GANGSTA RAP
EN LA MIRA
por SERGIO MONSALVO C.
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Un cliché: las estrellas del gangsta rap pavimentan el camino hacia las listas de popularidad con cadáveres. ¿Realidad o truco publicitario? Como sea, en este rubro, el crimen paga y bastante. La violencia es su negocio y con él ganan millones. Raperos con antecedentes penales como Snoop Doggy Dogg; con cargos por lesiones graves como Flavor Flav o por homicidio, como Tupac Shakur, son ejemplos históricos que han mostrado la mencionada ruta: la música con la pistola en la mano.
El arma, en manos de tales rimadores, se convierte en indicador de marca y aleja del material cualquier sustento sobre la calidad: una palabra que no entra en su reducido y reiterativo vocabulario.
“¡Seis millones de formas para morir!» La exclamación que lanzó hace años Snoop Doggy Dogg no era una amenaza hueca. Los cañones humearon desde entonces en los barrios de Los Ángeles y Nueva York. La novedad se convirtió en dogma: la sangre vende discos. ¿Reflejo de la realidad del ghetto o estrategia de mercadeo?
Los personajes legendarios: Snoop Doggy Dogg fue arrestado cuando iba manejando el coche “jugando” el denominado drive-by, excursión en que desde un auto en movimiento se dispara al azar contra los transeúntes; fue detenido y presentado ante el juez. En la pieza «Serial Killa», dicho tiroteo se narró en forma musical y llegó al número uno de las listas.
Por su parte, Tupac Shakur enfrentó cargos por el homicidio de dos policías. Sus temas consecuentes lo hicieron figurar en ellas. Flavor Flav, acusado de infligir graves lesiones físicas a varias personas, se quedó con sus casos en el número tres de tan particular hit parade.
Desde entonces, agitar un arma en la foto de la portada de un disco vende ejemplares. ¿A quién? Según Bryan Turner, director de la rapera Priority Records, los principales clientes del gangsta en los Estados Unidos son en general «jóvenes blancos de clase media de buena familia, con una educación promedio». En las zonas negras deprimidas, en cambio, las ventas son muy reducidas. La explicación: falta de dinero. Sólo las bandas criminales lo consumen a tope. No hay maniquieísmo en ello, únicamente los datos duros de la investigación y del mercado.
La señal de arranque para el gangsta rap fue dada por Schoolly D. hace un cuarto de siglo con «Sucker Ass Nigger I Shoot You Dead». Ice-T lo siguió con «Rhyme Pays». En 1989 empezó el éxito masivo con el grupo N.W.A. cuando lanzó al mercado Straight Outta Compton, con el sencillo «Fuck the Police». En sus temáticas, los gangstas se “tiran a la tira”; las mujeres no son bajadas de “bitches” («putas») y sólo sirven para rápidas felaciones. Como canta N.W.A.: «Encuéntralas, cógetelas y píntate».
La reacción no se hizo esperar en los medios. Algunas estaciones de radio para audiencias negras en los Estados Unidos se negaron (y niegan aún) a tocar el gangsta. “Violencia sin sentido”, argumentan.
Los afectados también empezaron a tomar posición contra los gangstas. La rapera Queen Latifah usó también la radio para manifestar su repudio contra los «hermanos» que usan palabras como «bitch» y «nigga». La mayor coalición de mujeres negras se declaró en contra de la violencia de género en dicha música. Un político afroamericano como Jesse Jackson ha luchado por años contra la glorificación lucrativa de la criminalidad.
Hace veinte años la presión aumentó cuando Ice?T sacó la canción «Cop-Killer», que fue interpretada como una convocatoria al homicidio de policías. Desde luego se trataba de una interpretación superficial de quienes la censuraban y lograron que la compañía discográfica (Time-Warner) cediera a las críticas y obligara a Ice-T a quitar «Cop-Killer» de su álbum. Pero la campaña negativa resultó a la larga muy benéfica para éste (hoy aparece en películas, series de televisión y en su propio reality show) y colateralmente para el gangsta rap y sus idílicos panoramas: violencia, crímenes, drogas y agresión sexual.
Las críticas que siguieron se dirigieron de manera principal contra los gangstas del sello Death Row. Desde la fundación de la misma por Andre «Dr. Dre» Young y Marion «Suge» Knight (en 1992), gangstas como Tupac Shakur, Snoop Doggy Dogg y Dr. Dre rapearon ahí con mucho éxito sobre bitches, drogas, sexo y tiroteos drive-by, convirtiéndose en héroes de tales escenarios.
Durante los primeros años del gangsta, el South Bronx de Nueva York se consideraba como el único hogar realmente auténtico de tal estilo musical. Proceder del Bronx ennoblecía a todos los raperos. Sin embargo, el Bronx ha sido sustituido por South Central y Compton, en la ciudad de Los Angeles. Ahí se continúa la tradición desplazada por el afrocentrismo en la costa oriental: la referencia local de las rimas sobre el territorio.
En California, a pesar del clima tibio, los raperos siguen hablando en primer término de sí mismos y de su barrio, de sexo y violencia, a través del gangsta. Este concepto, que existe desde 1986, los ha colocado en la cumbre de las listas de ventas y de la mira de muchos inversionistas. El avance y dominio del rap de la costa occidental ha provocado enfrentamientos sin fin con el del este de la Unión Americana.
Lo que ha ocurrido a través de los años en dicha escena es una brutal película policiaca. Una película que comenzó en 1992, cuando los mencionados Dr. Dre y el exfutbolista Marion «Suge» Knight, un ropero de 125 kilos y dos metros de altura, fundaron el sello Death Row. Culminó con el asesinato de Tupac Shakur en septiembre de 1996 en Las Vegas, y luego continuó con otras muertes.
Medio año después del asesinato de Tupac unos desconocidos mataron a su rival The Notorious B.I.G. La muerte de éste y de Tupac aún presenta muchos misterios. Lo único cierto es que los artistas muertos de esta escena con frecuencia venden más que los vivos.
Desde luego hay rivalidad entre los raperos de la costa este y los de la oeste. Se lleva a cabo desde entonces una guerra entre los Bloods –la banda de Suge Night– y los Crips, a los que pertenece Snoop. Desde la muerte de Tupac han ocurrido por lo menos treinta tiroteos entre ambas pandillas.
Estos son las superestrellas mitológicas del gangsta, quienes han vendiendo más álbumes que cualquiera. El álbum póstumo de Tupac, Don Kiluminati, lanzado bajo el seudónimo «Makaveli», se disparó hasta el primer lugar de las listas, desplazando incluso en su momento a la antología de los Beatles.
“Hay que cuidar el negocio. Porque de eso se trata: del negocio», vociferó Snoop Doggy Dogg en su momento. Claro que sí. Se trata de los millones de dólares que a éste y a otras estrellas desde entonces les ha permitido llevar una vida de lujos y excesos con la que sus fans sólo pueden soñar.
Actualmente el gangsta rap continúa siendo un gran negocio, como industria musical y de tráfico. La primera es tan tradicional en su temática como el folk y tiene seguidores (muchos), con esa misma mentalidad.
En cuanto al tráfico de cosas está siempre a la vanguardia: compra y vende armas de última generación, incluyendo lanzacohetes; compra y vende toda la variedad de drogas que existe, además de dedicarse a cualquier otro lucrativo negocio, siempre bajo el parapeto de tal música. Sólo basta ver por la red el expediente de Ol’ Dirty Bastard o la trama de Manic Enterprises, como muestra.
Un negocio hoy, que originalmente había sido una legítima manifestación social y artística basada en los problemas, los temores y la ira de la comunidad afroamericana de los Estados Unidos y luego de las de muchos otros lugares del mundo, donde los negros también padecían segregaciones.
Harlem, Nueva York, 1968. Del taller de escritores negros East Wind surge un colectivo llamado The Last Poets. El grupo toma su nombre del discurso de un bardo sudafricano, quien afirmó que esta época produciría a los últimos poetas. Las principales fuentes de inspiración de éstos son las ideas del líder negro Malcolm X. En sus discos, los textos revolucionarios son acompañados por funk, jazz y ritmos percusión africana. Su música es directa, decidida y les gana el respeto colectivo (llegaron a colaborar, entre otros, con Art Blakey y Jimi Hendrix).
La formación del grupo desde entonces ha cambiado con frecuencia. Jalaludin Mansur Nuriddin (o simplemente Jalal) es el único que queda de los integrantes originales y con razón puede calificársele como «el último poeta». A mediados de los ochenta decidió establecerse en Londres, donde forma parte de la escena del jazz-dance.
Suele considerarse a The Last Poets como los abuelos del arte verbal del rap. Sin embargo, consideran que el ejecutado en la actualidad constituye un alejamiento del trato original desarrollado por ellos. El rap se originó en el jail toasting, la jerga de las cárceles. The Last Poets separaron esta forma de comunicación de su contexto social y desarrollaron un arte propio. El concepto del rap tenía para ellos un significado literario y político. Por lo que llamaron al nuevo estilo spoetry (speaking poetry rapidly).
Jalal ha afirmado que, a pesar de su potencial, parte del hip hop y todo el gangsta no son más que ego trips, viajes del ego. «La diferencia entre nuestra poesía y el rap del gangsta es igual a la diferencia entre el drama y una caricatura. Sus diálogos son sólo grosera diversión. Lo que nosotros hacemos desde hace más de cuatro décadas se refiere a la realidad y expresa los traumas resultantes de la represión, la aversión y la depresión.
“La visión del gangsta es demasiado miope y prefiere ocuparse sólo de cómo se ven sus intérpretes en los medios. No tiene ni idea, ni el conocimiento que proporciona la conciencia del entorno”. Para este último poeta los gangstas se han apartado del concepto de que el ser humano debe luchar por la revolución desde la cuna hasta la tumba y enfocar los problemas desde una perspectiva mundialista.
«Para obtener la libertad, primero hay que construir algo para la comunidad. La libertad es mucho más que andar tranquilamente por ahí; se trata de educarse, de desarrollar la cultura y hasta de cuidar la salud», ha dicho.
Jalal ha hecho hincapié en que el contenido de la poesía de Last Poets tiene qué ver, en primer lugar, con la presentación de un mensaje político, derivado, en cuanto a su forma, de la tradición del arte narrativo oral en África. Por lo tanto, en el primer plano está la comunicación directa, el encuentro directo entre el autor del mensaje y el receptor.
The Last Poets sacaron su mensaje a las calles neoyorquinas, a fin de despertar la conciencia de la población acerca de sus miserias. El marco musical fue proporcionado por instrumentos de percusión como hasta la fecha. No dependen nada más que de sí mismos. «La palabra es nuestra única arma», afirman.