WHEN I’M SIXTY FOUR
DÍGITO HISTÓRICO
Por SERGIO MONSALVO C.
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La numerología es una materia con la que el rock & roll (su cultura, su música) ha tenido que ver a lo largo de su existencia. Tanto sus fans como sus detractores la han usado para explicarlo. En la actualidad la red está plagada de sitios relacionados con ello. Básicamente por los extremistas religiosos que terminan perorando sobre su andar satánico y por los esotéricos que no escuchan un disco sin consultarla.
Sin caer en tales estulticias y remitiéndose a lo exclusivamente pitagórico, es curioso encontrar cómo tras las canciones con números en sus títulos existen historias muy interesantes, que alumbran el quehacer artístico del género: plantear dudas sobre la existencia en general, de manera puntual. Ejemplos sobran: “Zero”, “One”, “Song 2”, “Two Minuts to Midnight”, “Three Imaginary Boys”, “Five to One”, “Kicks After Six”, “Eight Steps”, “Revolution # 9”, “21 Guns”, “Question 67 & 68”, etcétera.
En los anales mismos de su desarrollo podemos vislumbrar que son dos asuntos sobre los que se busca discernir en el cruce entre tales materias: Eros y Tanathos.
En lo tanático lo que sobresale hasta el momento es la relación de los números y la muerte de algunos de los intérpretes musicales. Y por ello han cobrado importancia números como el 17 (años con los que murió Ritchie Valens y que marcan el mínimo común denominador), el 27 (que ya ha formado incluso un club honorario: Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Kurt Cobain, Amy Winehouse, et al).
También, en ese sentido, está el 40 (con los que falleció John Lennon) y el 42 (cuando hizo mutis Elvis Presley). Este último número marca, hasta la fecha, a la que se le puede llamar de facto la última barrera mortal de los rockeros icónicos. Aún no desaparecen varios de los pioneros fundamentales del género (Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis) que pondrán en su momento la señal en otra cifra.
Eros, por su parte, como cuestión de instinto de supervivencia y pulsión amorosa. Concentrándolos ambos, un ejemplo que salta a la vista es el que nos convoca a esta emisión con efeméride de por medio: el cumpleaños nímero 64 del rock & roll (nació y fue registrado con ese nombre en 1951). Y para celebrarlo nada mejor que la pieza de los Beatles que contiene tales dígitoS: “When I’m Sixty Four”.
La pieza fue ideada primeramente por Paul McCartney cuando estaba en el umbral de los 17 años de edad y era usada para cubrir algún desperfecto técnico durante las actuaciones del grupo en The Cavern, en Liverpool. Con el tiempo se convirtió en vehículo de un concepto tanto lírico como musical (cuya genial ornamentación requirió del uso de un trío de clarinetes), que culminó con su presentación como parte del histórico álbum del Sargento Pimienta (Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band).
McCartney, que inició el tratamiento del tema como un juego escénico al ejecutarla en el piano, la convertiría a la postre en un regalo para su padre (que cumplía esa edad) y luego como vehículo para plantearse preguntas sobre el amor a una edad que a un joven como él le parecía imposible.
La pieza causó primeramente extrañeza entre un público que festejaba el hedonismo y se mantenía lejano de toda cuestión mórbida, para luego ser aceptada como parte de un todo experimental.
A mí dicha canción me servirá en esta señalada ocasión para parafrasearla, cambiando al monologante e inquieto personaje del tema y su destinataria (un hombre joven que le pregunta a su amada por la perpetuidad de su amor) por el del rock mismo como protagonista, preguntándole a su seguidor (los fans) la misma cosa: “¿Me necesitarás, me seguirás alimentando cuando tenga 64 años?”
Se sabe que los adolescentes que brindaron a Elvis su primera histérica recepción en la década de los cincuenta, ahora tienen más de 70 años de edad y lo siguen escuchando. Esto significa que quienes eran jóvenes en el nacimiento del rock, no lo han abandonado para cambiarse en masa a las filas de la música clásica o al tango.
Es una situación constatable que el auditorio del rock no desaparece en cuanto sus miembros rebasan la pubertad, al contrario. Es el único género en el que pueden convivir diferentes generaciones y hasta compartir gustos por uno o varios estilos.
Con ello inevitablemente se despierta la pregunta de quién fue el idiota que dijo que el rock era terreno exclusivo para adolescentes o veinteañeros.
El rock mismo ha enseñado a la sociología, a la antropología y a otras ciencias sobre la investigación humana que pese a los esfuerzos por asentar tal cliché, esta visión simplista del género, los hechos resultan subjetivamente más complejos; que el concepto de la edad no se delimita por designio físico.
Para aquellos que torpemente se empeñan en seguir encuadrando a este sonido como «la música de los jóvenes» habría que señalárseles que ni los músicos ni sus auditorios desaparecen con los años. El rock tiene poco que ver con los hechos objetivos del tiempo y la edad, pero mucho con los reinos míticos de la juventud emocional, los cuales se encuentran siempre abiertos a los adolescentes de todas las edades.
El rock define la juventud no en años sino en emociones. Todo radica en lo que uno siente en su interior.Ese es uno de sus fundamentos.
Y ahora que éste ha cumplido 64 años cabe llamar a colación de nueva cuenta a la numerología para que nos diga que significa tal número. El 64 es signo de creatividad, independencia, originalidad; tiene un gran sentido del yo y es autosuficiente. Es iniciador de acciones, tiene espíritu pionero, coraje, extraordinaria voluntad y determinación de liderazgo. Trabaja mucho y se arriesga mucho.
Por lo que corresponde a su reducción teosófica (6 + 4 = 1) el 1 es un signo que siempre se muestra abierto a lo nuevo, es flexible frente a los cambios, toma la iniciativa y se convierte en una entrañable relación que dura para toda la vida. La pieza “When I’m Sixty Four” vio la luz el 1 de junio de 1967 dentro de aquel disco emblemático.
Todo eso es el rock a los 64 años. Y a cada seguidor le corresponde responder a la pregunta que plantea la canción. Recordando que las verdades profundas se revisten de una melodía cuyo desciframiento es más cuestión de sabiduría que de erudición. Por cierto, varios de sus representantes cumplen o cumplieron esa edad este mismo año: Bob Geldof, Sting, Keb Mo, John “Cougar” Mellencamp, Ace Frehley, Jonathan Richman, Max Weinberg, Jimmy Vaughan o Nils Lofgren, entre otros que siguen en activo.
Asimismo, en el listado de las giras más exitosas de tiempos recientes están las de U2, AC/DC, Eagles, Bruce Springsteen, los Rolling Stones y Paul McCartney. Grupos y solistas cuya edad cronológica rebasa en mucho el límite del lugar común y rebate cualquier sentencia sobre la edad de quienes deben escucharlo y de quienes deben de crearlo.
Aquella canción pesarosa que publicó Jethro Tull bajo el nombre de “Too Old to Rock and Roll, Too Young to Die!” es hoy una simple anécdota graciosa, que muchos artistas responden con su sola presencia. Incluso varios pioneros, los padres forjadores del género, siguen vivos, dando guerra a los casi noventa años y eso sí, por siempre jóvenes.