MICKEY SPILLANE

EL ÁNGEL EXTERMINADOR

Por SERGIO MONSALVO C.

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«Quiero el pellejo de alguien y el que se ponga pesado recibirá un plomazo en el pecho, en la espalda o en la nuca. No me importa dónde se los meta…  Juego como ustedes, solamente que peor…» Declaración típica de Mike Hammer, personaje legendario de la más primera extrema literatura policiaca estadounidense, el paradigma extremo del detective privado y de la novela negra.

Mike Hammer es la creación más sobresaliente del polémico escritor norteamericano Mickey Spillane, un seudónimo más que adecuado para Frank Morrison, nacido en 1918 en el barrio de Brooklyn, en Nueva York. Spillane es una ramificación neta de la primera gran revolución de la literatura policiaca promovida por Dahiell Hammett, que dio lugar a la llamada novela negra.

Spillane tuvo un desarrollo peliculesco clásico: tras un largo tiempo de penurias y miseria (como vendedor o escritor de cómics) consiguió el éxito con sus libros que reflejaban asimismo, paradójica y morbosamente, la neurosis producida por una sociedad industrializada de posguerra. Este escritor, moviendo los hilos de su ángel exterminador (Mike Hammer), logró tirajes de sus novelas en número tal que haría enrojecer de envidia y coraje al más rentable Premio Nobel.

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Los libros de Spillane han vendido más de 225 millones de ejemplares y siete de las docenas de títulos que publicó se encuentran entre los treinta más adquiridos del siglo XX, en la Unión Americana. Únicamente los superbestsellers como Dr. Spock, Peyton Place, Gone With the Wind, por ejemplo, han superado las de I, the Jury (Yo, el jurado) y The Big Kill (El gran crimen).

En comparación, novelas negras tan espléndidas como Farewell, My Lovely (Adiós, muñeca) de Raymond Chandler y Maltese Falcon (El halcón maltés) de Dashiell Hammett sólo han vendido un poco más de un millón de ejemplares cada una, mientras que las de Spillane venden un promedio anual de entre 4 y 5 millones.

Violencia, sexo y acción frenética han sido los principales ingredientes para la obtención de su popularidad y las ventas millonarias. Circunstancias que se mantuvieron hasta la muerte del autor en el 2006, a los 88 años de edad.

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La técnica narrativa de este autor, apegada a criterios literarios o estéticos, es la del «golpe duro», con la capacidad expresiva de un macanazo.  Asimismo, su estilo y diálogos son secos y cortantes. Ejemplo puro de la corriente hardboiled.

Sus tramas están construidas a partir de un clima de provocación sexual y de violencia, que regularmente culmina con el dolor físico y la muerte del culpable principal, regularmente también una mujer. Los libros del escritor norteamericano se erigen así en la encarnación extrema del miedo, el sexismo, la hostilidad y el recelo hacia la sociedad, los cuales constituyen su fórmula particular de tratar la novela negra.

Como cualquier otro producto comercial, sus novelas utilizan estas «imágenes de marca» para fomentar la lealtad y excitar el interés del lector. A éste, Spillane le alimenta la conciencia de identificación con el protagonista mediante ese estilo rudo que ha sido siempre básico para sus historias.

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No obstante, mientras que escritores como Hammett y Chandler relativizan la violencia y el sadismo endémicos de dicha fórmula por medio de una buena dosis de ironía y complejidad psicológica, la eficacia de Spillane como escritor del género radica en su capacidad para suprimir a los personajes y giros de la trama que pudieran confundir o enriquecer el patrón emotivo esencial, y en su habilidad para inventar incidentes que encarnan sus fundamentales temas incrementados con primitiva y vívida franqueza.

Asimismo, a su héroe Mike Hammer lo mueve casi exclusivamente un simple y único motivo en sus tramas: el deseo de venganza. En un mundo urbano y dominado por gángsters, agentes comunistas y vendedores de droga en la alta sociedad, la única persona que podía arreglar las cuentas con las élites del mal era, supuestamente, el lado solitario de la destrucción creado por Spillane.

Un autor, éste, que ha influido notablemente en otros escritores y en otras disciplinas, como la pintura donde el artista plástico alemán Markus Lüperts lo cita como influencia decisiva, o en el mundo del comic book cuyo mayor representante, Fank Miller, lo señala como gran faro.

También lo ha hecho en la música, con un vanguardista por antonomasia: John Zorn. Escuchar a éste es como hojear una pila de cómics hardboiled en una tienda de aparatos eléctricos funcionando todos al mismo tiempo, o ver una proyección infinita de series de televisión tratadas por un editor loco en un televisor en el que el brillo y el contraste están a tope de intensidad. Es pura imaginación desbocada, intensa y encantadora.

Zorn no es el primer músico hipermodernista engendrado por el jazz, pero definitivamente sí el más concienzudo y reconocido. Más que cualquier otro, parece marcar el punto de transición entre un periodo de gran virtuosismo técnico y una nueva síntesis artística que no pretende elevarse por encima de la cultura del desecho y reciclable, en la que todos los gustos son identificables.

John Zorn nació en Nueva York el 2 de septiembre de 1953 y desde muy joven se le conoció como un aventurero explorador de los instrumentos de lengüeta, y como un ecléctico compositor que usa el método del cut-up (recorte o collage al estilo de William Burroughs) para sus creaciones.

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El término avant-garde quizá sea el mejor para calificarlo, aunque su trabajo no encaje con ninguna categoría o escuela de ejecución o composición fácilmente definible. Sus solos vociferantes y desbordantes en el sax alto, el uso que hace de los silbatos de cazador, su predilección por los soundtracks cinematográficos y la mezcla de rock, free jazz, pop y bop desconciertan tanto a sus amigos como a sus enemigos.

Difícilmente sería posible identificar a John Zorn con alguna tendencia en particular. En todo caso, se podría decir que es un músico de free cuyo febril uso del collage constituye una versión única e intensa del «inventa tu propio lenguaje» del movimiento free instalado en el avant-garde.

Zorn es el músico bisagra por excelencia. Con los pies en ambos siglos es el que reúne la provocación artística del XX y la promesa creativa del XXI. Él toma –por una parte– el mundo sonoro y su complejidad como ejemplos de música improvisada, y el carácter directo, el foco intenso, la amplificación eléctrica, el volumen alto y el ritmo con voz del rock, por otra.

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Su ideal es unir los mejores elementos de ambas disciplinas. Su esfuerzo se entrega, pues, a la búsqueda de la síntesis: la improvisación como parte de un todo sintético.

«Club de Harlem; guitarra de blues y acople; textos de Arto Lindsay; signos de interrogación; narración; disparos«. Así describió el propio Zorn a su composición Spillane, una pieza que fundamenta su quehacer en una secuencia frenética de variados momentos musicales, que van del blues al noise, pasando por el jazz, ambient, spoken word, latin music, clásica, hardcore, el soundtrack, etcétera.

Zorn buscó un tema que lo inquietara: Spillane, el escritor. Y, cómo no, con el estilo representativo: un golpazo a la cabeza. El resultado: Un track-documental de 25 minutos sobre el escritor de pulp noir a la manera de Zorn.

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