The Dø
Agitar el triángulo
Por SERGIO MONSALVO C.
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El dúo hombre-mujer (o viceversa) es quizá la dotación humana más característica de la música popular en lo que va del siglo XXI (los ejemplos sobran: White Stripes, Best Coast, She & Him, The Kills, etcétera). Sin embargo, el origen de la dupla que hoy nos ocupa, The Dø es único (francofinlandés), lo mismo que el pragmático aparato conceptual del que son seguidores: la síntesis.
De su preferencia por lo sintético –muy en la sintonía con los tiempos que corren y que se decantan por lo minimal como forma discursiva– han dado una muestras desde el nombre, The Dø, tomado de las primeras letras de los nombre de pila de sus componentes (Dan y Olivia) y que, además, deviene por correspondencia con la disciplina de la que son exponentes, en la primera nota de la escala musical.
En su síntesis artística, el binomio –integrado por elementos cuya nacionalidad puede resultar opuesta en cuanto al carácter, si nos atenemos a los tópicos– ha expresado con propias palabras y estilo su idea principal como autor, cambiando el orden según sus intereses, además del trabajo de experimentación, ampliación y confrontación con base en los objetivos de cada uno de sus discos.
Para la celebración de sus primeros diez años de existencia como grupo escogieron la cifra “3” para el trabajo con el que la festejarían, misma con la que emprendieron su camino en la escena contemporánea (en el 2005 lanzaron su primer EP con tres tracks, incluido “The Bridge Is Broke”, tema que estaba destinado a ambientar una pieza de ballet avant-garde titulada “Scène D´amour” del coreógrafo finlandés Juha-Pekka Marsalo).
La propuesta artística de The Dø ha sido desde el comienzo muy visual y el perfecto andamiaje para el trío de disciplinas artísticas en las que han colaborado con diversos soundtracks: obras cinematográficas, lecturas poéticas y danza. La génesis de esta aventura fue el cine. Sin embargo, luego de pasar por ello no contemplan un regreso a ese medio. Ya no les parece que sea un escenario natural para ellos.
The Dø se formó en Francia en el año 2005. Olivia Bouyssou Merilahti cantante (de origen finlandés) y Dan Levy (francésy multi-instrumentista) se conocieron en París durante la grabación de la banda sonora original de la película francesa Empire of the Wolves y posteriormente colaboraron en The Passenger y Camping sauvage. Congeniaron y él la invitó a que conociera su estudio, lo que siguió es el resultado de tal encuentro.
A la hora de comenzar su andanza discográfica optaron por la libertad creativa, porque cuando se trabaja en una banda sonora, en un soundtrack, no se es libre. Sólo en el caso de que alguien los llamara y dijera “hagan lo que quieran”, entonces sí regresarían, pero por ahora prefieren que los llamen para producir o mezclar un álbum, en vez de musicalizar una película, una obra dancística o una presentación bibliográfica, aunque sea interesante.
Por eso, tras su despegue exitoso el dúo optó por centrarse en lo discográfico y en las presentaciones en vivo –una plataforma en la que se encuentran muy cómodos, de la que han extraído enorme experiencia y en la que han fincado retos particulares cada uno de ellos–, ya que ambos espacios ofrecían mayor libertad para materializar sus proyectos basados en el terceto de estilos que los caracteriza: el rock indie, el folk y el pop.
Si en su primer álbum, A Mouthful (2008), el dúo comenzó a componer e interpretar temas de indie rock y folk (en idioma inglés, por principio estético) y fue un ecléctico compendio de expresiones en tal sentido en el que los integrantes mostraron su abanico de posibilidades, al mezclarlo con otros estilos musicales y con aportaciones novedosas tanto compositivas como instrumentales, dicha combinación fue lo que lo volvió tan atractivo.
En el segundo, Both Ways Open Jaws (2011), lo hicieron desde el campo del folk con tintes punk que les valió, además, el reconocimiento internacional. Presentó de esta manera un disco llenos de giros sonoros sin miedo a probar, por lo que se alzó como una propuesta atractiva y renovadora de la oferta musical planetaria. Fue tangible que la actitud y la atmósfera engendradas por el neo folk habían atrapado sus imaginaciones expresivas.
En el tercero y más reciente, el pop sintético y escanciado lleva por título Shake, Shook, Shaken, una obra que los reafirma como excéntricos entes creativos y los pone en la cima de las agrupaciones que realmente han marcado la ruta de la música popular en lo que va de la última década. Esta vez lo hacen al componer ritmos electrónicos pulidos con tempos sacados del pop más clásico y del beat militar de este lado del Atlántico.
Un cuadro que cobra sentido bajo sus impecables melodías y milimetrada estética avant-garde. Trabajo que completa una trinca sobresaliente y que les llevó tres años en su hechura (con el mínimo aparataje: computadora portátil, software y teclado). Lo bautizaron con sólo tres palabras (surgidas de un puro verbo irregular inglés) y en él echan mano de tres manifestaciones para desarrollar, enlazarse y constituir el fundamento de su música: la emoción, el drama y la tecnología.
Lo primero corre a cargo de la finlandesa Merilahti, encargada de la melodía y la lírica –con una profundidad que va del romanticismo al realismo urbano–. Además de tocar la guitarra, los teclados y el ukulele, es poseedora de una voz dúctil con distintos registros que matizan lo necesario y ejecutan una vocalización distintiva. Su reto: componer estando de gira. Explorar e ir al límite de este desafío.
El francés Dan Levy, por su parte, de formación clásica y académica, es responsable de la composición orquestal y los arreglos de los temas, además de tocar diversas percusiones, la batería, el bajo, la guitarra, la armónica, el sax, la flauta, el piano y otros teclados, el xilófono, el glockenspiel y las programaciones. Utiliza sus manejos y conocimientos de la música sinfónica para inculcarle el drama (quintaesencia de esta obra) a cada tema.
Si ella teje la enérgica melodía con su bagaje de cotidianeidad, él borda la filigrana y trabaja las estructuras y las esencias de este tapiz que lo convierten en algo especial. Mientras ella canta y cuenta sobre el hombre/mujer como una animal hecho de emociones, dudas y sombras existenciales (en “Trustful Hands”, “Sparks”, “Miracles”, “Going Through Walls, “A Mess Like This”, por mencionar unas cuantas piezas).
Él, a su vez, arropa con sus arreglos y arsenal de instrumentos orquestales la debida precisión que requieren las narraciones, a las cuales les brinda un cúmulo de detalles en el mejor pop barroco contemporáneo (con énfasis marcado en un vigoroso beat marchístico). Y, para amalgamar todo ello, ambos han recurrido en esta ocasión al mayor uso de la tecnología, la cual ha dotado a los tracks de diversas capas.
Cada pieza del álbum se enriquece con las diversas capas sonoras, y con el sentido dancístico de la experimental propuesta, que este dúo contemporáneo les aplica en busca del efecto dramático escogido para la ocasión. La comunión de los elementos que componen el disco logra ponerle ligereza y naturalidad a este synth pop inteligente, en una nueva vía para la inquieta dupla a la que no le gusta repetirse.