él empezaron a transitar agrupaciones locales que al rock primigenio lo mezclaban con el country, el folk o el soul y cuyos compositores, cantantes y guitarristas le dieron a la influencia de esta música y su entorno una dimensión mayor, mítica, como la del río de la cual emanaba: el río Mississippi.
De ahí proviene el canon virtuoso de su esencia. De sus cuencas y trayectorias surgieron entonces cantos y formas, nombres y leyendas, referencias y crónicas, todo un mundo tan real y rústico como para atraer la atención de otros músicos y escuchas.
Dicho subgénero marcó su debut con los Allman Brothers y uno de ellos, Duane tocó una guitarra encantada que, a pesar de la muerte prematura de su intérprete, continúa reverberando por aquellas ciénegas y pantanos para toda la eternidad.
Y el desfile de nombres, tendencias, mezclas y grandes discos ha fluido por dichas riveras de manera imparable por las siguientes décadas: Elvin Bishop, Charlie Daniels, Marshall Tucker, Lynyrd Skynyrd, Boz Scaggs, Leon Russell, Tony Joe White, Captain Beyond, Doobie Brothers, Molly Hatchet, .38 Special, Black Oak Arkansas, Atlanta Rhythm Section, Dixie Dregs, Black Crowes, Dave Matthews, My Morning Jacket, Kings of Leon, etc, etc.
Esa historia, que encuentra en esas discografías y en las investigadas antologías que por ahí aparecen, es un gran foro de exposición, es el ejemplo de un universo evocador de una realidad bastante diferente de otros lares, por aquellas aguas y sus lluvias que provocan dudas existenciales.
Es un mundo rural y autárquico, receloso del progreso, la industrialización y el pragmatismo, pero sobre todo habla de su parte excluida de las doctrinas del éxito del American Dream, que ha dotado a sus compositores del sentido trágico de su vida —añoranza, pérdida, desolación— para elevar su parcela a la categoría de mito musical.
El swamp rock es una guía por las sombras de cementerios, amuletos y conexiones extrasensoriales; por el paso de los trenes y la imaginación que suscitan, o por la vida de los músicos y su comunión con la voluntad del río mitológico. El rock sureño aporta su propia cosmogonía a la vastedad de un género inconmensurable.