PINK MARTINI

UN COCTEL DE ALTURA

POR SERGIO MONSALVO C.

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«Pongo mis sentimientos en palabras para mí. Y para todos debe ser el equivalente a lo que he sentido». Así definió el escritor T.S. Eliot al estilo. Y estilo es –parafraseándolo– el elemento sonoro más importante en esa mezcla musical contemporánea llamada lounge.

El lounge es un tipo de música, una variación, principalmente del jazz, que se conoce desde la década de 1950. Se caracterizaba por presentar ritmos sensuales y desprovistos de una instrumentación recargada.

Dicha instrumentación está basada en los abundantes sonidos de las orquestas de la década de los cincuenta, combinado con ideas de la rama conocida como “exótica” (a la postre sería la world music), para convertirse en un híbrido sonoro muy placentero y de fácil ingesta.

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El lounge, y sus derivaciones actuales, es sobre todo un “modo de interpretación”, por el que pueden pasar géneros tan diversos como el jazz, la bossa nova, el mambo, la música étnica o la electrónica.

El término lounge podría traducirse tanto en lo musical como al español como el lugar donde uno puede sentarse a beber algo (el lobby de un hotel, un club, preferentemente) conversar y escuchar música fina y agradable. Por extensión, la palabra pasó a designar a toda una cultura dedicada al placer, la comodidad y la elegancia. Toda una estética contemporánea.

Es, pues, un concepto que evidencia de manera perfecta un sonido y una intención en la manera de hacer música, siempre bajo el mismo tenor: servir de acompañamiento para reuniones sociales de cierto “nivel”, con música de calidad, interpretada por músicos a la altura.

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En tiempos recientes se tiene a esta corriente musical como una alternativa para entrar en relación con otras expresiones artísticas actuales y muy sofisticadas.

El de-lounge, el easy-listening o el chill-out, son algunas de ellas en las que ha sentado sus fueros debido a los excesos repetitivos y vulgarización de géneros como el trance o el techno-dance. La gente buscó refinar su oído con melodías de buen gusto, de sonidos electrónicos o acústicos, agradables y atmosféricos, con sabores étnicos provenientes del mundo asiático, árabe, de Brasil, el Caribe o de África.

Hoy por hoy, el lounge es un término amplio que desborda la música y que manifiesta un modo de vida particular que se refleja en los detalles sobre todo: en las bebidas a consumir (cocteles fundamentalmente), la moda (cool) y el cine (avant-garde alemán, francés e italiano, preferentemente).

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Frecuentemente los repertorios de la música lounge están fundamentados en versiones instrumentales de canciones populares o en alguna “exótica” interpretación vocal de ellas tanto del presente, de antaño o tradicionales (de cualquier parte del mundo).

En el planeta en general, las sociedades avanzan en el vacío sobre el sentido último del ser humano. Para evitar la depresión por las esperanzas frustradas en el acontecer cotidiano, los artistas del lounge en la música han proporcionado una respuesta ante la crisis: la construcción del placer mediante la música de baile o el relax de la escucha nítida y persuasiva.

Una metáfora epitemológica de lo contemporáneo que busca precisamente al sujeto y su sentido como ente hedonista.

Los músicos, han echado mano de su antigua sabiduría para intentar hacer feliz a la gente de las tribus cosmopolitas. Proporcionándoles un artefacto cultural sensible que se hace vida en la práctica con el movimiento de su satín sonoro.

La verdadera función de sus hermosas piezas y líneas melódicas es servir como recurso para mostrar rítmicas, timbres, texturas, colores. Es un viaje al sonido en el sentido más lúdico del término, uno de los múltiples viajes propiciados por la música nacida del maridaje entre las épocas. Es un arte que transforma en música al entorno.

Y como sucede con las buenas preparaciones, los sentidos danzan alegres hasta el final de la música, dejando al degustador pletórico y ahíto. Con la sensación de haber rozado lo perfecto, un espejismo de consoladora armonía, un atisbo de orden atmosférico con la belleza sonora que lo enmarca todo.

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Por lo anteriormente planteado el lounge es actualmente más que un género musical. Es un término amplio que desborda la música y que manifiesta un modo de vida particular, un comportamiento que se refleja en cada gesto del consumo cultural: es un estilo, por sobre todas las cosas.

Un estilo hipermoderno en todos sus matices, en el que las décadas y los movimientos sonoros se superponen y conviven unos en otros sin cortapisas, creando el coctel global mejor mezclado y nada revuelto. Y de entre la variedad de ejemplos que lo practican, destaca la agrupación atinadamente llamada Pink Martini.

Pink Martini es “una pequeña orquesta estadounidense” (como le gusta decir a su fundador, el pianista de formación clásica Thomas M. Lauderdale) que fue creada en Portland, Oregon, en 1994. La formación se integró originalmente para tocar en eventos de solidaridad o para la defensa de los derechos civiles. Actividad exclusiva y local en el principio, hasta que tras su debut en Europa en el Festival de Cine de Cannes, se catapultó al mundo.

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Se definen a sí mismos como “una mezcla entre una orquesta cubana de 1930, un conjunto clásico de música de cámara, una fanfarria brasileña y un film negro japonés”. Actualmente, está formada por doce músicos (de varias procedencias), más cuatro extras que se incorporan a sus actuaciones en vivo.

Los temas de sus discos (hasta ahora cinco de estudio, más antologías, colaboraciones y otras rarezas) son versiones de temas standard (de los soundtracks clásicos), la mayor parte con mucho sabor jazzístico y/o afrolatino, al igual que presentan temas originales pero con la sonoridad de las orquestas del medio siglo anterior. Música vintage, retro, en el que las melodías diversas conviven con discretos acompañamientos de percusión.

Se trata por tanto de una formación que recupera el gusto por la sonoridad de la clásica orquesta de club, en la que una serie de músicos elegantemente vestidos tienen por misión amenizar la velada (con chançon francesa, danzón, bossa-nova, cha-cha-chá, samba, musical, balada rumana, árabe,china, de Burt Bacharach, canción italiana…), a una serie de espectadores, igualmente elegantes y sensibles.

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Sus letras son cantadas en varias lenguas: inglés, francés, español, italiano, portugués, árabe, ruso, japonés…, lo que resulta en álbumes eclécticos, con modernización de lo ya vivido o composiciones de temas afanados en la sonoridad del pasado.

Las melodías parecen recién salidas de la máquina del tiempo (de los años 30 a los 60), pero los arreglos son el elemento especialmente significativo en ese sentido, pues son un ejercicio de estilo, por lo cual se puede hablar con propiedad de uno muy suyo y cosmopolita, con el que consiguen que temas ajenos suenen a propios, con su personalidad. Que piezas que se han escuchado cientos de veces y que tienen ya muchos años suenen modernas, frescas, renovadas.

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Pink Martini es, pues, un divertimento con perspectiva global, bien realizado, cuya propuesta no está exenta de un gran poder de seducción.

Como la del escritor británico (nacido en Francia) William Somerset Maugham, quizá el mejor ejemplo para citar aquí dado su éxito, elegancia, sofisticación y riqueza en las décadas cuyo influjo amparan a la orquesta, el cual declaró en su momento que “Un Martini debe siempre ser mezclado, de modo que las moléculas descansen sensualmente unas sobre las otras”. Pink Martini lo consigue con creces.

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